s. Silverio, papa
La vida de Silverio está señalada por diversas controversias, empezando por el lugar de su nacimiento, disputado -según las distintas fuentes- entre Frosinone, de la que es actualmente patrón, y la vecina localidad de Ceccano, donde no hay rastro de un culto dedicado a él. Nombrado 58º Papa de la Iglesia de Roma por voluntad del rey Ostrogodo Teodato, su pontificado duró sólo un año debido al estallido de la guerra greco-gótica entre Constantinopla y los Ostrogodos, que duró por 18 largos años.
Una designación muy controvertida
El 22 de abril de 536 el Papa Agapito I murió en Constantinopla, abriendo, de hecho, las disputas en Oriente y Occidente por la elección del sucesor. En medio del descontento generalizado y, según la primera parte de la biografía del Liber pontificalis, el rey Ostrogodo Teodato impuso como Papa a Silverio, que en ese momento sólo era subdiácono, un ministerio eclesial considerado "demasiado bajo" para acceder directamente al ministerio del sucesor de san Pedro. Junto a la designación del diácono Silverio como Papa, el rey Teodato, amenazaba con sofocar por la fuerza cualquier oposición proveniente de la nobleza o del clero. Por tales motivos, todos debieron callar y obedecer, poniendo buena cara ante tan violenta imposición. En medio a este triste cuadro de la Iglesia de Roma, apareció también Teodora, que era la esposa de Justiniano, el emperador romano de Oriente, y que defendía la herejía monofisita y que se oponía a la designación de Silverio como Papa, pues ella ya había dispuesto que el sucesor de Agapito habría sido Vigilio, su fiel servidor.
¿Qué era la herejía monofisita?
El monofisismo fue una doctrina teológica desarrollada alrededor del año 400 por el archimandrita Eutico, el abad de un monasterio de Constantinopla que, en práctica, reconocía sólo la naturaleza divina de Jesucristo. Según esta doctrina teológica la naturaleza humana de Jesús se "con-fundió" con la divina cuando "fue absorbida" por el Verbo divino y como resultado "se disolvió" en la naturaleza divina. El monofisismo perdió así el auténtico significado de la unión hipostática consustancial, sin con-fusion, de la persona divina del Verbo con la naturaleza humana real del hombre Jesús. La afirmación de que la naturaleza divina de Jesús fuera su única naturaleza (mono-physis), desconoció de hecho su doble naturaleza divina y humana y, por ello, fue calificada como herética en el Concilio de Calcedonia en el año 451. Aún así, esta doctrina consiguió reunir muchos prosélitos en torno a los siglos V y VI, provocando el cisma de las iglesias copta, armenia y jacobita de Siria; separación doctrinal que perdura hasta el día de hoy.
Un complot fraguado en Oriente
Además de los problemas doctrinales asociados al monofisismo en Oriente y Occidente, la situación se complicó aún más desde el punto de vista político en la península itálica: disputada en ese entonces entre las fuerzas de Constantinopla y las de los Godos invasores. Obviamente, las consecuencias de tales conflictos recayeron también en el ámbito religioso durante el pontificado de Silverio. El emperador Justiniano declaró la guerra a los Ostrogodos enviando a su mejor general, Belisario, que consiguió llegar a Roma, y en su camino hizo que Vitiges, el nuevo rey Ostrogodo que había sucedido a Teodato, se refugiara en Rávena. En este contexto, Teodora siguió librando su batalla personal contra Silverio, intentando que este suavizara su posición a favor del monofisismo, pero al no conseguirlo, urdió un complot: hizo circular una carta falsa donde Silverio prometía abrir las puertas de Roma para que el rey de los Godos Vitiges, entrara para liberarla de los bizantinos. Silverio puso en claro tales falsedades y dejó el Laterano para recluirse en la Basílica de santa Sabina. Pero tiempo después Belisario, su esposa Antonina y Vigilio, inventaron nuevas acusaciones contra Silverio, que esta vez no se defendió. De ese modo, Silverio fue despojado de sus hábitos pontificios, fue revestido como monje y exiliado a Constantinopla. Ni siquiera el emperador Justiniano pudo hacer nada por él y sufrió el exilio en Patara, en Licia. En su lugar Vigilio tomó su lugar como el nuevo Papa que sí fue complaciente con el monofisismo.
Exilio en la isla de Palmarola
Cuando el obispo de Patara aportó al emperador pruebas irrefutables de la inocencia de Silverio, Justiniano se vio obligado a liberarlo y a hacerlo regresar a Roma. Allí, sin embargo, Vigilio, contratacó y obligó al general Belisario a capturar a Silverio y a deportarlo esta vez a la isla pontina de Palmarola. Fue allí donde Silverio, en un intento de poner fin al cisma entre las Iglesias, decidió abdicar y después de aproximadamente un mes, el 2 de diciembre, murió. La Iglesia universal lo recuerda en ese día. Sus restos mortales, en contra de la costumbre de sepultar a los Papas en Roma, permanecieron en Palmarola, donde es venerado el 20 de junio, día de su llegada a la isla.