San Pedro Claver, “el esclavo de los negros”
Ciudad del Vaticano
Pedro Claver (1580-1654) se consagró con gran dedicación a los esclavos que llegaban a Sudamérica, a pesar del acuerdo tácito de la sociedad que no los consideraba humanos. A lo largo de 35 años Claver mostró una compasión sin límites por los abandonados, llevando a la práctica el dicho de Alonso Rodríguez, “Buscar a Dios en los hombres y servirles como imágenes suyas”.
El primer encuentro de Claver con los jesuitas fue en Barcelona siendo estudiante universitario. Entró en la Compañía en 1602 y estudió filosofía en la isla de Mallorca, en el colegio de Montesión, en el cual era portero el hermano Alonso Rodríguez, muy conocido ya por su santidad, más tarde reconocida por la Iglesia al canonizarle. El santo hermano encendió en el joven jesuita un deseo de hacer algo por Dios, y le sugirió que se pensase ser misionero en el Nuevo Mundo.
Claver se ofreció para ir a misiones, y el provincial le envió a Colombia en 1610. Antes de terminar sus estudios de teología en Bogotá Claver fue a Cartagena, en la costa del Caribe, donde recibió la ordenación en 1616 y donde pasaría el resto de su vida, sirviendo a los esclavos que llegaban a aquel puerto desde África. Cartagena era uno de los dos puertos españoles autorizados para recibir esclavos; en el tiempo de Claver se estima que pasaron por el puerto unos 10.000. Llegaban en condiciones horribles tras un viaje muy largo. Claver esperaba en el muelle llevando alimentos que había pedido de limosna. Acompañado por antiguos esclavos que hacían de intérpretes, subía a los barcos y saludaba a los que encontraba en cubierta antes de bajar a la bodega de la nave para ocuparse de los enfermos. Limpiaba heridas, aplicaba pomadas y vendas y hablaba de Dios.
Los esclavos permanecían en Cartagena pocos días, de manera que Claver se movía con rapidez para prepararles al bautismo. Bautizó un gran número de esclavos, si bien la instrucción se limitaba necesariamente a muy poco. Visitaba hospitales, uno de los cuales se dedicaba a leprosos, y atendió a prisioneros de guerra holandeses e ingleses.
En 1650 Cartagena sufrió una epidemia de peste, y Claver fue una de sus víctimas, tras haber atendido a otros enfermos de la enfermedad.
FUENTE: https://www.jesuits.global
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí