1 de mayo. Mensajes del arzobispo de Managua y el obispo de Matagalpa
Ciudad del Vaticano
El Arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, en este primero de mayo, tuvo palabras de reconocimiento de la labor de la “clase trabajadora que desde el anonimato o el poco reconocimiento da sus aportes a la sociedad”, no se cansan de levantarse temprano, cuando el sol sale hasta que éste se oculta.
También envió su oración por todos los que, por la pandemia, se han quedado sin trabajo, trabajadores informales que han visto mermado sus humildes ingresos. Los alentó con las palabras del Papa Francisco: “Ustedes son un ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras, un ejército sin más arma que su fuerza física, la solidaridad y la esperanza”.
Un saludo a quien trabaja de forma digna y honesta
En este primero de mayo, el obispo de Matagalpa, Mons. Rolando Álvarez envió un mensaje a la población. A los nicaragüenses que “día a día trabaja para ganarse el pan de cada día, de forma digna, honesta, integra”. Pero también a los que por la situación económica, política y social del país, carecen de un empleo formal y buscan mil maneras de subsistir diariamente. Y a los miles de desempleados.
El obispo recordó en este día a todo el personal médico que en tiempos de pandemia arriesgan sus vidas por salvar a los contagiados. Y al pueblo que se encuentra en cuarentena, le pidió “paciencia y espera”, y ante esta nueva forma de vida, buscar reinventarse, ser creativos, y productivos.
Mons. Álvarez: El significado de un trabajo
El prelado retomando el libro del Génesis, dijo que la intención fundamental de Dios respecto del hombre, no fue revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza con Dios, oyó las palabras: con el sudor de tu frente comerás el pan. Estas palabras se refieren, dijo el prelado, a la fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; esta fatiga es un hecho universalmente conocido, porque es universalmente experimentado.
Una fatiga que viven desde quienes hacen el trabajo manual, como los agricultores, o como los científicos, y aquellos sobre quiénes pesa la “gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener una vasta repercusión social”. Es una fatiga que toca también a las mujeres que, señaló, sin un adecuado reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos familiares, soportan cada día la fatiga y la responsabilidad de la casa y de la educación de los hijos.
El trabajo es una obligación, un deber y un derecho. Hablando del trabajo honesto, y no de aquel, afirmó, que causa corrupción. No del trabajo corrupto o de la corrupción habida por el proceder del mal trabajo. “El hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo tiempo co artífice del futuro de aquellos que vendrán después de él con el sucederse de la historia”, afirmó.
Sobre un salario justo, Mons. Álvarez, señaló que el desempeño del trabajo honrado y bien realizado, debe percibir “una remuneración que alcance a cubrir el sustento propio y el de su familia (cf. PP. Pío XI, QA 72, 73), a cubrir una vida digna. El trabajo busca el bien común, el bien de todos, la justicia social. No es una guerra entre contratantes y contratados, entre patrón y asalariado, es todo lo contrario, es la labor armoniosa, para seguir creando, buscando el bien de todos.
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