Carriquiry: la misión de la Iglesia latinoamericana hoy
Ciudad del Vaticano
Al inicio de su exposición, Carriquiry afirma que “un acontecimiento imprevisto como la pandemia, de tal magnitud epocal, de tal impacto humano y social, crea situaciones inéditas que no pueden ser afrontadas con viejas recetas”. Por esta razón, reconoce que “no podemos limitarnos a quedar absorbidos por la inmediatez apremiante de las necesidades y urgencias y mucho menos arrastrados por la confusión que una realidad tan compleja tiende a difundir”.
Discernir los signos de los tiempos
La Iglesia en América Latina está llamada a discernir los signos de los tiempos, reconociendo que “no podemos dejar a Dios entre paréntesis en medio de todo lo que están viviendo los pueblos en esta hora de América Latina”. El autor invita a los Directores de las Obras Misioneras Pontificias a “preguntarnos qué nos está diciendo y pidiendo Dios especialmente en tiempos de imprevisible y tremenda epidemia global”. De este modo, propone “arriesgar una mirada cristiana sobre la realidad actual, que sea capaz de afrontarla en todos sus factores”.
Siete tareas y desafíos en la misión de la Iglesia hoy
A continuación, Guzmán Carriquiry señala siete tareas y desafíos que considera fundamentales en la misión de la Iglesia en tiempos de pandemia y de caminos de reconstrucción.
La primera tarea y desafío que afronta la Iglesia en América Latina, delante del sufrimiento que la pandemia ha traído consigo, es su “conversión efectiva en ese ‘hospital de campaña’, capaz de socorrer y acoger a tantos ‘samaritanos’ heridos en los barrios de nuestras ciudades y en el interior de nuestros países”. Y hace referencia a la red de obras de misericordia, corporales y espirituales, que se llevan a cabo en este tiempo: “esta red de caridad y solidaridad está puesta a prueba y resulta sumamente importante frente a la gravedad de las situaciones de empobrecimiento, indigencia, marginación, abandono y desamparo que la pandemia ha traído consigo”.
Preguntas y anhelos que emergen
Luego presenta la segunda tarea y desafío: “interceptar, detectar y discernir las más profundas inquietudes, preguntas y anhelos que están emergiendo desde las fibras íntimas de las personas, desde el corazón de nuestros pueblos”. Afirma el autor que “las experiencias fundamentales de la vida, muchas veces sorprendentes e imprevisibles, son como las grietas por donde emerge el misterio implicado en la realidad, no como algo oscuro, irracional, que no podemos controlar y dominar, sino como apertura connatural de la misma realidad”.
Nostalgia de Dios
En tercer lugar, señala como tarea “la urgida responsabilidad evangelizadora que ha de animar las comunidades cristianas”. Destaca el autor que en este tiempo “comienzan a emerger por doquier los signos, y a veces los clamores, de una ‘nostalgia de Dios’”. Por esta razón, afirma Carriquiry “Dios nos está llamando a ser testigos, anunciadores y constructores de vida, de una vida buena, bella y verdadera, de una vida más humana para todos, no obstante las enormes dificultades, obstáculos y resistencias”.
Según Carriquiry, este es un “tiempo propicio y exigente de conversión para todos, de un cambio de mentalidad y de vida”. Por esta razón, la cuarta tarea y desafío será “hacerse eco de la llamada a la conversión que ha planteado y urgido el Santo Padre Francisco”.
Conversión pastoral y sinodal
En esta misma línea, la siguiente tarea y el desafío que tiene que enfrentar la Iglesia según el autor “es un reclamo más urgente a su conversión pastoral y sinodal”, especialmente de los pastores. Afirma que hoy más que nunca se requiere “una sorprendente proximidad misericordiosa, solidaria y misionera de los cristianos y especialmente de los pastores, a la gente que encuentran, a la gente que les ha sido confiada”.
Contribuir en la reconstrución
La sexta tarea y desafío de la Iglesia en tiempos de pandemia propuesta por Carriquiry “es la de estar llamada a proponer su contribución original en los caminos de reconstrucción de nuestros países latinoamericanos, las cuales serán sumamente arduos”. Reconoce que es necesario “invertir mucha competencia e inteligencia, muchos intercambios, mucha imaginación, mucha pasión por nuestros pueblos y por los pobres en primer lugar, para ir proponiendo nuevas estrategias educativas, económicas y sociales, nuevos modelos de desarrollo integral, solidario y sustentable”.
Por último, la séptima tarea es “ser signo eficaz de la unidad y fraternidad de los pueblos latinoamericanos, cuya cooperación e integración entre sus naciones es más indispensable que nunca”.
Testimonio de Papa Francisco
Concluye su exposición, señalando el testimonio del Papa Francisco en estos tiempos de pandemia, y recordando sus palabras el 27 de marzo en Plaza San Pedro: “la tempestad ‘desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra como habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos (…). Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa (…). Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo’”.
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