Seminaristas españoles: la Amazonía te cambia la mirada, te abre el corazón
Manuel Cubías - Ciudad del Vaticano
Más de 80 mil kilómetros cuadrados, ésta es la extensión del Vicariato apostólico de Requena y es sostenido pastoralmente por un pequeño grupo de sacerdotes, religiosas y laicos, quienes mantienen viva la fe católica en esta región de Perú que ansía la llegada de más misioneros y misioneras dispuestos a entregar su vida por el Evangelio.
El pasado mes de agosto, este espacio de la selva amazónica ha sido el hogar de ocho seminaristas pertenecientes a la diócesis de Valencia, España, quienes han compartido sus ilusiones y esperanzas y regresan llenos del cariño y los saberes de las comunidades amazónicas que los acogieron.
El arzobispo de Valencia, monseñor Antonio Cañizares visitó el vicariato de Requena en junio de 2019. Surcó el río Ucayali y admiró la belleza de los amaneceres y atardeceres, al igual que admira que a pesar de la falta de sacerdotes, las comunidades luchan por mantener viva su fe .
Formación para la vida sacerdotal: una Iglesia con menos recursos
“Lo que hemos vivido es una Iglesia con menos recursos, pero en muchos otros aspectos, mucho más viva y a mí me aporta, el deseo de dar la vida, de no vivir a medio gas, de no ser un burgués en la vocación”, expresa Ignacio García quien enfatiza: “aquí está presente el espíritu de san Francisco, de darlo todo, de dar alma, vida y corazón y sin reservas, disfrutar de la humildad, de la alegría de lo poco y de la alegría de lo mucho.”.
Ignasi García, otro de los seminaristas, considera lo vivido como “una experiencia bastante fuerte” en tanto “intensa, muy auténtica”. Y subraya que a diferencia de España o de las ciudades grandes de Perú, las distancias con la Amazonía son muy grandes: distancias físicas, distancias culturales, de la manera de vivir de la gente, de relacionarse.
“La gente vive en medio de la selva, de una vegetación, de un paisaje” pone en evidencia Ignasi, quien recalca la presencia del río en la vida de la gente y que determina con su ciclo, los tiempos para la agricultura y la pesca e insiste: “ese ambiente es muy natural, muy auténtico”.
Una visión diferente de la Amazonía
El encuentro con la Amazonía real, permite a los seminaristas, darse cuenta que esta región del mundo no se deja encapsular por los modelos creados por los medios de comunicación o por el cine. Ignasi relata que en muchas comunidades los residentes están “más occidentalizados”, pues cuentan con energía eléctrica, al menos unas horas al día, televisión y algunas comodidades, pero, por otro lado, muchas viviendas son precarias.
La realidad eclesial también fue un choque, pues se han dado cuenta, dice Ignasi, que “la realidad y el hecho religioso aquí es muy diverso. Hay muchísimas iglesias evangélicas”. Y aunque muchos lugares son visitados por el sacerdote solo una vez al año, hay comunidades donde se mantiene encendida la fe gracias al trabajo de religiosas y de laicos, quienes invitan semanalmente a celebrar la Palabra de Dios y a la oración. “Aquí la gente tiene sed de Dios y se acerca a la Iglesia. Con los jóvenes hemos trabajado mucho en Flor de Punga, al igual que con los niños”.
Bernat Alcayde, otro seminarista valenciano, comparte que entre las tareas realizadas durante la experiencia estaba el apoyo a los alumnos en las clases de matemáticas y lenguaje. “Veíamos que los niños tenían ganas de aprender, y nosotros teníamos ganas de enseñar, afirmó.
Unos 90 caseríos dependen de esta parroquia y, como a Ignacio, les sorprende comprobar que muchas familias, alimentan su fe a pesar de que el sacerdote solo pueda visitarles una vez al año. No es extraño que este baño de realidad acreciente su admiración por los grandes misioneros que han dado su vida en la Amazonía. “Ahora pienso en el padre Florencio que, en sus 20 años aquí, ha mejorado la vida de la gente humana y espiritualmente”, comenta Ignasi, “les trajo algo tan básico como el agua potable, mejoró las viviendas para que pudieran separar habitaciones, trajo médicos para hacer campañas, impulsó la farmacia parroquial… dio dignidad”. El paso de las Franciscanas de Copacabana también se percibe en la formación e integridad de la gente. “Percibo que aquí valoran mucho el abrazo, la sonrisa”, asegura.
Igualmente, Alcayde señaló que no todo era formalidad, había tiempo para jugar al futbol, para rezar y entonces, preparaban un pequeño altar en el suelo, con una cruz y una imagen de la Virgen. “El padre Arturo hacía una oración, se lee la Palabra de Dios, se hacen peticiones, se hacen cantos”, de esta manera afirma, los niños aprenden a encontrarse con Jesús.
La casa de todos
“El sacerdote de la parroquia intenta que la casa de la parroquia sea la casa de todos, afirma Ignasi, que sea una casa de descanso, donde entran con naturalidad por si necesitan algo (…) ellos ven que la Iglesia está próxima a ellos, a sus circunstancias, a sus problemas, a sus vidas, a veces muy complicadas”.
Otros momentos de crecimiento en la fe, indica Bernat Alcayde fueron los encuentros con jóvenes. En una convivencia en la localidad de Genaro Herrera llegaron unos 40 jóvenes. Con ellos se tuvo una catequesis, un momento para la confesión. “El padre Arturo estuvo confesando a muchos jóvenes durante unas tres horas. Para muchos fue la primera vez después de muchísimo tiempo”, indicó.
Un chorro de aire fresco para mi vocación
Sin lugar a dudas que esta experiencia ya está dejando una profunda huella en la preparación para el sacerdocio de este grupo de seminaristas de la Diócesis de Valencia. “Para mí es como un chorro de aire fresco al plantearme cómo quiero ser sacerdote. ¿Cómo quiero servir a la Iglesia? y, sobre todo, de quitarme ideas preconcebidas y tratar de no ser paternalista”.” afirma Ignacio García, quien subraya: “ha supuesto para mi formación un enriquecimiento en frescura, en naturalidad, en vivir en alegría, en disfrutar, en disponibilidad”.
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