América Latina: Red Iglesias y Minería llama a una “Campaña de Desinversión”
Ciudad del Vaticano
El Foro Social Temático sobre Minería y Extractivismo, que se realizará en Johannesburgo (Sudáfrica), del 11 al 15 de noviembre analizará la factibilidad de implementar una campaña mundial orientada a lograr la desinversión en proyectos mineros, es el llamado que hace la “Red Iglesias y Mineria”. Una campaña dirigida a personas, empresas y entidades de las iglesias que invierten sus recursos económicos en el sector minero sin tomar en cuenta que la minería es una actividad que históricamente se ha caracterizado por depredar la naturaleza y violentar los derechos de las personas y comunidades.
Recordamos que, la “Red Iglesias y Minería” es un espacio ecuménico, conformado por comunidades cristianas, equipos pastorales, congregaciones religiosas, grupos de reflexión teológica, laicas, laicos, Obispos y pastores que buscan responder a los desafíos de los impactos y violaciones de los derechos socio-ambientales provocados por las actividades mineras en los territorios donde vivimos y trabajamos.
Latinoamérica: El saqueo de ayer y de hoy
La Red recuerda que, los territorios Latinoamericanos, bajo la cosmovisión de los pueblos originarios con su gente incluida, vienen atravesando desde la conquista hasta el presente situaciones de despojo de los bienes del subsuelo y avasallamiento de su autonomía.
En el caso puntual de la minería de oro, no fue suficiente para el capital todo lo extraído por siglos, la historia de saqueo tiene su correlato en la actualidad a través de empresas de capitales europeos, chinos pero fundamentalmente canadienses y de Estados Unidos que bajo la consigna de “nueva minería” o “desarrollo sostenible” se instalan en las poblaciones, reemplazan el rol de los Estados y frente a la retirada de los mismos en la cobertura de las necesidades básicas de los habitantes imponen la realización de sus emprendimientos. A la luz de los acontecimientos, el resultado dista de la propuesta inicial ya que quienes han accedido vieron que no existe tal desarrollo sostenible y se utilizan múltiples mecanismos para cooptar a diversos actores sociales y gubernamentales de modo que consiguen silencio frente a las violaciones de los derechos socio-ambientales.
América Latina cuenta con un largo historial de desastres ambientales y pérdida de vidas y diversidad a causa de ellos. En San Juan, Argentina, en septiembre de 2015 se produjo un derrame de millones de litros de solución cianurada a los ríos de la zona desde la mina Veladero propiedad de Barrick y Shandong Gold. Los vecinos fueron alertados de la situación por un operario de la mina que avisó a su familia residente en el poblado de Jáchal, allí se activaron mecanismos de alerta generados por los propios vecinos sin la participación del Estado ni empresa hasta que la situación tomó trascendencia en los medios de comunicación. Otro hecho reciente ocurrió en la comunidad de Bento Rodrigues en el Estado de Mina Gerais, Brasil. A raíz de la rotura de dos diques de relaves de la empresa Samarco cargados de sustancias tóxicas se derramaron cerca de 55 millones de metros cúbicos lo que generó una riada que arrasó con la población, perdieron la vida 19 personas y los desechos mineros llegaron al Atlántico recorriendo casi 700 km, envenenando el agua de los ríos y las poblaciones adyacentes.
Desarrollo sostenible y los espejos de colores
Las comunidades en todos los rincones del continente han ido tomando conciencia de la grave crisis socio-ambiental que atravesamos como humanidad y en este sentido se han organizado para defender los territorios, la vida que contienen en forma integral. Como resultado de la discusión colectiva y los aportes de diversas organizaciones muchas de ellas vinculadas a las Iglesias se apuesta a revertir esta situación que se ha tornado insostenible y es a todas luces incompatible con el equilibrio que necesitamos para desarrollarnos de forma sustentable.
En este sentido, desde el año 2013 la Red de Iglesias y Minería, conformada por una multiplicidad de organizaciones y agentes pastorales que desarrollan su actividad en territorio, se propone articular las iniciativas de resistencia, generar una amplia red de comunicación y difusión de las herramientas disponibles y de las violaciones a los derechos socio-ambientales que ocurren de forma permanente por parte de las corporaciones y los Estados. También se aspira a generar incidencia en ámbitos que resultarían inalcanzables para las comunidades por si solas ya que la disponibilidad de recursos con que cuentan las empresas le permite articular con las esferas donde se toman las decisiones de manera cómoda.
Ya en el Documento de Aparecida, los Cristianos fuimos llamados a observar con especial cuidado que: “en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida” (DA471) y en la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco nos llama a “no dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Todos estos planteos que surgen como gritos desesperados de las comunidades y la tierra que habitamos han sido recientemente recogidos en la Carta Pastoral: “Discípulos misioneros custodios de la Casa Común” publicada por el CELAM. Allí encontramos las pistas que nos permiten dilucidar la grave crisis que atraviesa nuestra Madre Tierra y qué posicionamiento debemos tomar los cristianos para preservar la continuidad de toda la Creación.
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