Día de los Mártires de Uganda: un ejemplo de las promesas de Cristo
Emanuela Campanile - Ciudad del Vaticano
La suya es una historia de amor al Evangelio, de conversión y de valentía. Estamos a finales del siglo XIX, en la tierra africana de Buganda - actualmente el mayor de los reinos tradicionales que quedan en la Uganda moderna. Mwanga II reina sobre ese territorio y, para preservar su poder, persigue ferozmente a católicos, anglicanos y musulmanes. Y es aquí donde se inserta la historia de los santos Carlo Lwanga y Compañeros, canonizados por Pablo VI en 1964, y cuyo recuerdo se celebra hoy en la Jornada dedicada a los Mártires ugandeses.
El Santuario en el lugar del martirio
El 28 de noviembre de 2015, durante su viaje apostólico a Uganda, el Papa Francisco celebra la Eucaristía en el Santuario de Namugongo, construido en el lugar de su martirio. Veintidós son los pilares sobre los que se construye la iglesia porque veintidós son los mártires ugandeses asesinados allí.
“Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente «los extremos confines de la tierra». Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad”.
“Vidas marcadas por la fuerza del Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una joya preciosa”.
El renacimiento de la Iglesia en África
Ya en 1993, Juan Pablo II visitó el Santuario de Namugongo, confirmando que el sacrificio de esos mártires había "acelerado el renacimiento de la Iglesia en África". Pero el ejemplo de Carlos y sus compañeros fue tomado primero por el Papa Benedicto XV, quien los proclamó Beatos en 1920, treinta y cuatro años después (y no cincuenta como previsto) de aquel sangriento sacrificio. En 1934, Pío XI designó a Carlo Lwanga "Patrono de la juventud del África cristiana".
"Te tomaré de la mano. Si debemos morir por Jesús, moriremos juntos, de la mano (las últimas palabras de Carlos Lwanga a Kizito, que murió con él a la edad de 14 años)".
Un final que cuestiona
Históricamente, la historia del rey Mwanga II es una red de revueltas, persecuciones, caídas, compromisos y fugas en el período del colonialismo británico. Pero lo que llama la atención es su muerte. Capturado y deportado a las Seychelles en 1899, se dice que murió después de convertirse al cristianismo. Aquel que, a pesar de haber asistido a la escuela de los misioneros (los llamados "Padres Blancos" del Cardenal Lavigerie) para defender su reino de la amenaza del Evangelio y, en consecuencia, también de sus hábitos disolutos, decidió en 1885 desencadenar la persecución. En esta verdadera cacería, 200 jóvenes cristianos fueron asesinados.
"El 19 de diciembre de 1918, nosotros mismos establecimos que podía ser legítimamente una cuestión de martirio y de Causa de martirio, así como de indicios o pruebas milagrosas, aunque todavía no hubiesen pasado cincuenta años desde la masacre de los Venerables Siervos de Dios (Papa Benedicto XV)".
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