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Beirut, la Iglesia no pierde la esperanza

La historia del párroco de la catedral maronita, el padre Jad Chlouk, refleja el dolor y la consternación de la deflagración que estalló en el puerto de la capital libanesa sembrando muerte y terror: "Yo y tres de mis hermanos fuimos heridos levemente mientras uno de nuestros empleados moría". En las horas previas a la explosión, la catedral fue rodeada por los militares: "La Fuerza Nacional nos había advertido de posibles ataques del Isis".

Federico Piana- Ciudad del Vaticano

La catedral maronita de San Jorge está situada a unos seiscientos metros del lugar de la deflagración que destruyó el puerto y parte de la ciudad de Beirut. El fuerte rugido y el inmenso movimiento de aire han derribado una gran parte del techo, destrozando completamente las puertas y ventanas, haciendo inhabitables algunos cuartos de la casa de los sacerdotes. 

 

Cuatro religiosos que estaban dentro de la estructura fueron ligeramente heridos mientras que un empleado murió después de ser golpeado en la cabeza.  Es una tragedia, pero después de todo estamos acostumbrados aquí, dice el párroco, el Padre Jad Chlouk. Añade un detalle inquietante: "Habíamos sido alertados por la Fuerza Nacional de que iba a haber un ataque del Isis a una iglesia: por eso el ejército estaba ubicado frente a la catedral".

-Pero cuando usted salió para averiguar lo que había pasado, se dio cuenta cuenta de que algo más grande había pasado...

Sí, mucho peor. Vimos todo completamente destruido. Incluso las ventanas y puertas de la catedral se desprendieron y fueron lanzadas a la calle: recuperamos algunas de ellas. Otros tres sacerdotes y yo fuimos heridos, pero no gravemente. Luego nos enteramos de que el arzobispo de Beirut también resultó herido y con él algunos de sus hermanos que residen en la curia.

-Ahora, ¿cuál es su estado de ánimo?

Para nosotros, para la Iglesia, es importante ahora estar cerca de todos nuestros fieles que han perdido sus casas, que ya no tienen nada. Ahora no queremos pensar en reconstruir los lugares de fe destruidos sino en la gente que está en la calle porque no tienen donde ir o no saben donde comer. Para ello hemos creado un organismo ad hoc capaz de gestionar la crisis. 

-Un reto difícil en un país que está plagado de tensiones sociales y políticas...

El gran desafío es permanecer en este país para dar testimonio de Cristo, a pesar de todo. A pesar de las diversas crisis económicas, a pesar de la pandemia, a pesar de las guerras. Toda nuestra historia ha sido así desde el principio. Cada quince años recibimos algunos golpes terribles, pero debemos permanecer firmes en nuestra fe.

En su opinión, ¿las tensiones se intensificarán ahora?

El Líbano es un país multicultural y multirreligioso, y siempre habrá tensiones. Debemos tener siempre los ojos fijos en el Crucifijo y debemos dar testimonio de él a pesar de todo. 

La Iglesia, por lo tanto, no se echa atrás y sigue ayudando...

Por supuesto. A través de la Iglesia se ha activado una amplia red de solidaridad: muchos fieles están acogiendo en sus casas a los que no tienen donde dormir, mientras que nosotros también estamos poniendo a disposición nuestras escuelas y casas de retiros espirituales. Pero también quiero recordar que de todo el Líbano jóvenes cristianos han venido a Beirut para ayudarnos y ayudar a encontrar a las personas que aún están enterradas bajo los escombros.  

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07 agosto 2020, 16:26