Acapulco, testimonios del huracán que lo ha destruido todo
Luana Foti – Ciudad del Vaticano
En la madrugada del 25 de octubre, en la costa sur del Pacífico mexicano, el diálogo entre el océano, la atmosfera y el aire cálido y húmedo explotó. En menos de 12 horas, por varios factores como la cantidad de aire cálido evaporada desde la superficie oceánica, la que era una tormenta tropical se transformó en huracán categoría 5, la más elevada de la escala Saffir-Simpson. Los vientos del huracán Otis, que en el pico máximo alcanzaron los 270 kilómetros por hora, redujeron Acapulco, una vez llamada “la perla del pacífico mexicano”, en un cumulo de láminas, árboles abatidos, postes caídos, cables cortados, barcos hundidos, edificios destruidos, vehículos volcados. Nadie se lo esperaba, no hubo plan de evacuación y todos se quedaron atrapados a merced de la furia de los vientos.
“Es una destrucción total, es como si hubiese caído una bomba”, relata Jorge Ángel Almeida Serrano, joven acapulquense. Vatican News recogió su testimonio junto a él de Yazmín Kuri, joven de 23 años que trabaja en Guadalajara mientras que su familia vive en Acapulco.
Las horas del terror
Otis, el huracán más rápido e intenso que se desencadenó en esa zona del Pacífico, tocó tierra en Acapulco a las 00.25am. Unos minutos antes, en Guadalajara, Yasmín Kuri recibe un mensaje de su madre desde Acapulco: “Ay, caray hija. Esto está muy fuerte”. Después, se perdieron las comunicaciones y empezó lo que Jorge describe como “el terror”: “Empezó a soplar fuerte, a tirar láminas, tinacos, a destruirlo todo. Se cayeron postes, nos tiró el portón de la casa, un árbol se cayó y nos tapó la entrada de la puerta. Se tapó la coladera, nos empezamos a inundar, y por el fuerte viento también en la parte de arriba nos entró el agua”, relata el joven.
Cuando llegó el amanecer, después de no dormir durante toda la noche, Jorge se fue a buscar a su madre que vive en Diamante, la zona poniente del puerto. “Me salí temprano en una moto aferrado a buscar a mi mamá. Empecé a brincar banquetas, árboles, postes, cables de luz, escombros, de todo. Diamante estaba inundado. Cuando pude llegar hasta mi casa, vi a mi mamá y la abracé, pues fue un momento muy conmovedor”.
La gente que lo perdió todo
La casa familiar de Yasmín también se inundó, todos los cuartos se mojaron y se cayó la palapa que estaba en la parte de arriba. Pero, “gracias a Dios solamente fueron danos de afuera, nosotros estamos bien y la casa está de pie” comparte Yasmín reconociendo la suerte que en cambio muchas familias acapulquenses no tuvieron. “Es muy triste la situación porque los que tenían todo y hasta los que no tenían casi nada, todos se quedaron sin nada” dice Yasmín.
Jorge le hace eco: “Lo que más me impacta es que hay familias que lo perdieron todo, sobre todo en las zonas rurales. Vemos a gente que viven vulnerables y salen a la calle con botellitas así vacías pidiendo agua, comida, algo que tomar,” y añade conmovido: “yo soy fotógrafo de paisajes y siempre trato de fotografiar lo más bonito. Crean que hasta el momento no tuve el valor de fotografiar a Acapulco”.
Los datos
Según los datos oficiales hasta ahora resultan fallecidas 48 personas y 36 desaparecidas (aunque esas cifras siguen en actualización y son un tema de controversia entre el gobierno y unos medios porque no siempre coinciden), casi el 90% de las viviendas y 580.000 personas resultan afectadas por el paso del huracán. Las pérdidas económicas podrían rondar los 15.000 millones de dólares.
El incremento de la basura y el riesgo de enfermedades
Yasmín señala que el problema principal ahora es el incremento incalculable de la basura. Esto, junto con el agua encharcada en las calles, favorecen la difusión de las enfermedades del estómago y de los mosquitos que traen la enfermedad del dengue.
La inseguridad
Otro gran problema en Acapulco es la delincuencia. La mayoría de las tiendas destruidas por el huracán han sido saqueadas y lo mismo ocurre en las casas. “En las colonias hay varias cuadras y la gente se pone de acuerdo para cerrar la cuadra a cierta hora de la noche. Como no hay luz hacen fogatas” refiere Jorge, “incluso están armados y a cada rato se oyen balazos porque para asustar a la gente desconocida que va caminando para que no se vayan a meter a querer robar, tirar balazos al aire”. Cuenta así Jorge la manera en la que los vecinos han pensado de protegerse sin esperar el ayuda del ejército.
¿Y ahora qué?
¿Y ahora qué? Se preguntan todos. La madre de Yasmín comparte con su hija la preocupación para las dificultades de la reconstrucción, pero dice que imposible no va a ser: “Acapulco se va a poder levantar”. Jorge también lo tiene claro: “Acapulco nos ha dado mucho. Ahora se trata de seguir adelante, echándole mucha fuerza para lograr lo que se venga y vamos a seguir firmes y hasta donde tope”.
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