Monseñor Fernández: Es más barato suprimir una persona que los cuidados paliativos
Manuel Cubías - Ciudad del vaticano
El Congreso de los Diputados aprobó el 17 de diciembre la ley que facilita y regula la eutanasia. Todavía debe esperar la aprobación por parte del Senado y algunos sectores esperan que sea aplicable a partir del mes de abril. La Iglesia Católica y otras entidades de la sociedad civil han rechazado esta decisión. El obispo de la diócesis de Córdoba expone su posición a Vatican News.
¿En qué consiste la ley?
Monseñor Fernández afirmó que “la ley se centra en el suicidio asistido, es decir, cuando una persona está harta de vivir puede pedir al médico que le ayude a morir, eso es un suicidio asistido (…) Esto abre la posibilidad a que los médicos puedan realizar esta acción legalmente”.
El obispo de Córdoba añadió que la ley plantea que habrá casos en los que la decisión no la tome el sujeto en su uso pleno de libertad, sino que la puedan tomar por él, la familia, o el sistema sanitario podrá hacerlo de oficio, podrá decidirlo. Con lo cual, considera, se ha introducido, el final de la vida, por decisión propia o ajena.
Una ley con rasgos de libertad y de progreso
“Estamos ante una ley que se presenta con rasgos de libertad y de progreso, pero que es una regresión enorme, puesto que la persona pasa a ultimo plano y rango”, declaró Fernández y añadió: “La iglesia apoya la visión de decir no a la muerte, si a la vida, visión que está apoyada en los grandes documentos del magisterio de la Iglesia, tanto en Juan Pablo II, la Evangelium vitae, como el Papa Francisco que habla de la cultura del descarte”.
El prelado afirmó que, “en lugar de acompañar al que sufre con cuidados paliativos, de acompañarle con los medios que le quiten el sufrimiento, se opta por suprimir a la persona: no suprimir el sufrimiento, sino suprimir a la persona”. El obispo insiste en que no se opta por ofrecer cuidados paliativos, porque representan inversión económica, en recursos humanos y médicos, pues considera que es más barato suprimir a una persona que atenderla con los medios que hoy la medicina ofrece.
Monseñor Fernández puntualizó en otra dificultad que viven las familias que tienen entre sus miembros, personas con enfermedades graves y terminales: el hecho de no poder atenderlos porque todos deben trabajar, entonces, el problema se convierte en un problema social, y una de las respuestas que aparecen en el horizonte es la del descarte. Ante esta realidad afirmó: “la persona vale por sí misma, no por lo que produce. Al más débil es a quien hay que atender, esto es el corazón del Evangelio y es el corazón de la humanidad. Ser compasivos y misericordiosos con los que sufren”.
¿Puede decidir libremente un paciente que sufre?
“Todos los médicos que he escuchado dicen que cuando un enfermo está bien atendido, tiene cariño y atenciones, no pide la muerte”, afirmó Fernández. Hablar de autonomía para decidir, continuó el prelado, significa que “hemos dejado a su suerte a los que sufren”. Por eso llamó la atención a las familias y a la comunidad cristiana en particular: “La comunidad cristiana debe despertarse porque tiene aquí una inmensa tarea, un gran reto para acompañar a los enfermos para que se sientan queridos en ese momento decisivo de su vida”, esto se hace extensivo a la atención a los no creyentes, añadió, porque como persona merece atención, acompañamiento hasta el último momento y no se le puede descartar porque sale más barato.
Amar la vida en todas sus etapas
El obispo Demetrio Fernández subrayó que el progreso de una sociedad se muestra en la humanidad y la compasión, el acompañamiento y el amor que brotan del Evangelio de Jesucristo, por esta razón, Dios nos invita a amar la vida en todas sus etapas, especialmente en las situaciones de mayor debilidad.
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