Chile celebra el centenario de la muerte de su primera santa: Teresa de los Andes
Felipe Herrera-Espaliat - Ciudad del Vaticano
Murió a los 19 años hace casi un siglo, tras haber pasado tan solo once meses en el Convento de Carmelitas del Espíritu Santo, en la ciudad chilena de Los Andes. Por eso el testimonio de santidad de la hermana Teresa de Jesús (Juanita Fernández Solar) apela especialmente los jóvenes, pero también a quienes buscan hacer de sus vidas cotidianas una ofrenda permanente de amor a Dios.
Hoy la Iglesia en Chile, que atraviesa tiempos de prueba y necesita de conversión, se dispone a encontrar en este centenario una fuente de renovación para su misión evangelizadora. Por eso, ha comenzado un Año de Gracia Jubilar, desde el 13 de Julio de 2019 al 13 de Julio de 2020, durante el que se podrá alcanzar la indulgencia plenaria en todos los monasterios de Carmelitas Descalzas, así como en otros templos del país dedicados a la memoria de la carmelita chilena. Es el fruto de una vida breve, pero vivida con intensidad y movida por el amor a Dios y al prójimo.
Amar, adorar y servir
En Chile se le conoce más como “Sor Teresita de los Andes”, un nombre cariñoso con que el pueblo fiel la invocó desde el inicio tras su temprano deceso el lunes 12 de abril de 1920 producto de un tifus fulminante. Su ejemplo de vida cristiana junto con su generosa intercesión ante los ruegos de las personas hicieron que su fama de santidad cundiese de manera vertiginosa.
Cuando san Juan Pablo II la canonizó en Roma el 21 de marzo de 1993, dijo que ella “ofrece el límpido testimonio de una existencia que proclama a los hombres y mujeres de hoy que en el amar, adorar y servir a Dios están la grandeza y el gozo, la libertad y la realización plena de la criatura humana”.
Son miles los peregrinos que visitan cada año su santuario en Auco, en la diócesis de San Felipe. Devotos de todo Chile, y también muchos de Argentina, llegan pidiendo la ayuda de esta joven monja que pasó su vida iluminando a quienes tenía a su alrededor, sobre todo en medio de su familia, escuela y, finalmente, en el sencillo convento donde según los expertos habría llegado al desposorio místico con Jesucristo.
“Ese loco de amor me ha vuelto loca”, decía de Jesús en una da las decenas de cartas que intercambió con sus amistades y parientes. Las misivas, cargadas de pasión y ternura, se conservan en un abultado epistolario que revela su profunda espiritualidad eucarística, su conciencia respecto de los dramas humanos y su alta valoración del don de la amistad. También su diario personal, que relata sus vivencias y reflexiones, da cuenta de su íntima vinculación con la Virgen María y de una profunda madurez cristiana fundada sobre un deseo incontenible de configuración con el Señor crucificado. “Es preciso morir a sí misma para vivir escondida en Cristo”, escribió en una de sus páginas.
Se apropió de la santidad de Cristo
Desde hace casi 30 años, cada octubre se realiza una masiva peregrinación juvenil de 27 kilómetros a través de una cadena de cerros que conectan la casa de verano de Juanita Fernández con el santuario donde hoy descansan sus restos. Allí, a los pies de su tumba, siempre atiborrada de ofrendas florales que expresan la gratitud por los favores alcanzados, los fieles se entregan a la oración y se producen grandes conversiones.
Asimismo, su imagen se hace presente en miles de hogares que la veneran como intercesora, protectora y consuelo en los sufrimientos. La joven carmelita, que a inicios del siglo XX buscó vivir oculta y sacrificarse por los demás, hoy es reconocida por la Iglesia Universal, y una enorme escultura que la muestra elevándose espiritualmente a Dios se yergue en el exterior del ábside de la Basílica de San Pedro. Y es que, como dijo el Papa Francisco en un mensaje a los jóvenes chilenos, Teresa de los Andes “se apropió de la santidad de Cristo y por eso fue santa”.
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