Cuanto más unidos estemos a Jesús nos sentiremos responsables de los demás
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
"Nadie se salva solo - Paz y Fraternidad", es éste el título del trigésimo cuarto encuentro de Oración por la Paz en el espíritu de Asís, promovido por la Comunidad de Sant'Egidio, y que se llevó a cabo en Roma, debido a la pandemia. Recordamos esta histórica jornada fue querida por el Papa Juan Pablo II en 1986. Desde el corazón de Europa, se ofreció al mundo un solemne momento de reflexión, oración y de encuentro: un mensaje de esperanza para el futuro en el nombre del bien más grande, el de la Paz. Tras las oraciones en diversas religiones en lugares distintos, los cristianos oraron esde la Basílica de Santa María Ara Coeli, en presencia del Papa Francisco, de Bartolomé, el Patriarca e Constantinopla, y de diversas Iglelsias ortodoxas y protestantes, los líderes religiosos se encontraron juntos en la Plaza del Capitolio para la ceremonia final, donde se recordaron todas las víctimas de la pandemia y de todas las guerras. Y al final del mismo, se firmó un llamamiento común por la paz.
De la Cruz brota el perdón, renace la fraternidad
El Papa Francisco, tras mencionar el pasaje bíblico que se leyó sobre la Pasión de Jesús, dijo que en el Calvario tuvo lugar el gran duelo entre “Dios que vino a salvarnos y el hombre que quiere salvarse a sí mismo; entre la fe en Dios y el culto al yo; entre el hombre que culpa y Dios que perdona. Y llegó la victoria de Dios, su misericordia descendió en el mundo”. De la Cruz brota el perdón, renace la fraternidad: «La cruz nos hace hermanos», dijo recordando las palabras de Benedicto XVI al final del Vía Crucis, en el 2008. Los brazos de Jesús, abiertos en la cruz, marcan un punto de inflexión, porque Dios, afirmó, no señala con el dedo a nadie, sino que abraza a todos. “Porque sólo el amor apaga el odio, sólo el amor vence a la injusticia. Sólo el amor deja lugar al otro. Sólo el amor es el camino para la plena comunión entre nosotros”.
En su homilía el Papa dijo que este pasaje de la Pasión del Señor, se sitúa poco antes de la muerte de Jesús y habla de la tentación que se cierne sobre Él, exhausto en la cruz. “Mientras vive el momento del dolor y del amor más extremo, muchos, sin piedad, lanzan unas palabras contra Él: «Sálvate a ti mismo». Es una tentación crucial, que nos amenaza a todos, también a nosotros, cristianos”.
Es la tentación de pensar sólo en protegerse a sí mismo o al propio grupo, de tener en mente solamente los propios problemas e intereses, mientras todo lo demás no importa. Es un instinto muy humano, dijo el Papa, pero malo, y es la última provocación al Dios crucificado.
Sálvate a ti mismo
“Lo dicen primero «los que pasaban». Era gente común, que había escuchado hablar a Jesús y lo habían visto hacer prodigios. Ahora le dicen: «Sálvate a ti mismo bajando de la cruz». No tenían compasión, sino ganas de milagros, de verlo bajar de la cruz”.
Al respecto, Francisco dijo que es este tipo de dios, el que muchos preferiríamos, “un dios espectacular más que compasivo, un dios potente a los ojos del mundo, que se impone con la fuerza y desbarata a quien nos odia”. Pero esto no es de Dios, señaló, es nuestro yo. “Cuántas veces queremos un dios a nuestra medida, más que llegar nosotros a la medida de Dios; un dios como nosotros, más que llegar a ser nosotros como Él”, dijo. Pero así, en vez de la adoración a Dios preferimos el culto al yo.
Y este culto, advirtió Francisco, es un culto que crece y se alimenta con la indiferencia hacia el otro. Los que pasaban y miraban a Jesús, “les interesaba sólo para satisfacer sus antojos. Pero, reducido a un despojo en la cruz, ya no les interesaba más. Estaba delante de sus ojos, pero lejos de su corazón. La indiferencia los mantenía distantes del verdadero rostro de Dios”.
Y siguiendo con el relato bíblico, el Santo Padre, recordó el momento en el que delante de Jesús, dan un paso al frente los jefes de los sacerdotes y los escribas. Eran los que habían condenado a Jesús porque representaba un peligro. “Pero todos somos especialistas en colgar en la cruz a los demás con tal de salvarnos a nosotros mismos. Jesús, en cambio, se deja clavar para enseñarnos a no descargar el mal sobre los demás: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar». Conocían a Jesús, recordaban sus curaciones y las liberaciones que había realizado, y relacionan todo esto con malicia: insinúan que salvar, socorrer a los demás no conduce a ningún bien; Él, que se había entregado tanto por los demás, se está perdiendo a sí mismo”.
Sobre este pasaje, el Papa dijo que esta acusación es “sarcástica y se reviste de términos religiosos, usando dos veces el verbo salvar”. Pero el “evangelio” del sálvate a ti mismo, dijo, no es el Evangelio de la salvación. Es el evangelio apócrifo más falso, que carga las cruces sobre los demás. El Evangelio verdadero, en cambio, afirmó, carga con las cruces de los otros.
Sálvate a ti mismo
Al final, dijo Francisco, incluso los crucificados que estaban junto a Jesús se unen al clima de hostilidad contra Él. “¡Qué fácil es criticar, hablar en contra, ver el mal en los demás y no en uno mismo, hasta llegar a descargar las culpas sobre los más débiles y marginados! Pero, ¿por qué los crucificados se ensañan con Jesús? Porque no los quita de la cruz. Le dicen: «Sálvate a ti mismo y a nosotros». Sólo buscan a Jesús para resolver sus problemas”.
Dios no viene tanto a liberarnos de los problemas, que siempre vuelven a presentarse, sino para salvarnos del verdadero problema, que es la falta de amor. Esta es la causa profunda de nuestros males personales, sociales, internacionales, ambientales, dijo el Papa, pensar sólo en sí mismo es el padre de todos los males.
Aprender del Señor, que nos ha salvado despojándose a sí mismo
El Papa pidió a Dios crucificado la gracia de estar todos más unidos, de ser más fraternos. Y cuando estemos tentados, dijo por último, de seguir la lógica del mundo, recordemos las palabras de Jesús: «Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará». “Lo que a los ojos de los hombres es una pérdida, para nosotros es salvación. Aprendamos del Señor, que nos ha salvado despojándose de sí mismo, haciéndose otro: de Dios hombre, de espíritu carne, de rey siervo. También a nosotros nos invita a “hacernos otros”, a ir al encuentro de los demás”.
Cuanto más unidos estemos al Señor Jesús, seremos más abiertos y “universales”, porque nos sentiremos responsables de los demás. Y el otro será el camino para salvarse a sí mismo: cada semejante, cada ser humano, cualquiera sea su historia o su religión. Comenzando por los pobres, los más parecidos a Jesús.
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