La oración del Papa a “Nuestra Señora Apurada”
Johan Pacheco – Fátima
El Santuario de Nuestra Señora en Fátima (Portugal), un lugar para el encuentro de todas las oraciones, recogidas por la “Virgen Apurada” para llevarlas a su Hijo. El Papa Francisco también trae sus oraciones en su corazón, las mismas preocupaciones de la humanidad y elevadas al cielo en el silencio delante a la imagen de la Madre de Dios.
El sábado 5 de agosto, un sol se alza —entre las nubes grises del cielo— al lado posterior del Santuario de Fátima, mientras las campanas del templo suenan, y los peregrinos llegan con sus banderas y el Papa Francisco venía en helicóptero desde Lisboa, para elevar una oración por la paz en el mundo y la salud de los enfermos.
Al entrar al Santuario en el papamóvil, se forma un gran corredor de peregrinos que el Santo Padre va saludando con la mirada preferencial a los enfermos y los más pequeños, impartiendo su bendición a todos.
Los cantos litúrgicos preparan el ambiente para la oración, con el Rosario en la mano y fijando la mirada en la imagen de la Virgen de Fátima, todos acompañan el rezo de cada Avemaría. Este es el momento de oración con el rezo del santo Rosario, al que se unen múltiples formas de oración manifestadas durante la Jornada Mundial de Juventud en Portugal.
El Papa Francisco durante el rezo del Rosario, siempre frente a la imagen de la Virgen de Fátima seguía con atención cada plegaria, acompañado por más 200.000 personas presentes en el Santuario y los millones fieles que seguían a través de los medios de comunión.
Los jóvenes de la JMJ presentes en Fátima, elevaban también fuerte su voz para cantar con la alegría del joven que se apresurara como la Virgen María a anunciar el Evangelio de Jesús. Y gritan: viva la Virgen María, viva el Papa, viva la Iglesia…
Una de las oraciones, en el cuarto misterio por la paz, decía: “Recemos por la paz, para que la Virgen Santa María, que en Fátima pidió ‘quiero que recen el Rosario para alcanzar la paz’, presente nuestras oraciones al Señor y se conceda al mundo un tiempo duradero de paz”, la pronunció un sacerdote antes de la decena correspondiente de las Avemarías.
Los silencios, en diversos momentos de la oración, dejaban espacio a Dios para que hablara al corazón de cada persona, mientras se dirigían las oraciones con emotiva devoción. Los silencios del Sato Padre mirando a la Virgen reflejaba también su intensa oración, como en cada ocasión por la paz.
El Papa Francisco dirigió un mensaje luego de la oración mariana en la Capilla de las Apariciones, reconociendo en María como “Nuestra Señora Apurada” que no desestima esfuerzos para ir encuentro del otro o llevar las oraciones de los fieles a su Hijo.
“Hay tantas advocaciones de María, pero una que podemos decir también pensando, es esta: La Virgen que sale corriendo, cada vez que hay un problema, cada vez que la invocamos, no tarda, viene, se apura, “Nuestra Señora Apurada”, manifestó el Papa.
Y recuerda a la multitud la misión de la Virgen: “María en su vida no hace otra cosa que señalar a Jesús. “Hagan lo que Él les diga”, sigan a Jesús, estos son los dos gestos de María, pensémoslo bien, nos acoge a todos, y señala a Jesús, y esto lo hace un poco apurada”.
“Y hoy está aquí entre nosotros, está siempre entre nosotros, pero hoy la sentí mucho más cerca. María apurada”, reiteró el Pontífice.
La visita y la oración del Papa en el Santuario de Fátima es la misma confianza de un pueblo que confía en la Madre Dios, que su intercesión lleva al consuelo de su Hijo en medio de la enfermedad y la discordia. La “Virgen Apurada”, como la ha llamado Francisco sigue diciéndonos hoy: “Hagan lo que él les diga” (Jn 1, 12)
La oración del Papa Francisco
Oh María, nosotros te amamos y confiamos en ti. Y a ti, ahora, nos encomendamos nuevamente. Con corazón de hijos te consagramos nuestras vidas, para siempre. Te consagramos la Iglesia y el mundo, especialmente los países en guerra. Obtén para nosotros la paz. Tú, Virgen del camino, abre senderos donde parece que no existen. Tú, que desatas los nudos, deshace los enredos del egoísmo y los lazos del poder. Tú, que nunca te dejas ganar en generosidad, llénanos de ternura, cólmanos de esperanza y haznos gustar la alegría que no pasa, la alegría del Evangelio. Amén.
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