Confrontarse no es vencer sino encontrar la vía para estar juntos
Antonella Palermo – Praga
Segundo día de trabajo de la Asamblea continental del Sínodo en curso en la capital de la República Checa. Los delegados de los cuarenta y cinco países representados todavía están llamados a debatir numerosas cuestiones: desde la manera de conciliar los ritos orientales y latinos en el seno de la Iglesia católica hasta la figura del sacerdote en la comunidad, pasando por la "gobernanza" con relación al papel de la mujer en la Iglesia o la contribución de los laicos en la misión.
También se habla mucho de innovación en el lenguaje, pero ¿cómo vivir esta experiencia de escucha mutua de manera fecunda y evangélica? He aquí algunas aclaraciones que nos ofrece el sacerdote jesuita Giacomo Costa, Consultor de la Secretaría General del Sínodo y Jefe del grupo de trabajo para la elaboración del Documento para la Etapa Continental:
¿Qué quiere ser esta asamblea y qué no quiere ser?
“Es una etapa de diálogo entre la Iglesia universal y las Iglesias locales. Como Secretaría del Sínodo, hemos recibido todas las aportaciones de las Conferencias episcopales y hemos intentado devolver una interpretación lo más transparente y honesta posible. Ahora, en esta fase, de nuevo con el Documento en la mano, preguntamos a los delegados: ¿hemos escuchado bien, son éstas las cosas que les importaban? ¿Hay alguna que falte, alguna en la que haya que hacer especial hincapié? Este es el enfoque de esta sesión para que, desde una perspectiva europea, podamos destacar cuáles son los puntos fundamentales, las prioridades, y aquellos en los que aún no estamos preparados”.
“En Fratelli tutti se subraya que la universalidad de la Iglesia no es una universalidad abstracta, de grandes discursos pero de poca realidad. Por eso hemos invitado a las Iglesias vecinas a confrontarse, lo que también es bastante raro. Es una oportunidad de dar un paso para abordar los problemas también con ellos y poder ayudar a la Iglesia universal a través de su intercambio”.
En este sentido, la metodología de la conversación espiritual ayudará a discernir...
“Todo el mundo lo había experimentado y había quedado muy favorablemente impresionado. Es un método que activa un diálogo vivo. Vimos que era lo que más había ayudado. Hay un eje horizontal y un eje vertical: por un lado es realmente un método muy simple y lineal ir del yo al nosotros, en el sentido de que cada uno contribuye, después de rezar y escuchar profundamente, a decir en conciencia lo que le parece importante, pero esto no basta: se trata de decir bien poco a poco allí donde sentimos que el Espíritu nos sugiere un camino, donde sentimos que nuestro corazón arde”.
“Esto se refiere a la dimensión vertical, en el sentido de que es un ejercicio espiritual, una oración donde ayuda el silencio, que es esencial para entrar, no en ideologías que debemos propagar, sino en una experiencia donde con el Señor somos capaces de reconocer las dinámicas que dan vida, la alegría del Evangelio, y a partir de ahí elegir los pasos a dar”.
Para que la escucha del Espíritu esté verdaderamente encarnada y no se deslice hacia un espiritualismo estéril...
“Exactamente. Es muy importante no confundir la escucha del Espíritu con vagos espiritualismos abstractos. En realidad, en nuestras experiencias, en nuestras vidas, en nuestras dificultades, en nuestros encuentros, en nuestros fracasos, ahí actúa el Señor, actúa el Espíritu. Es una invitación a ser más realista, cuanto más espiritual se es, más se está con los pies en la tierra, y no al revés”.
¿Cómo pueden resolverse algunas cuestiones críticas, algunos malentendidos, algunos conceptos erróneos que pueden haber surgido hasta ahora en este proceso de escucha mutua?
“Esta es la riqueza de este tiempo, siempre, sin embargo – como dice Evangelii gaudium – no encerrándonos en las diferencias, en los conflictos, sino deseando crecer en la unidad, unidad que no es uniformidad, sino armonía. Cuando alguien vence al otro, cuando alguien domina y aplasta a los demás e impone su propio camino, eso no es sinodalidad”.
“Siempre habrá sensibilidades y perspectivas diferentes, pero el camino al menos señala una senda que, incluso en nuestra diversidad, deseamos recorrer juntos y cada uno de nosotros se siente cómodo en este camino. El Sínodo trata de construir esta carretera. Si este camino no existe, reconocemos que aún no estamos maduros en este tiempo, pero no podemos evitar el deseo de caminar”.
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