La Obra de la Iglesia: El profundo amor de Madre Trinidad por la Iglesia
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
"Madre" es la primera palabra que florece en los labios de un niño; una palabra indisolublemente ligada a Trinidad de la Santa Madre Iglesia, fundadora de L a Obra de la Iglesia, fallecida a finales de julio en Roma. Madre de muchos hijos repartidos por Italia, España, América Latina y algunos países de África, madre a ejemplo de María y también presente en lo concreto, como un par de zapatos nuevos, necesarios para caminar por las calles de Madrid. El don de la Madre Trinidad fue relatado por Monseñor Cesare Nosiglia, Arzobispo de Turín, en la homilía del funeral celebrado en la Basílica de San Paolo Fuori le Mura el 1 de agosto. Asistieron más de mil personas, en pleno cumplimiento de la normativa anti-Covid.
Sus palabras se hicieron eco del amor de un hijo, que encontró en ella "una invitación a arrancar su propia alma para obedecer a la Iglesia". Un hijo impactado por la humanidad de esta mujer nacida el 10 de febrero de 1929 en Dos Hermanas, Sevilla, en el seno de una familia católica que regentaba una zapatería. Fue allí, en esas habitaciones, donde a los 17 años -cuenta su Secretario, el padre Bartolomé Valbuena García- se produjo la fuerte y perturbadora llamada que llevó a Trinidad a cambiar su vida. "Mi vocación -escribió la Madre- es ser Iglesia y hacer que todos sean Iglesia. Sólo soy el eco que se escucha en la repercusión del canto de la Iglesia. Yo soy el eco de la Iglesia y la Iglesia es mi canción".
La bendición de Juan Pablo II
La Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia fundó La Obra de la Iglesia en 1967 en la Archidiócesis de Madrid, en 1993 se instaló en Italia y el 20 de diciembre de 1997, el Papa Juan Pablo II firmó el decreto de aprobación de La Obra de la Iglesia y la declaró institución eclesiástica de derecho pontificio. Un año antes, el 15 de diciembre de 1996, el Papa visitó la parroquia de Nuestra Señora de Valme, en Villa Bonelli, confiada a La Obra de la Iglesia. Animó entonces a continuar el camino emprendido de amor al Papa, a los pastores y a la Iglesia, a ponerse bajo la protección de María, invocándola con aquel Valimi Signora, "Ayúdame Señora" que gritó el rey Fernando en el siglo XIII en su intento de reconquistar Sevilla.
El canto de la belleza de la Iglesia
El padre Francesco Saverio Vicente, Director General de la rama sacerdotal de La Obra de la Iglesia, relata aspectos particulares de la Madre Trinidad, deteniéndose en su profundidad teológica y en su infinito amor a la Iglesia.
¿Quién fue la Madre Trinidad, fundadora de La Obra de la Iglesia?
La Madre Trinidad, a los 17 años, en la víspera de la Inmaculada, el 7 de diciembre, recibió lo que yo llamo "una auténtica invasión" de Dios. Su vocación era especial. Cuando lo explicó, dijo que era como si el Señor se pusiera delante de mí y me dijera: "¿Quieres amor? Yo soy el amor infinito. ¿Quieres alegría? Yo soy la alegría infinita". Ella respondió con la consagración, diciendo al Señor: 'Seré tuya, totalmente tuya y para siempre'. Así comenzó su vida consagrada, inicialmente de forma muy privada, vivió años de gran intimidad con Jesús en la Eucaristía, largas e intensas horas de oración ante Jesús en el sagrario, hasta que llegó el mes de marzo de 1959. Tenía 30 años y aquel 18 de marzo el Señor la introdujo en la vida del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo para hacerle comprender y vivir el misterio de la Encarnación, la razón de ser de la Iglesia, la belleza del misterio de la Iglesia, pero también la tragedia de la Iglesia que llora y sangra por los hijos que han salido del seno materno. De ahí nació su vocación, que es la de ayudar a la Iglesia a presentar el misterio de la propia Iglesia y ayudarla en esa renovación que el Señor pedía en aquellos años, los del Concilio Vaticano II.
¿Cómo fue recibido su mensaje?
Cuando la Madre Trinidad recibió todo esto, era simplemente una persona venida de un pueblo del sur de España, sin más apoyo que el de su confesor en Madrid que siempre la seguía. En 1963, el Señor le pidió La Obra de la Iglesia y así comenzó a buscar sacerdotes, hombres y mujeres consagrados, personas que la ayudaran en esta misión. Con mucho esfuerzo y también con muchas puertas cerradas, pero esta es la cruz que el Señor invita a todos a llevar, entonces vino a vivir aquí en Roma en 1993 y fue verdaderamente acogida de una manera muy hermosa.
Una acogida que se tradujo también en una relación con Juan Pablo II, que reconoció entonces el carisma de la Madre Trinidad y La Obra de la Iglesia...
Fue una relación muy intensa, aunque físicamente se vieron tres veces. La Madre Trinidad se sintió movida a contarle al Papa todo lo que era su experiencia espiritual hasta el momento y escribió más de 55 cartas a San Juan Pablo II, pero 55 cartas de 15 a 20 páginas cada una, en las que describía todo lo que había recibido de Dios para ayudar a la Iglesia. Así que este Papa es ciertamente parte de nuestra pequeña historia.
En su opinión, ¿qué legado deja la Madre Trinidad a ustedes que son su familia y a toda la Iglesia?
No terminó la escuela porque cuando era niña tuvo un accidente con los ojos y sólo iba a escuchar. A los 14 años dejó la escuela, por lo que era una persona de cultura muy limitada, pero hoy deja más de 60 volúmenes escritos de teología, una teología "cálida", como decía ella, no una teología que parte del intelecto sino de la comunicación de Dios en la oración: es un conocimiento profundo del dogma, de la verdad que está dentro del misterio de la Iglesia. Dejó más de mil discursos grabados y luego a La Obra de la Iglesia dejó su misión: ayudar al Papa y a los Obispos en la misión esencial de su ministerio.
En esta fase de transición, ¿hay alguna frase de la Madre Trinidad que le acompaña en esta tarea?
Habría muchos en mi corazón, porque el legado de la Madre Trinidad es realmente enorme. Llevo 40 años viviendo en la comunidad de La Obra de la Iglesia y debo decir que aún no he terminado de leer todo lo que ha escrito, no porque no tenga ganas. La Madre Trinidad siempre decía que La Obra de la Iglesia es sólo Iglesia y no debe tener más distintivo que el de ser sólo Iglesia y nada más que Iglesia. Pero ciertamente tenía una gran fascinación por lo que ella decía que era "la puerta del reino de los cielos", es decir, la sencillez evangélica, la humildad... Creo que esto siempre ha sido tan fuerte y tan vivo en la Madre Trinidad y también esta confianza ilimitada en el amor de Dios, aun conociendo nuestros límites y nuestras fragilidades.
Hay una frase de la Madre Trinidad que dice: "Mi vida es cantar hasta morir y morir cantando la riqueza, la grandeza, la perfección de la Iglesia"...
Esa frase recoge el corazón de la Madre Trinidad, su vida, toda su cruz que fue muy intensa a lo largo de su vida, incluso en esta última etapa, y que no sólo abrazó con amor, sino que la vivió con serenidad y alegría interior porque sabía que era parte de su misión ayudar a la Iglesia. Su vida ha sido una vida atravesada por la Cruz, en muchos sentidos diferentes, pero vivida siempre con esa serenidad y con esa alegría de saber que era parte de su misión que Dios le había dado para llevar el mismo fruto que Él espera.
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