El racismo y la discriminación racial, atentan contra la dignidad humana
Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
En 1979, la Asamblea General de la ONU decidió que debería organizarse todos los años en todos los Estados, a partir del 21 de marzo, una Semana de Solidaridad con los pueblos que luchan contra el Racismo y la Discriminación Racial.
La masacre de Sharpeville
Desde su triunfo electoral en 1948, el Partido Nacionalista sudafricano, estableció un régimen de segregación racial discriminatorio hacia la mayoría negra, conocido también como el régimen del apartheid (sistema de segregación racial). Para lograr que la segregación fuese también efectiva físicamente se estableció la obligación del “uso de pases” que permitían controlar cualquier desplazamiento de la población negra. Por su parte, el Congreso Nacional Africano y el Congreso Panafricano – partidos contrarios al apartheid – instaron a la población a dejar sus pases en casa y presentarse en las comisarías para ser detenidos como forma de protesta. El 21 de marzo de 1960, en la localidad de Sharpeville, cerca de la ciudad de Vereeniging, se organizó una gran “manifestación contra los pases” ante la que la policía optó por abrir fuego. Murieron 69 personas y cerca de 200 resultaron heridas.
Eliminación de la Discriminación Racial
Seis años después, en 1966, la ONU proclamó el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, que se celebra el 21 de marzo todos los años, pidiendo a los países y a la Comunidad Internacional que redoblen los esfuerzos para eliminar todas las formas de discriminación racial.
Desde entonces, el sistema del apartheid en Sudáfrica ha sido desmantelado. En muchos países se han suprimido leyes y prácticas racistas. Aun así, el racismo, la xenofobia y la intolerancia son problemas comunes en todas las sociedades. Las prácticas discriminatorias son frecuentes, sobre todo contra los migrantes, refugiados y los afrodescendientes, a pesar de que en el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se proclama que, “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. De igual forma, se precisa en el artículo 2º, “que toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza o de cualquier otra índole”.
El Papa sobre el racismo y la xenofobia
En su Discurso entregado a los participantes en la “Conferencia Mundial sobre xenofobia, racismo y nacionalismo populista en el contexto de las migraciones mundiales”, el jueves 20 de septiembre, en el Vaticano, el Papa Francisco les dijo que, “ante la difusión de las nuevas formas de xenofobia y racismo, los líderes de todas las religiones tienen también una misión importante: difundir entre sus fieles los principios y los valores éticos inscritos por Dios en el corazón del hombre, conocidos como la ley moral natural”.
El Papa: la intolerancia atenta contra la dignidad
A ellos, el Santo Padre les recordó que, vivimos en tiempos en los que parecen volver a tomar vida y propagarse sentimientos que para muchos se habían superado. “Sentimientos de sospecha, miedo, desprecio e incluso odio hacia personas o grupos considerados diferentes por su pertenencia étnica, nacional o religiosa y, como tales, considerados no suficientemente dignos de participar plenamente en la vida de la sociedad. Estos sentimientos – precisó el Pontífice – inspiran con demasiada frecuencia verdaderos y actos reales de intolerancia, discriminación o exclusión, que atentan gravemente contra la dignidad de las personas afectadas y sus derechos fundamentales, incluido el derecho a la vida misma y a la integridad física y moral”.
El Papa: superar los prejuicios raciales
Por ello, el Obispo de Roma precisó que, “Todos estamos llamados, en nuestras respectivas funciones, a cultivar y promover el respeto de la dignidad inherente a toda persona humana, empezando por la familia – el lugar en el que se aprenden desde muy temprana edad los valores de compartir, de la hospitalidad, de la hermandad y solidaridad – pero también en los diversos contextos sociales en los que operamos”. Antes que nada, precisó el Papa, pienso en los formadores y educadores, a quienes se les pide que renueven su compromiso para que en la escuela, en la universidad y otros lugares de formación se enseñe el respeto de cada persona humana, no obstante las diferencias físicas y culturales que la distinguen, superando los prejuicios.
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