Las Comunidades de Vida Cristiana: discernimiento y reconciliación
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
Benegas define la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) como una comunidad mundial de laicos, formada por cristianos -hombres y mujeres, jóvenes y adultos, de todas las condiciones sociales- que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con Él en la construcción del Reino, y que han reconocido en CVX su particular vocación en la Iglesia.
Miryam recuerda la pasada Asamblea Mundial CVX realizada en Buenos Aires en 2018. Allí el superior general de la Compañía de Jesús, padre Arturo Sosa SJ. les invitó a “reconocer que ser comunidad de discernimiento es un don que puede ser compartido con la Iglesia y convertirse en una herramienta de sabiduría para la acción en el mundo y que formar a nuestros miembros en la oración constante y en el servicio generoso es un modo concreto de ser comunidades de discernimiento y reconciliación personal a la vez que agentes de reconciliación”.
Compromiso y testimonio del Evangelio en la sociedad
Para Myriam Benegas el punto de partida es algo que ella llama la pregunta fundante: “¿A qué estamos llamados hoy, como Comunidad de Vida Cristiana CVX?” La respuesta no se deja esperar:
El Espíritu Santo nos confirmó que profundizar nuestra identidad ignaciana, salir al encuentro de los más pobres y compartir los Ejercicios Espirituales y el discernimiento aparte de otras herramientas y métodos ignacianos, como tesoros para la Iglesia y la humanidad, que no podemos guardarnos para nosotros mismos”, esta es la respuesta a esa pregunta fundante, afirma Myriam.
Centralidad del discernimiento en los principios y normas generales
Benegas insiste en la centralidad que tiene el discernimiento en la identidad de la CVX: “La espiritualidad de nuestra Comunidad está centrada en Cristo […], en la revelación de la voluntad de Dios a través de los acontecimientos de nuestro tiempo. […], en particular, en reconocer la necesidad de la oración y del discernimiento -personal y comunitario-, del examen de conciencia diario y del acompañamiento espiritual como medios importantes para buscar y hallar a Dios en todas las cosas”.
Discernimiento como proceso
Para la miembro de la CVX, la experiencia de los Ejercicios Espirituales nos habla de encuentro y experiencia con el Dios encarnado, muerto y resucitado. El Dios de la vida. Este proceso exige apertura de corazón, paciencia, empatía y humildad para compartir la propia experiencia de dificultades y gozos, de frustraciones y desolaciones al momento de tomar decisiones, de elegir, de discernir. Se trata de entrar en dinámicas para aprender a ordenar los afectos y a mirar la realidad como la mira Dios, para intentar centrar los corazones en su voluntad y en el bien mayor, teniendo como telón de fondo la propia vida.
El discernimiento como herramienta de la vida comunitaria
Al hacer un recuento del camino recorrido, Miryam Benegas afirma que el proceso de crecimiento de una comunidad pasa por varias etapas, por eso, en cada una de ellas, los Ejercicios Espirituales y el discernimiento, el compartir las experiencias de vida y acercarse a la voluntad de Dios, centrándose en Cristo y en el Reino, son parte importante del caminar comunitario.
Las reuniones de las comunidades
Las reuniones son un momento para aprender a discernir, afirma Benegas y dentro de ellas hay palabras que orientan el camino comunitario.
En primer lugar, la comunidad discierne sobre la vida de cada uno y de la comunidad. Además, sobre los gozos y esperanzas, alegrías y dolores. Esto permite reconocer nuestras debilidades e imperfecciones, así como asumir con honestidad nuestras parálisis y los modos de ser o estar que nos afectan y que hacen que vivamos centrándonos en nosotros mismos, con la tentación del egoísmo, los propios intereses y conflictos personales.
En segundo lugar, la contemplación de la realidad. Se trata de responder a la pregunta: “¿Cómo miraría Dios esta realidad?”. Nos parece importante la aplicación de sentidos que nos enseña san Ignacio. Mirar, oler, gustar, tocar, oír lo que acontece en nuestro entorno cercano y también en el mundo. Aprender un modo de discernimiento de ser y estar en el mundo, dejándonos guiar por el Espíritu, quien abre ojos y oídos, para ayudarnos a discernir la presencia de Jesús en los pobres y para distinguir su voz en medio de tantas voces y ruidos.
Ser contemplativos en la acción. Nos toca hacer algo. Ese algo, debe ser discernido, debe estar en la línea de lo que Dios quiere para cada uno y para todos. Y las fronteras Pobreza, Familia, Juventud, Ecología esperan de nosotros desde lo poco, pequeño y posible que podemos hacer.
La humildad y la búsqueda de la verdad. Esta es una invitación, dice Miryam a reconciliarnos, teniendo presente al Dios de la vida, dispuestos a servir mejor para amar mejor.
Gratitud, alegría y esperanza. Benegas insiste en que se trata de reconocer y expresar el gusto que nos da la Paz del Cristo resucitado al poder discernir y decidir juntos algo bueno para la comunidad y para otros.
Finalmente, ante la actitud de quedarse en la superficie, Benegas insiste en la profundidad que aporta el discernimiento y más cuando se asume como cuerpo apostólico en misión.
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