El Papa: Promover comunidades que no uniformen sino abiertas
Renato Martinez - Vatican News
“Es escandaloso que la riqueza generada por el desarrollo económico no beneficie a todos los sectores de la sociedad. Y es triste que sea precisamente entre los nativos donde se registran a menudo muchos índices de pobreza, a los que se unen otros indicadores negativos, como la baja escolarización, el no fácil acceso a la vivienda y a la asistencia sanitaria”, lo dijo el Papa Francisco este 27 de julio durante el Encuentro con las autoridades civiles, los Representantes de los pueblos indígenas y el Cuerpo Diplomático, reunidos en la Citadelle de Québec, Canadá, en el marco de su 37 Viaje Apostólico.
La capacidad de escuchar a Dios, a las personas y a la naturaleza
En su discurso a las personas que tienen la responsabilidad de servir a los habitantes de este gran país que, “de mar a mar”, ofrece un extraordinario patrimonio natural, el Santo Padre resaltó los inmensos y espectaculares bosques de arce, que hacen que el paisaje canadiense sea único y colorido, y son el símbolo por excelencia de estas tierras: “Aunque esto haya sucedido en tiempos bastante recientes, los arces custodian sin embargo el recuerdo de muchas generaciones pasadas, mucho antes de que los colonos llegaran a suelo canadiense. Los pueblos nativos extraían de ellos savia con la que elaboraban nutritivos jarabes”.
"Esto nos lleva a pensar en su laboriosidad, siempre atentos a salvaguardar la tierra y el medio ambiente, fieles a una visión armoniosa de la creación, un libro abierto que enseña al hombre a amar al Creador y a vivir en simbiosis con los demás seres vivos", dijo.
“Renuevo mi petición de perdón por el mal cometido”
Sin embargo, el Papa Francisco señaló que, estas lecciones vitales han sido objeto de una violenta oposición en el pasado. “Pienso especialmente en las políticas de asimilación y desvinculación, que incluían el sistema de escuelas residenciales y que dañaron a muchas familias indígenas, minusvalorando su lengua, su cultura y su visión del mundo. En ese deplorable sistema promovido por las autoridades gubernamentales de la época, que separó a tantos niños de sus familias, estuvieron involucradas varias instituciones católicas locales, por lo que expreso vergüenza y dolor y, junto con los Obispos de este país, renuevo mi petición de perdón por el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas. Es trágico cuando algunos creyentes, como ocurrió en ese período histórico, no se adecuan al Evangelio sino a las conveniencias del mundo".
Voluntad concreta para la promoción de las culturas indígenas
En este sentido, el Santo Padre dijo que, la Santa Sede y las comunidades católicas locales mantienen una voluntad concreta respecto a la promoción de las culturas indígenas, con caminos espirituales específicos y apropiados, que incluyan la atención a sus tradiciones culturales, sus costumbres, sus lenguas y sus procesos educativos propios, en el espíritu de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
“Es nuestro deseo -expresó- renovar la relación entre la Iglesia y los pueblos indígenas de Canadá, una relación marcada tanto por un amor que ha dado grandes frutos como también, lamentablemente, por heridas que nos estamos esforzando en comprender y sanar”.
El peligro de las colonizaciones ideológicas
El Papa Francisco también señaló que, aquella «historia de dolor y de desprecios», originada por una mentalidad colonizadora, «no se sana fácilmente». Al mismo tiempo, nos advierte que «la colonización no se detiene, sino que en muchos lugares se transforma, se disfraza y se disimula». Este es el caso de las colonizaciones ideológicas. Si en su momento la mentalidad colonialista se desentendió de la vida concreta de los pueblos, imponiendo modelos culturales preestablecidos, tampoco faltan hoy colonizaciones ideológicas que contrastan la realidad de la existencia y que sofocan el apego natural a los valores de los pueblos, intentando desarraigar sus tradiciones, su historia y sus vínculos religiosos. Es una mentalidad que, presumiendo de haber superado “las oscuras páginas de la historia”, da cabida a la así llamada cultura de la cancelación, que juzga el pasado sólo en función de ciertas categorías actuales.
«El futuro de la humanidad se fragua en la familia»
Por otro lado, el Santo Padre resaltó que, el rico follaje multicolor de los árboles de arce nos recuerda la importancia de la totalidad, la importancia de promover comunidades humanas que no uniformen, sino que sean realmente abiertas e inclusivas. Y así como cada hoja es esencial para enriquecer el follaje, también cada familia, célula fundamental de la sociedad, debe ser valorada, porque «el futuro de la humanidad se fragua en la familia». Ella es la primera realidad social concreta, pero se ve amenazada por muchos factores, como la violencia doméstica, la intensificación del trabajo, la mentalidad individualista, el afán desenfrenado de hacer carrera, el desempleo, la soledad de los jóvenes, el abandono de los mayores y de los enfermos... Los pueblos indígenas tienen mucho que enseñarnos sobre el cuidado y la protección de la familia, donde ya desde niños se aprende a reconocer lo que está bien y lo que está mal, a decir la verdad, a compartir, a corregir los errores, a empezar de nuevo, a darse ánimo, a reconciliarse.
