12 de febrero de 1931, el día en que el Papa salió en la Radio
Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
Sopla en Roma un discreto viento del norte alrededor de las cuatro y media de la tarde, pero no preocupa a la multitud que de a poco se estado reuniendo en diferentes puntos del centro. Porque es un día especial, el 12 de febrero de 1931, y los pequeños círculos de la gente se pueden ver especialmente en los lugares donde hay un aparato de radio. No es que sea una novedad, la retórica de esos días ha acostumbrado a ciertas escenas. Pero esta vez es diferente, el zumbido es aquel electrizado e intrigado por el gran evento. Así lo demuestran los redactores de los periódicos e incluso las tiendas de artículos electrónicos que han posicionado fuera los altavoces. Entre Via IV Novembre, Piazza Vittorio, Via Nazionale y otros lugares hay cientos de ellos. Que se convierten en decenas de miles sumados a Turín y otras ciudades italianas. Y Melbourne, Nueva York, Quebec y más. Una consigna clave no dicha corre por el mapamundo: stay tuned.
El edificio en la colina
Hay otra multitud aplastada en esos mismos minutos en el espacio de unas pocas salas, llenas de circuitos y máquinas que aturden de manera ensordecedora. Parece un taller de las maravillas, de hecho es el edificio construido en un par de años en la colina detrás de la Basílica de San Pedro, en el verde de los jardines. Con sus torres y su arquitectura sobria, el edificio es otro de los inmensos solares en los que Pío XI transformó la Ciudad del Vaticano tras el Pacto de Letrán. Entre la sala de máquinas y la sala de control, se disponen talares, frac y decenas de cuadernos de periodistas en busca de la oportunidad justa. Para los más afortunados el punto de escape de las miradas es el gran micrófono hexagonal sostenido por cuatro resortes dentro de un círculo de metal. A las 16.20 tres trompetas silencian el rumor, Pío XI ha llegado al edificio.
Micrófono libre
El primero en acercarse al micrófono grande es el gran artífice. Guillermo Marconi tiene 56 años y dos años antes Pío XI -que quería una emisora de radio de vanguardia para la recién nacida Ciudad del Vaticano- le propuso la empresa. El inventor de la radio hace una inspección del Vaticano el 11 de junio de 1929, sólo cuatro días después del intercambio de las ratificaciones del Pacto de Letrán. Le acompañó en el reconocimiento Francesco Pacelli, un hombre clave en las negociaciones entre la Santa Sede y el Estado italiano. Los trabajos de construcción avanzan rápidamente y, a medida que se acerca el segundo aniversario de los Pactos, que ratificaron la independencia de la Santa Sede, se acerca la inauguración de la radio que garantizará en el centro de la Iglesia un ulterior grado de libertad en el éter colonizado por la propaganda nazi-fascista.
"Una hora inolvidable"
En el micrófono, un emocionado Marconi subraya el aspecto más llamativo de la novedad. Después de "veinte siglos" de magisterio pontificio que se "ha hecho sentir" con los documentos, es la "primera vez" que se puede escuchar "simultáneamente" desde la "voz viva" del Papa. Y Pío XI, que trabajó de su propia mano el texto del primer mensaje radial, no quiere defraudar las expectativas. A las 16:49 horas, después de que Marconi se alejara del micrófono, el Papa Ratti entonó en latín una especie de oración-apelación universal, que llama a reunirse a la creación y al sufrimiento, a Dios y a los gobernantes, ricos y pobres, súbditos y obreros, ante la "admirable invención marconiana". Una hora más tarde, Pío XI y Marconi se encuentran en la cercana Casina Pío IV, sede de la Academia de Ciencias. En presencia de los miembros eruditos de la asociación, el constructor de la Radio del Papa fue nombrado solemnemente miembro de la Academia a petición del director de la estación pontificia, el Padre Giuseppe Gianfranceschi, jesuita y físico de renombre internacional.
"Audición clarísima"
Las detalladas crónicas de ese día reflejan el interés y el clamor suscitados por la primera radio en vivo papal de la historia. El éxito se debe también a la excelente calidad de la transmisión. Los periódicos de los días siguientes confieren secciones grandes y pequeñas a esa hora extraordinaria. La Realeza de Piamonte regresados a su hotel para asistir al mensaje de radio, las filas de los habitantes entre las calles de Venecia, el concurso organizado por el periódico inglés "The Universe" con un premio de 5 libras para los que enviaron el mejor pensamiento sobre "Cómo escuché la voz del Papa". La puntualización del comentarista del "Times" al señalar que el discurso de Pío XI fue "un poco más rápido de lo que los labios acostumbrados a las emisiones de radio pueden hablar". O las palabras del presidente de la American National Broadcasting Society que informa desde Nueva York a Marconi de emisiones capturadas a la perfección en "lugares como Nassau, en las Indias Occidentales". Pero quizás la noticia más curiosa sea precisamente la del periódico del Papa. L'Osservatore de aquellos días informa de una correspondencia de Praga sobre un médico sordo capaz de escuchar la voz de Pío XI en la radio gracias a un dispositivo de su propia invención. El título incomparable: "También los sordos lo han oído". No un milagro, sino tanto de sombrero al sentido del humor.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí