Tutela de menores: P. Żak: aprender de los errores de los demás, así creceremos
Johana Bronkova - Varsovia
Una cierta mentalidad, en Polonia y también en otros países de mayoría católica, ha frenado una respuesta más rápida contra el delito de abusos. El padre Adam Żak SJ, jesuita coordinador de la Conferencia Episcopal Polaca para la Protección de Menores y director del Centro de Protección de la Infancia, está convencido de ello. Hoy intervendrá en la Conferencia Internacional de Varsovia, y para Vatican News describirá los progresos realizados en los últimos años por la Iglesia polaca.
Padre Żak, ¿qué significa para la Iglesia en Polonia el hecho de que este evento se celebre en Varsovia?
Ciertamente, es un incentivo para que nuestra Iglesia continúe en el camino que se ha emprendido desde hace varios años para combatir todas las formas de abuso. Digamos que hay una mayor concienciación por parte de los obispos y de los superiores religiosos, pero esta concienciación no se basa todavía en la educación, es decir, en la formación profesional, necesaria para tratar un fenómeno tan complejo, difícil y delicado como es el abuso sexual de menores y de personas vulnerables. Creo que la cita de Varsovia será un impulso más, entre los muchos y bastante fuertes que hemos recibido en los últimos tres años por parte de la sociedad civil y los medios de comunicación.
¿Quiénes participan en los trabajos de la Conferencia?
La composición de los participantes no es la misma para todos los episcopados, órdenes religiosas, etc. Algunas iglesias tienen delegaciones bastante numerosas, como Hungría, por ejemplo, que ha enviado representantes de todas las zonas en las que se está actuando para reforzar y desarrollar la protección de los niños. Otras iglesias, en cambio, tienen dificultades, como Bielorrusia o Rusia, que han enviado un representante designado por la Conferencia Episcopal para tratar este asunto. Ya desde esta composición se puede ver que hay muchas Iglesias trabajando en este tema, pero en diferentes puntos del camino.
Los países de Europa Central y Oriental son muy diferentes entre sí en varios aspectos, sobre todo en los religiosos. ¿Qué espera de esta reunión que tiene una dimensión "regional"?
Esperamos estar dispuestos a aprender de los errores de los demás y que esto nos haga crecer. Ciertamente esta disposición no será la misma para todos los países, para todas las iglesias locales, pero creo que realmente podemos aprender unos de otros porque los errores no son sólo nuestros... El mayor error es el de haber resistido durante mucho tiempo antes de tomar conciencia de una crisis en la Iglesia que dura más de cuarenta años y que está causada por delitos que son también el reflejo de un determinado modo de vida en la sociedad. Todavía no comprendemos del todo que nuestro trabajo puede ser de gran utilidad para las sociedades.
Polonia no sólo acoge la Conferencia, sino que es el país con mayor número de católicos en su población. En los últimos años, la Iglesia polaca se ha comprometido sistemáticamente en la lucha contra los abusos, ¿qué medidas se han tomado hasta ahora?
Los pasos son realmente numerosos, empezando por el hecho de que, ya en 2009 -mucho antes de la petición de la Santa Sede a los obispos del mundo-, la Conferencia Episcopal Polaca había elaborado unas directrices para combatir los abusos, que luego fueron reformuladas en 2014 con los criterios indicados por la Congregación para la Doctrina de la Fe. En primer lugar, se creó una ley, un procedimiento, para indicar a los obispos y superiores de las órdenes religiosas cómo proceder cuando tuvieran conocimiento de casos de abusos. Así pues, cómo llevar a cabo la investigación previa y cómo tratar a las víctimas que acuden a denunciar, a menudo muchos años después, el delito cometido contra ellas.
Sin embargo, la ley por sí sola no es suficiente para hacer frente a un fenómeno tan complejo, por lo que se crearon estructuras básicas para coordinar el trabajo. Por ejemplo, era necesario ampliar el conocimiento del fenómeno y, por tanto, crear una educación básica. Y por eso creamos un Centro en la Universidad de los Jesuitas de Cracovia allá por 2014, como medio para promover y difundir conocimientos con base científica sobre el fenómeno. Organizamos conferencias internacionales, la primera de las cuales tuvo lugar en 2014, cuando invitamos a unos 280 expertos del extranjero -desde Estados Unidos hasta Alemania- que nos mostraron sus avances, sus errores y compartieron sus experiencias con nosotros. Sin embargo, se trataba de una inyección, no de una cura para el problema. Así que continuamos por el camino de la educación porque faltaba gente competente en todas partes. El resultado es que hoy en día, en muchas diócesis y congregaciones religiosas, hay especialistas que pueden compartir sus conocimientos y experiencia e implicarse activamente en la protección de los menores. Sin embargo, yo diría que todavía estamos al principio del trabajo.
¿En qué sentido?
Polonia es un país profundamente católico. De los 38 millones de habitantes, la mayoría -diría que casi el 90%- son católicos. Unos 100-120 especialistas distribuidos por todo el país no son suficientes. Así que tenemos que continuar con este trabajo, así como preparar profesionalmente figuras específicas capaces de recibir las quejas de las víctimas. Desde hace un año, formamos a los delegados de los superiores eclesiásticos, a los obispos y a los provinciales sobre las cuestiones jurídicas, pero también sobre las presiones psicológicas y sobre cómo escuchar y acoger a los supervivientes. Pedimos a los obispos y superiores que nombraran o indicaran a los laicos y sacerdotes que pudieran acompañar pastoralmente a los heridos. Tengo que decir que las personas implicadas han demostrado ser muy capaces, les hemos instruido en ciertos aspectos necesarios para que la respuesta de la Iglesia no sea sólo técnica, jurídica, canónica, sino pastoral, porque los heridos también tienen familia. Y estos no viven en una nube separada, sino que ellos mismos han sido dañados, al igual que las parroquias, las comunidades a las que pertenecen las víctimas. Todo esto ya estaba preparado para los años 2015/2016, solo que el recurso pastoral no se utilizó muy bien.
¿Por qué?
Porque, reconozcámoslo, nos encontramos con una cierta resistencia y poca comprensión del hecho de que había que hablar de estos problemas, de que también era necesario indicar los nombres, las direcciones, los números de expertos y educadores a los que dirigirse, poniéndolos quizá en la página web de cada diócesis o provincia religiosa. Esto habría sido una forma de ayudar a cualquier persona que necesitara consejo espiritual o pastoral a saber a quién dirigirse. Lamentablemente esta información no se publicó, hubo una fuerte resistencia debido a la mentalidad imperante de que decir que tenemos delegados en el tema de los abusos que están particularmente bien preparados para la ayuda pastoral o espiritual es admitir que tenemos un problema. Y, para algunos, no tenemos un problema sino sólo "casos". Esto ha frenado mucho nuestro trabajo y también la respuesta de la Iglesia, haciéndola poco creíble. Esta mentalidad prácticamente culpaba a las víctimas, casi como si fueran nuestros enemigos porque habían denunciado la injusticia que se les había infligido. Pero hay otro aspecto a tener en cuenta.
¿Cuál?
La mayoría de las personas perjudicadas por este crimen no han perdido la fe. A esta mentalidad, que, como he dicho, ha impedido un cambio rápido en la sociedad y en la Iglesia, se suma el hecho de que los medios de comunicación, al centrarse en la Iglesia, han desviado involuntariamente la atención hacia la Iglesia como problema y, por tanto, en cierto sentido, han distraído. El hecho de ser un país de mayoría católica no ha ayudado ni ayuda mucho a progresar rápidamente, porque se mantiene la convicción básica de que el problema está en Occidente, en la decadencia, en la revolución sexual, etc., sin reparar en que estas transformaciones, también en lo que se refiere a la ética y la moral, nos alcanzaron incluso antes de la caída del comunismo. Por lo tanto, el aprendizaje de la humildad es lo más difícil para una Iglesia mayoritaria.
¿Puede explicar mejor estos conceptos?
En las formaciones y encuentros con representantes de las Iglesias de otros países, como Albania o Rusia, donde el cristianismo en general es minoritario, he notado una mayor atención y también un deseo de ser los primeros en la sociedad en responder a un problema que se reconoce como social. Por ejemplo, los católicos albaneses encargados de la educación, así como los laicos que participan en las escuelas y los centros preescolares, están dispuestos a aprender, felices de poder contribuir a la sociedad.
En otros lugares, donde hay una mayoría católica, existen falsos mecanismos de defensa, como si existiera el temor de que se descubriera que las ropas del rey no son tan hermosas. Desde que los medios de comunicación, sobre todo la televisión, empezaron a interesarse más por la cuestión de los malos tratos, se ha producido una gran aceleración en la concienciación del drama. También lo hemos visto por el hecho de que, por ejemplo, tras el estreno de algunos docufilms en 2018 y 2020, se nos ha unido una ola de denuncias y revelaciones. No ha habido un mes en estos dos años y medio sin quejas en varias diócesis y congregaciones religiosas. Entonces descubrimos que la mayoría de los delitos se habían cometido en los últimos tres años. Sabemos, de hecho, que sobre todo en el caso de los abusos sexuales, y en particular contra los menores, éstos se denuncian más tarde. Y en estos dos años y medio hemos recibido 65 denuncias de delitos cometidos precisamente en un momento en el que la opinión pública ha sido fuertemente alertada de que existe un problema de abusos.
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