Protección Menores: no más excusas, actuar evangélicamente
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
El dolor de las víctimas de los abusos está ahí: se puede tocar, se puede palpar, se puede sentir. También están ahí las heridas causadas por el pecado, y la indignación del Pueblo de Dios en tantos lugares del mundo, también en nuestra América Latina.
Un dolor y una indignación que los obispos del mundo se han visto convocados por el Papa Francisco a afrontar y a sanar, a través de un camino de escucha, de toma de responsabilidad, de rendición de cuentas y de transparencia. Y esto porque este dolor y esta indignación ya no admiten ninguna excusa: se necesitan medidas concretas. Medidas concretas que sean una respuesta a todo el Pueblo de Dios, que está llamado también a colaborar para que estos hechos aberrantes no sucedan nunca más. Y si bien cierto, que tanto el Papa Francisco como el clero son conscientes de que el pecado existirá siempre, también son conscientes de que es necesario un cambio radical.
En estos días de trabajo son muchas las reflexiones que marcaron el camino, a partir también de los puntos sobre los cuales el mismo pontífice llamó a reflexionar. Entre los obispos, palabras fuertes y contundentes resonaron: "romper los muros del silencio", "no más víctimas en la Iglesia", "no tiene que importar el dinero, lo importante es recuperar a la persona", hay que "quitar las máscaras", "el clericalismo nos llevó a creernos por encima de la ley", hay que "erradicar la cultura del abuso", es necesario "compartir los recursos", necesitamos "hombres y mujeres preparados que trabajen con los obispos", "hay que involucrar a todo el Pueblo de Dios", es necesaria una "cultura del cuidado", la Iglesia "debería liderar la protección de menores", entre muchas, muchas otras. Pero hay un concepto que ha quedado claro a todos, y es que "la prioridad son las víctimas".
En relación a los casos registrados en América Latina de abusos o encubrimiento por parte del clero, escándalos que han dañado la confianza en la Iglesia de muchos fieles precisamente por el rol moral que distingue la Iglesia como Institución, y al cual el clero está llamado a honrar y a actuar con coherencia, en la conclusión del encuentro sobre Protección de Menores, pedimos al Cardenal Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Eminencia, casos de América Latina: escándalo en Chile, Perú, Argentina, Costa Rica... muchos escándalos. Según usted ¿se puede recuperar la confianza en la Iglesia en el continente y darle un nuevo impulso tras estos sucesos?
Pienso que precisamente esta reunión que a nivel de toda la iglesia es una muestra clara del deseo de la Iglesia Católica de una absoluta transparencia y de un compromiso muy claro de la protección de menores.
El que se hayan presentado diferentes escándalos en algunas naciones - creo que en todas partes de alguna manera- no significa que la Iglesia sencillamente haya perdido su capacidad de evangelización.
Son casos concretos que la Iglesia está tratando de enfrentar con toda transparencia, con toda claridad.
Precisamente esa transparencia y esa claridad son la garantía para que en el futuro no se vuelvan a presentar estos casos. Por lo tanto los niños y los adolescentes dentro de la iglesia se sientan seguros.
En todas las diócesis de los diferentes países, animados por las conferencias episcopales, se está haciendo un esfuerzo muy grande de avanzar en protocolos concretos, de conducta, en el respeto de los menores.
En todas las diócesis se está abriendo poco a poco lo que se llama las Oficinas para el Buen Trato del Menor. En todas partes se están haciendo protocolos para atender inmediatamente los casos de denuncia. Todo esto indudablemente nos da nosotros una cierta confianza de que en el futuro vamos a ser más capaces de enfrentar estos asuntos, y que, por lo tanto cada vez menos se van a presentar , porque va a crecer la conciencia dentro de la iglesia de que el niño es sagrado, de que hay que respetarlo, de que hay que cuidarlo y que la iglesia tiene que ser un lugar seguro para todos y cada uno, especialmente para los niños. Por eso yo soy optimista respecto al futuro.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí