Valparaíso: De comedor centenario a “delivery social”
Sebastián Sansón Ferrari
Con más de cien años de servicio a los más necesitados de la ciudad de Valparaíso, el Comedor Solidario 421 no quiso detener su trabajo pese a la crisis sanitaria. Como muchos locales de esta ciudad chilena, se vio obligado a cerrar su acceso al público para cumplir con las medidas de distanciamiento físico a causa del Covid-19, pero la creatividad pudo más. Con la ayuda de los voluntarios de esta obra, se creó un servicio de “delivery social” para atender a más de un centenar de beneficiarios que reciben diariamente un plato de comida.
Funciona en el barrio Puerto, uno de los lugares más antiguos de Valparaíso y por los que la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Desde 1837 se emplaza allí la iglesia de La Matriz, considerada monumento histórico nacional y donde sirve pastoralmente una activa comunidad de cristianos. Haciéndose eco de la homilía del Papa Francisco pronunciada el 31 de marzo, el padre Gonzalo Bravo y los voluntarios del comedor solidario de esta comunidad dirigieron su pensamiento y acción para ayudar a aquellos cuyas necesidades básicas son insatisfechas. Las personas “de bajos recursos no podían quedar sin su alimento diario. Entonces, se nos ocurrió la idea de transformar esta iniciativa en un servicio de delivery para los más necesitados”, puntualiza Bravo, párroco del lugar.
En estricto cumplimiento de las normas de higiene, los voluntarios preparan entre 80 y 130 bandejas de comida, luego las reparten a las personas en situación de calle en la conocida Plaza Echaurren de la ciudad. “Por la contingencia, hay muchas más carencias, pues un gran número de parroquianos trabaja de manera informal cuidando vehículos y haciendo otras labores que ahora no tienen ninguna remuneración”, precisa el presbítero.
Búsqueda de dignidad
En tiempos de crisis para la humanidad, la solidaridad puede crecer. En esa línea, reciben donaciones de alimentos no perecederos, bandejas, cubiertos descartables, mascarillas, guantes. Este comedor nació a principios del siglo XX con el nombre de “Olla Santa Ana” en un contexto de declive de la actividad portuaria. Surgió como un recurso esencial para quienes no tenían nada para comer y, durante décadas, acogió a la población más vulnerable, a quienes se les otorgó un plato de comida, ropa, baños, duchas y un sitio de sano esparcimiento. Este legado centenario se prolonga hasta nuestros días, en una permanente búsqueda de dignidad para las personas.
“Cuando se habla de Patrimonio de la Humanidad como barrio nos parece súper bien, pero nosotros preferimos que la humanidad sea patrimonio, eso es lo que nos distingue de otras realidades. Nosotros no queremos que Valparaíso sea un conjunto de edificios de lindas fachadas, nuestro anhelo es que las personas más pobres del lugar puedan vivir mejor”, enfatiza el padre Gonzalo Bravo, que, además, es decano de la Facultad Eclesiástica de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
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