San Egidio en Tapachula. Derribar las fronteras del odio y la indiferencia
Ciudad del Vaticano
“Han sido días de una gran satisfacción, porque hemos podido llevar la alegría del Evangelio a tantos migrantes y refugiados que tanto lo necesitan”. Así lo declara Lizbeth Rodríguez, joven de El Salvador, que se ha unido a la comunidad de San Egidio en la misión de ayuda humanitaria a migrantes en la ciudad de Tapachula, Chiapas - frontera sur de México – desde el pasado 9 de febrero, y que culminará el 28 de febrero.
Junto a más de 60 jóvenes voluntarios, Lizbeth cuenta que esta misión ha sido un espacio para ver realmente el “miedo, incertidumbre, tristeza y sufrimiento” que viven los cientos de migrantes que han sido bloqueados en la frontera sur mexicana.
El sueño americano
En los últimos meses, miles de migrantes centroamericanos y de otros continentes han dejado su país de origen con el objetivo de cumplir “el sueño americano”, es decir llegar a los Estados Unidos: esto significa para ellos la posibilidad de tener una vida mejor, con una mayor seguridad económica, y, muchas veces, reunirse con sus familiares que ya se encuentran en los EEUU.
Con el bloqueo cada vez mayor por parte de las autoridades mexicanas, que reduce la posibilidad de que grupos de migrantes transiten por su territorio hacia la frontera con los Estados Unidos, los migrantes se han visto obligados de buscar refugio en Tapachula, perdiendo muchas veces sus esperanzas de poder seguir su camino hacia la frontera norte de México.
Recobrar la esperanza de una vida mejor
Los enfrentamientos que se han suscitado entre migrantes y autoridades mexicanas, han dejado secuelas, sobre todo en los más pequeños, quienes recuerdan la desesperación, las personas pisoteadas, los agentes armados y el dolor. A través de las Escuelas de la Paz, la comunidad de San Egidio ha podido encontrar a cientos de niños para darles un espacio positivo de desarrollo y alegría. Andrés López, joven voluntario del Salvador, dice en su testimonio que ha podido experimentar en “el rostro de muchos niños de todas las edades, inclusive de recién nacidos, y junto a sus padres, la esperanza de una vida mejor y más justa”.
Construir puentes de esperanza
En el mismo marco, los voluntarios imparten cursos de inglés a los adultos, a través de los cuales también han podido escuchar las historias traumáticas que han vivido los migrantes, no solo en el país de partida, sino también durante el largo viaje. Mariana Monroy, voluntaria de la Ciudad de México, dice que para ella la experiencia “ha sido muy impactante”, y que le ha permitido conocer “lo que la indiferencia, odio y racismo pueden provocar en alguien ajeno al país”. “Hemos visto rostros tristes, niños sin voz y familias enteras con los sueños pisoteados y oprimidos”, cuenta la joven. Sin embargo, con el aporte de la comunidad de San Egidio “todo esto ha sido el motor para construir puentes de esperanza”.
Derribar las fronteras del odio y la indiferencia
Walter Alpiza, de Costa Rica, afirma que “escuchando sus experiencias en este caminar y viendo sus rostros cansados”, se han podido unir a ellos “para que lleguen a salvo, se fortalezcan física y espiritualmente tratando de derribar las fronteras del odio y la indiferencia”.
La comunidad también ha podido celebrar la liturgia eucarística en el Albergue de Belén, asi como, tener momentos de oración en la Catedral de San José de Tapachula para pedir especialmente por todos los migrantes, recordando a todos los que, por desgracia, han fallecido en el intento de hacer realidad su sueño.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí