El Papa: Escuchemos la voz del Espíritu que silencia las habladurías
Vatican News
¿Qué ha escuchado el Espíritu Santo? ¿De qué nos habla? Es lo que plantea el Papa en su alocución previa a la oración del Regina Caeli, en la Solemnidad de Pentecostés. Francisco centra su reflexión en el Evangelio de la liturgia, donde Jesús habla del Espíritu Santo, y dice que Él nos enseña “todo lo que ha oído”:
Nos habla con palabras que expresan sentimientos maravillosos, como el afecto, la gratitud, la confianza, la misericordia. Palabras que nos permiten conocer una relación bella, luminosa, concreta y duradera como es el Amor eterno de Dios: las palabras que el Padre y el Hijo se dicen. Son precisamente las palabras transformadoras del amor las que el Espíritu Santo repite en nuestro interior, y las que nos hace bien escuchar, porque estas palabras hacen nacer y hacen crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos y los mismos propósitos: son palabras fecundas.
Por eso, - señala el Papa - "es importante que nos nutramos cada día de la Palabra de Dios, de la Palabra de Jesús, inspirada por el Espíritu Santo: Y tantas veces digo que hay que leer un pasaje del Evangelio, llevar un Evangelio pequeño, de bolsillo..."
La palabra de Dios silencia las habladurías
Francisco cita las palabras del sacerdote y poeta Clemente Rebora, hablando de su conversión, quien en su diario escribía: "¡Y la Palabra acalló mi palabrerío!" (Curriculum vitae). Y reflexiona:
Escuchar la Palabra de Dios silencia nuestras habladurías superficiales y nos hace decir palabras serias, palabras bellas, palabras alegres.(...) Escuchar la Palabra de Dios hace callar las habladurías. He aquí cómo dar espacio en nosotros a la voz del Espíritu Santo. Y, además, mediante la adoración, no olvidemos la adoración silenciosa... Y también decir dentro de nosotros palabras buenas, decirlas al corazón para poder decirlas a los demás, después (...) Y así se nota que vienen de la voz dulce del Consolador, del Espíritu.
Continuando su alocución, el Santo Padre dice que “leer y meditar el Evangelio, rezar en silencio, decir palabras buenas; no son cosas difíciles, todos podemos hacerlo. Es más fácil que insultar o enojarse...". Por eso, invita a preguntarnos:¿qué lugar tienen estas acciones en mi vida? ¿Cómo puedo cultivarlas, a fin de ponerme a escuchar mejor al Espíritu Santo y ser su eco para los demás?
Y, en la conclusión de su reflexión, dirige su oración a María “presente en Pentecostés con los apóstoles” para que “nos haga dóciles a la voz del Espíritu Santo”.
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