No necesitamos dividir el mundo en amigos y enemigos
Volvamos a la hoja de arce. En tiempos de guerra, los soldados la utilizaban como venda y emplasto para las heridas. Hoy, ante la locura sin sentido de la guerra, necesitamos de nuevo calmar los extremismos de la contraposición y curar las heridas del odio. Una testigo de algunas trágicas violencias del pasado dijo recientemente que «la paz tiene su propio secreto: no odiar nunca a nadie. Si se quiere vivir no se debe odiar nunca». No necesitamos dividir el mundo en amigos y enemigos, distanciarnos y armarnos hasta los dientes: no será la carrera armamentística ni las estrategias de disuasión las que traigan la paz y la seguridad.
Memoria y sabiduría impulso para el futuro
El Papa Francisco además señaló que, los grandes retos actuales, como la paz, el cambio climático, los efectos de las pandemias y las migraciones internacionales, están unidos por una constante: son globales, afectan a todos. Y si todos ellos hablan de la necesidad del conjunto, la política no puede quedar prisionera de los intereses partidistas. Hay que saber mirar, como enseña la sabiduría indígena, a las siete generaciones futuras, no a la conveniencia inmediata, a los plazos electorales o al apoyo de los lobbies. Y también valorar los deseos de fraternidad, justicia y paz de las jóvenes generaciones. Sí, para recuperar la memoria y la sabiduría es necesario escuchar a los mayores, y para tener impulso y futuro es necesario abrazar los sueños de los jóvenes. Ellos se merecen un futuro mejor que el que les estamos preparando, se merecen participar en las decisiones sobre la construcción del hoy y del mañana, especialmente sobre el cuidado de la casa común, para el cual los valores y las enseñanzas de los pueblos indígenas son valiosos.
El multiculturalismo es un reto permanente
Cuando la comisión correspondiente evaluó los miles de bocetos recibidos para la realización de la bandera nacional, muchos de ellos presentados por personas comunes, sorprendió que casi todos ellos contuvieran la representación de la hoja de arce. La participación en torno a este símbolo compartido me sugiere subrayar una palabra clave para los canadienses: multiculturalismo. Este está en la base de la cohesión de una sociedad tan diversa como son los colores de las copas de los árboles de arce. La misma hoja de arce, con su multiplicidad de puntas y lados, sugiere una figura poliédrica, mostrando que ustedes son un pueblo capaz de incluir, para que los que vengan puedan encontrar un lugar en esa unidad multiforme y aportar su propia y original contribución.
Superar la retórica del miedo hacia los inmigrantes
En este sentido, el Santo Padre expresó su agradecimiento por la generosidad en acoger a numerosos inmigrantes ucranianos y afganos. Pero también es necesario trabajar para superar la retórica del miedo hacia los inmigrantes y darles, según las posibilidades del país, una oportunidad concreta de participar responsablemente en la sociedad. Para ello, los derechos y la democracia son indispensables. Pero también es necesario hacerle frente a la mentalidad individualista, recordando que la vida en común se basa en premisas que el sistema político por sí solo no puede producir. También en esto, la cultura indígena es un gran apoyo al recordarnos la importancia de los valores de la socialización. Y también la Iglesia católica, con su dimensión universal y su atención hacia los más frágiles, con su legítimo servicio a favor de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, se complace en ofrecer su contribución.
Remediar la radical injusticia que contamina nuestro mundo
Finalmente, el Santo Padre indicó que, en estos últimos días, numerosas personas necesitadas llaman a las puertas de las parroquias. Incluso en un país tan desarrollado y avanzado como Canadá, que dedica mucha atención a la asistencia social, no son pocos los indigentes que dependen de las iglesias y los bancos de alimentos para obtener la ayuda y el apoyo básicos, que —no lo olvidemos— no son sólo materiales. Estos hermanos y hermanas nos llevan a considerar la urgencia de trabajar para remediar la radical injusticia que contamina nuestro mundo, a causa de la cual la abundancia de los dones de la creación se distribuye de forma demasiado desigual. Es escandaloso que la riqueza generada por el desarrollo económico no beneficie a todos los sectores de la sociedad. Y es triste que sea precisamente entre los nativos donde se registran a menudo muchos índices de pobreza, a los que se unen otros indicadores negativos, como la baja escolarización, el no fácil acceso a la vivienda y a la asistencia sanitaria.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí