Fray Radcliffe: Nunca te tapes los oídos ante preguntas complejas
Lorena Leonardi - Ciudad del Vaticano
«A muchos les gustaría que este Sínodo diera una respuesta inmediata -sí o no- sobre diversos temas. Pero éste no es el camino para que la Iglesia penetre en el misterio profundo del Amor Divino». Ciertamente, no hay que «rehuir las preguntas incómodas», sino que hay que detenerse en ellas «en el silencio de la oración y de la escucha recíproca». Estas son las palabras pronunciadas por el cardenal electo, el padre dominico Timothy Radcliffe, asistente espiritual de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, durante la meditación (TEXTO INTEGRAL) pronunciada esta tarde, 10 de octubre, en el Aula Pablo VI.
La curación de la hija de la cananea
«Hoy iniciamos nuestra reflexión sobre los procesos a través de los cuales la Iglesia se transforma, y sobre los caminos que debemos recorrer», dijo el dominico, introduciendo el relato del milagro de la curación de la hija de la mujer cananea. Inicialmente, Jesús, habiendo llegado cerca de las ciudades de Tiro y Sidón, no prestó atención a la petición de la mujer de exorcizar a su hija y, urgido por los discípulos que se le acercaron implorándole «Exorcizadla, ved cómo grita detrás de nosotros», respondió: «Yo sólo he sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Incluso cuando la mujer cananea se postra, desesperada, ante él pidiéndole ayuda, Cristo reacciona afirmando que «no es bueno tomar el pan de los hijos para echárselo a los perritos». Aquí, sin embargo, la respuesta de la mujer - «Es verdad, Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos»- convence a Jesús de que libere a su hija del demonio: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se haga contigo lo que deseas».
Preguntas profundas sin respuestas inmediatas
A primera vista, reflexiona el religioso, puede parecer que Cristo -comparando a la madre cananea con un perro- «fue grosero» e «hizo una excepción con su hija sólo por la fe personal de la mujer». Pero en el fondo del episodio está el silencio de Jesús, que «ni siquiera le dirigió la palabra». En este silencio, que «no es un rechazo» sino la «raíz de toda oración», «el Señor escucha a la mujer y escucha al Padre». Del mismo modo, «la Iglesia se adentra más íntimamente en el misterio del Amor divino deteniéndose en preguntas profundas para las que no tenemos respuestas inmediatas». En el Concilio de Jerusalén: ¿cómo admitir a los gentiles en la Iglesia? En el Concilio de Nicea: ¿cómo afirmar que Jesús era verdadero Dios y verdadero hombre? En el Concilio de Calcedonia: ¿cómo puede Dios ser realmente uno y trino?».
Vivir con preguntas complejas
Nuestra «misión aquí en el Sínodo», señala Radcliffe, «es vivir con preguntas complejas y no deshacernos de ellas, como los discípulos». ¿Cuáles son estas cuestiones complejas? Si «la mujer viene por la hija atribulada», entonces «sin duda debemos responder a los gritos de todas las madres y padres del mundo por las jóvenes hijas e hijos atrapados en la guerra y en la pobreza. No debemos taparnos los oídos, como hicieron entonces los discípulos».
Rezar y escucharse
Además, hay «preguntas profundas» que subyacen en tantas discusiones: «¿Cómo pueden ser iguales y, sin embargo, diferentes, hombres y mujeres, creados a imagen y semejanza de Dios? No debemos eludir la cuestión, como los discípulos, negando la igualdad o la diferencia». De nuevo, prosigue, «¿cómo puede ser la Iglesia la comunidad de los bautizados, todos iguales, y sin embargo Cuerpo de Cristo, con funciones y jerarquía diferentes?». En el Sínodo, por tanto, «entramos en el misterio del Amor Divino viviendo con estas preguntas, rezando por ellas, escuchándonos unos a otros, reflexionando sobre ellas día y noche».
Escuchar no para responder, sino para aprender
Volviendo a la mujer cananea, el futuro cardenal señala cómo puede parecer ofensivo que Jesús se refiera a esa mujer y a su hija comparándolas con perros. Señala, sin embargo, que «Mateo tomó este episodio del Evangelio de Marcos en el que la mujer es de origen sirofenicio» y «parece que estos animales eran los mejores amigos de aquella población, miembros valiosos de la familia». Como dominico, lo entiendo -bromea- «nos apodaban los 'perros del Señor', ¡Domini canes!».
Mientras que para los judíos, los perros eran animales impuros que no podían entrar en casa, Jesús, «extremadamente creativo», «trasciende los límites culturales de su pueblo» y «recurre a la idea femenina de un hogar en el que los perros ocupan un lugar especial». La invitación, por tanto, es a escuchar «no para responder, sino para aprender: abramos nuestra imaginación a nuevas formas de ser la casa de Dios en la que hay sitio para todos. De lo contrario, como decimos en Inglaterra, lo único que haremos será reorganizar las tumbonas del Titanic».
Permanecer en la Iglesia y cuestionar juntos
Como la mujer cananea, que «a pesar de la recepción hostil de los discípulos», «no se dio por vencida y no se marchó», la exhortación del Padre Radcliffe a los participantes en los procedimientos sinodales es que «permanezcan»: «Por favor, permanezcan, sean cuales sean sus frustraciones con la Iglesia. Sigan cuestionándose. Juntos », concluye, “descubriremos la voluntad del Señor”.
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