Obispos de Haití llaman al presidente y al gobierno a escuchar la voz del pueblo
Los Obispos de la Iglesia Católica Haitiana han pedido al Jefe de Estado, Jovenel Moise, y a la clase política que escuchen la "voz de la sabiduría" ante la situación "grave" y "difícil" por la que atraviesa la nación caribeña.
Escuchar el dolor de la gente
"Ante esta peligrosa situación, invito al Jefe de Estado, al Parlamento, a la clase política y a todos los que quieren ayudar a Haití, a escuchar la voz de la sabiduría", dijo el prelado a los cientos de fieles que habían marchado poco antes por diferentes calles de Puerto Príncipe. El evento fue convocado por la Iglesia Católica, invitando a los fieles de las parroquias a reunirse en la Catedral el día de la fiesta litúrgica de San Juan Pablo II, que visitó Haití en marzo de 1983. Esta convocatoria, que reunió a miles de católicos, fue apoyada también por la Conferencia de Religiosos de Haití, que en una nota publicada invitó a todos a una marcha de oración silenciosa. "Demasiada gente está muriendo en el país y la justicia de Dios vendrá a toda costa", dijo el Arzobispo Mésidor durante la oración en la Catedral, pidiendo a los líderes haitianos que escuchen la miseria y los gritos de angustia del pueblo.
La difícil situación del país
La situación en la capital haitiana es cada vez más tensa, las universidades y las escuelas han estado cerradas durante un mes. Uno tras otro, los grupos sociales y políticos siguen manifestándose contra las autoridades del actual gobierno. Sin embargo, el Presidente Moise ha reiterado que no tiene planes de renunciar a su cargo. El período constitucional para el que fue elegido en 2017 es de cinco años, recordó el mismo.
Los orígenes de las protestas
Aunque se ha resuelto el problema del suministro de combustible, que fue la causa de las primeras protestas populares, los haitianos siguen manifestándose contra la corrupción y la falta de servicios, así como por el costo de la vida. En esta situación, ni siquiera las ONG ni los organismos católicos, como las congregaciones religiosas, Cáritas o la Catholic Relief Services, pueden llevar a cabo su servicio: sus oficinas han sido saqueadas y la violencia de algunos grupos de manifestantes ha impedido su trabajo.
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