Perú. "La pandemia ha golpeado sobre todo a los migrantes"
Davide Dionisi-Ciudad del Vaticano
“Han pasado 7 meses desde que el virus comenzó a propagarse en nuestro país. Ha habido muchas víctimas y, entre ellas, muchos migrantes y refugiados". Esta es la historia del Padre Nivaldo Feliciano Silva, Secretario Ejecutivo de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Peruana, durante una larga entrevista con Ancep (Agencia de Prensa de los Obispos Peruanos). "Nuestra economía también ha sufrido un fuerte revés. En el trimestre de abril-junio de este año, la población empleada disminuyó en un 39,6% (6 millones 720 mil personas)", reveló el sacerdote, recordando que "está en marcha la mayor crisis migratoria de todos los tiempos".
Más de 5 millones de venezolanos han dejado su país en busca de un mejor futuro, de estos, 829.708 han venido al Perú. Hasta la fecha, dijo el sacerdote, se han presentado 496.095 solicitudes de estatuto de refugiado a la Comisión Especial del Ministerio de Relaciones Exteriores. Nuestro país, señaló Silva, ocupa el segundo lugar en el mundo por el número de residentes venezolanos y el primero por el número de solicitantes de asilo de la misma nacionalidad".
El Padre Nivaldo Feliciano Silva señala que "es evidente que Covid ha puesto de relieve la mayor vulnerabilidad de la población migrante y refugiada. El hambre, el desempleo, la falta de acceso a los servicios de salud han comprometido drásticamente su situación en los últimos meses". En el país, la mayoría de los venezolanos (90%) se dedican al comercio itinerante (y precario). Los trabajadores casi nunca tienen un contrato, una seguridad social y una atención sanitaria adecuadas y, durante el período más crítico, no han podido trabajar. "Viven en alquiler y en varias personas en el mismo apartamento. No han faltado desalojos, especialmente en los últimos meses", informa el representante de Cep. "Sus solicitudes de alojamiento han encallado, así como todo el papeleo administrativo que les concierne. La máquina de la burocracia ha vuelto a tener hipo desde mediados de junio. Y en cualquier caso, régimen mixto: mitad en línea, mitad en presencia".
El Secretario Ejecutivo de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Peruana también habla de la salud mental de los migrantes: "El miedo, la preocupación, la incertidumbre y el estrés constante los hacen aún más frágiles". También es difícil la situación de los familiares que permanecen en casa y que, al no recibir ya ayuda de sus parientes que están lejos, se ven doblemente afectados por la pandemia. "El 66,5% de los trabajadores no han enviado dinero a casa", dice el Padre Nivaldo Feliciano Silva. Cuando el Covid comenzó a extenderse en Perú, el cuerpo de obispos pudo contar con el apoyo de Manos Unidas y la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, pero las restricciones rompieron el puente de la ayuda humanitaria. "Tuvimos que repensar nuestra máquina de solidaridad aprovechando Cáritas, la Asociación Misionera de San Carlos y la coordinación de las Diócesis de Trujillo, Chiclayo y Lima", continuó el sacerdote, añadiendo que su oficina tuvo que interrumpir las reuniones habituales recurriendo, al igual que las demás instituciones, a entrevistas sociales y telefónicas. "Recibimos sobre todo solicitudes de alimentos, ayuda para realizar los trámites burocráticos relativos al estatuto de refugiado, asistencia sanitaria y asesoramiento jurídico", dijo el P. Nivaldo Feliciano Silva, revelando que también se ha centrado en la formación y el diálogo "manteniendo una línea directa con las instituciones y teniendo siempre como principios rectores de nuestra acción los cuatro verbos tan queridos por el Papa Francisco: acoger, proteger, promover e integrar".
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