P. Campuzano. El Sínodo, escuchar la voz de los migrantes
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
Guillermo Campuzano, Misionero Vicentino, vicerrector de Misión y Ministerio de la Universidad De Paúl, de Chicago, Estados Unidos y coordinador del equipo de reflexión teológica de la CLAR participa del Sínodo sobre la Sinodalidad y responde a Vatican News sobre su visión del Sínodo recientemente iniciado.
La colaboración de la Iglesia latinoamericana al camino sinodal
Guillermo Campuzano pone en evidencia que la Iglesia latinoamericana ha aportado muchos elementos a la actual reflexión sobre sinodalidad y subraya que “las líneas esenciales que avanza Francisco en su ministerio papal son líneas que nacieron en la reflexión en América Latina. La Iglesia pobre y para los pobres; la iglesia de comunión y de participación; la Iglesia comunidad de comunidades; la Iglesia de discípulos y misioneros. Estas son líneas teológicas que son esenciales en el tema de la sinodalidad y que nacen en el corazón de la reflexión de la Iglesia de América Latina”.
Esto genera en América Latina, afirma Campuzano un doble compromiso con el Papa “por el movimiento de Iglesia que está suscitando, una Iglesia nueva en la dimensión sinodal y por el compromiso que tenemos porque esto nace después del concilio como la reflexión que la Iglesia de América Latina ha hecho sobre sí misma”.
No tener miedo de lo nuevo ni del cambio
“Me mueve el corazón pensar que Francisco nos llama a no tener miedo de lo nuevo y del cambio”, afirma el misionero vicentino, quien testimonia sus sentimientos mientras escuchaba la homilía del Papa en la misa de apertura del Sínodo:
La invitación que sentí más fuerte (…) fue a no tener miedo de cambiar y a no tener miedo de hacernos nuevos en ese proceso que el Espíritu va suscitando: la libertad del Espíritu y la libertad que el Espíritu suscita en nosotros que nos hace libres y el llamado al consenso sinodal. La Iglesia está esperando, el pueblo de Dios está esperando tener voz (…) en la escucha de la voluntad de Dios que sucede en el diálogo”, insistió el religioso.
Los migrantes en el camino sinodal: la Iglesia, espacio para sanar las heridas
Campuzano también trabaja con comunidades migrantes en los Estados Unidos y de su experiencia relata:
Recientemente me reuní con el equipo nacional que está preparando el Encuentro Nacional Raíces y Alas. Raíces con Alas y Alas con raíces. Eso es la comprensión que tenemos los hispanos en Estados Unidos sobre el rostro de Iglesia que queremos, una Iglesia enraizada en el Evangelio y una Iglesia que se abre con alas nuevas hacia el mundo. En este grupo el tema de la sinodalidad cae muy bien.
El religioso subrayó que no todas las diócesis han comenzado el camino sinodal. Por otro lado, resalta que “el hispano, los migrantes cuando llegan a Estados Unidos tienen en la Iglesia y en el movimiento eclesial una manera de sanar los tejidos sociales y los tejidos familiares que perdieron al dejar sus tierras por cualquier motivo, por pobreza, por violencia, por violencia política” y, añade: esto “les ayuda a recuperar su voz, su acento, su compromiso, su vida”.
Los gritos de los pobres y de la tierra en el camino sinodal
Para Campuzano, el Sínodo sobre Sinodalidad y el proceso sinodal es “inseparable del movimiento que nace de la Laudato si’ y del movimiento que nace de la Fratelli tutti: la preocupación por la tierra y la preocupación por la humanidad y los gritos de la tierra y los gritos de la humanidad”.
El vicentino recuerda que “la sinodalidad sólo tiene sentido por la misión de la Iglesia. La misión de la Iglesia es una sola, es el Reino de Dios y el reino de Dios sólo es posible en la escucha de los gritos de la historia, de los gritos de los pueblos en las márgenes, de los gritos de la tierra, de los gritos de la ecología, de los gritos de los pueblos explotados, de la mujer, de los excluidos, de las comunidades negras, de las comunidades indígenas, de las comunidades campesinas”.
Finalmente expresó sus esperanzas de que la escucha de todas las voces de la tierra y de los pueblos “conviertan el corazón de la Iglesia” para que “sea lo que el Concilio dijo que la Iglesia era: Sierva y signo del Reino de Dios. Una Iglesia que no existe para ella, sino que existe para el Reino de Dios”.
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