El hambre en Siria y la oscuridad en el Líbano
Federico Piana – Ciudad del Vaticano
La Iglesia en Siria, además de la guerra, tiene ahora otra gran preocupación: la crisis económica que está arrastrando a la población ya agotada tras años de bombas y muerte a la más negra pobreza.
Si en el país de Asia occidental los combates se desarrollan principalmente en el noreste, dejando los principales centros urbanos relativamente tranquilos, sigue siendo más difícil, casi imposible, defenderse de la falta absoluta de alimentos, medicamentos, energía, e incluso agua potable.
Sin esperanza
"La gente se muere de hambre, las familias no pueden sobrevivir con dignidad, los jóvenes huyen a otros países con la esperanza de encontrar un futuro mejor".
Así lo denuncia, con voz sentida, monseñor Joseph Tobji, arzobispo de Alepo de los maronitas. Según el prelado la responsabilidad de todo esto se basa en la aplicación de las sanciones internacionales:
Iglesia en ayuda
Y es en esta situación, cada vez más dramática, cuando la Iglesia se moviliza, sustituyendo en muchos casos al Estado, incapaz de responder a las necesidades de la población. "Las instituciones eclesiásticas – dice monseñor Tobji – pagan la comida, las escuelas, las medicinas y a veces incluso el alquiler. No pretendemos hacerlo todo, sino sólo lo que podemos".
El Líbano, la muerte en el alma
También en el Líbano – que limita con Siria al norte y al este – la Iglesia está preocupada. Recién llegado de una misión al sureste de la capital, Beirut, el padre Abdo Raad grita su dolor:
La llaga de la corrupción
El sacerdote libanés – que viaja entre su país natal e Italia – utiliza la metáfora de la oscuridad para definir la situación en la que se encuentra toda la población:
Y la culpa – denuncia – “es del fracaso de la política, que en este caso es corrupta”.
La Iglesia alivia las heridas
El padre Radd admite que, en pocos años, "han aumentado los suicidios y los jóvenes que pueden intentan escapar por mar, incluso arriesgando su vida". La Iglesia intenta ayudar a la población pero – explica el sacerdote – "es muy poco lo que puede hacer porque no tiene muchos recursos económicos. Lo único que puede hacer es aliviar un poco las heridas, y esto ya lo está haciendo".
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