Amazonia: En un barco, la esperanza y el consuelo de Cristo
Hna. Débora Evangelina Vargas - A.S.C.J
La hermana Marcia Lopes Assis, perteneciente a la congregación Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, desempeña su tarea pastoral en la Parroquia Nuestra Señora de la Salud en Juruti-Pará del bajo Amazonas, perteneciente a la Diócesis de Óbidos, en Brasil.
La Hna. Marcia manifiesta que su “vocación ha sido misionera desde el principio” y a lo largo de su camino, el buen Dios siempre le ha sorprendido en la experiencia de misión que le ha permitido vivir.
“Todas han sido experiencias extraordinarias e intensas y estoy muy agradecida por ellas. Juruti no es diferente, una experiencia maravillosa que me ha permitido redescubrir la esencia de mi vocación y del carisma de nuestra fundadora que llevo dentro. El hogar aquí no tiene la connotación de otros lugares donde pensamos en algo estático, que satisface todas nuestras necesidades o en donde estamos a salvo de peligros externos. El hogar aquí puede estar en una barca de remos o en una hamaca instalada bajo un árbol de mango, en la calle o en un cobertizo abierto o dentro de la propia sacristía”.
Los niños, los mejores maestros
Entre las diversas actividades que realiza, la consagrada asesora al Consejo Misionero Parroquial (COMIPA), pastoral que acoge la exhortación del Papa Francisco a ser una "Iglesia en salida", una Iglesia misionera. El objetivo del COMIPA es llegar a las 78 comunidades que integran el sector parroquial, en especial las más lejanas, débiles y necesitadas, que se encuentran a más de 60 kilómetros.
Cruzar el río Amazonas, comenta la hermana Marcia, “no es tarea fácil. Cuando llegamos a la comunidad de Santa Rita, me recibieron los niños, muy tímidos y asustados por la llegada de un extraño, pero pronto nos convertimos en muy cercanos. Algunos tienen miedo porque me confunden con una enfermera o una dentista; otros me llaman maestra, pero casi todos se quedan cautivados permaneciendo cerca y diciendo que ellos también serán religiosos cuando crezcan”.
Como muestra de agradecimiento, los niños propusieron a la religiosa enseñarle a remar. “En los niños he encontrado a los mejores maestros”, añade.
Desafiar a la naturaleza
Uno de los múltiples desafíos que presenta la zona en la que la Hna. Marcia lleva a cabo su misión es “la tierra caída”, es decir, las islas que han desaparecido por la fuerza constante de las aguas. Esto provoca que algunas casas queden sumergidas y muchas familias deban alejarse hasta que el nivel del agua vuelva a bajar. Dichos hechos generan que la educación se adapte no al calendario civil sino al calendario de las aguas. Para trasladar a los niños a la escuela existe una barca escolar que los recoge en sus hogares.
Dormir en una hamaca con el sonido del agua del río; no tener ni teléfono móvil, entre otras experiencias, ayudaron a la consagrada a experimentar la compasión y a aprender una gran lección: “Aceptar las cosas como son” y agradecer el testimonio de fortaleza, esperanza y resiliencia ofrecido por las familias.
Un barco portador de esperanza
La consagrada participó en las expediciones 52° y 74° del “Barco Hospital Papa Francisco”. En esa oportunidad, junto a un grupo 35 colaboradores entre los que se encuentran 10 médicos, 2 dentistas y un sacerdote, Fray Alfonso Lambert, llevaron a cabo su tarea pastoral de atención humanitaria, defendiendo la vida y evangelizando, con sencillez y de amor.
La jornada en el barco comienza muy temprano con la celebración de la misa. Luego los profesionales atienden a las personas de acuerdo con sus dolencias. “Yo me dedico a la recepción de las familias, a la evangelización de los niños, al acompañamiento de los enfermos después de una cirugía o a las visitas si no pueden desplazarse. Distribuyo la eucaristía a los enfermos”, dice la Hna. Marcia.
En las expediciones efectuaron intervenciones quirúrgicas sencillas: algunos pacientes estuvieron esperando por 8 años. En su trayecto, visitaron la región Aritapera y la región indígena Mamuru. “Podemos hacer una analogía entre el Barco Hospital y Jesús: así como le llevaban a todos los enfermos para que los curara, lo mismo ocurría con el Barco Hospital”, afirma la Hns. Marcia.
Durante esos días, la religiosa experimentó una Iglesia samaritana que ofrecía la cura del amor: “Hay un propósito que da sentido a estar donde se está y a hacer lo que se hace. Que nada nos impida ser misión allí donde la Providencia nos coloque y que el amor sea el motor de todo”, concluyó la hermana.
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