Obispos de Myanmar piden asistencia humanitaria para la población sufriente
por Paolo Affatato
Se han refugiado en cavernas. Tras huir de las aldeas y poblar los bosques para evitar convertirse en víctimas de la guerra civil en curso, los desplazados internos también se han visto afectados por los ataques aéreos del ejército birmano. Por ello, más de 20.000 refugiados del estado de Kayah se han puesto en camino y han encontrado refugio en cavernas. A ellos y a los más de 500.000 desplazados internos repartidos por toda Birmania se han dirigido los obispos católicos de Myanmar, que en los últimos días, al término de su asamblea anual celebrada en Yangon, hicieron un enérgico llamamiento al respeto "de la dignidad humana y del derecho a la vida".
Como defensores de la justicia, la paz y la reconciliación, los prelados pidieron "facilitar el acceso a las personas que sufren y a los desplazados, con el fin de proporcionarles asistencia humanitaria básica". En un documento firmado por el presidente de la Conferencia Episcopal de Myanmar, el cardenal Charles Maung Bo, todos los obispos de la nación expresan su "profundo dolor por la situación actual del país" y su preocupación "por el altísimo riesgo que corren la vida y la seguridad de personas inocentes, especialmente niños, mujeres, ancianos y enfermos".
"Miles de personas se desplazan y millones padecen hambre", afirmaron, expresando su "inmensa gratitud a todos los sacerdotes, religiosos y catequistas que acompañan a los fieles en su camino por los peligros de la vida y les proporcionan apoyo pastoral y los sacramentos". En el actual contexto de conflicto generalizado, del que son víctimas los civiles, se anima a los agentes de pastoral a "continuar la misión de amor y sacrificio hacia los necesitados", con espíritu de auténtica caridad cristiana.
Mientras la guerra civil sigue creando sufrimiento y muerte, los obispos agradecen el profundo compromiso de solidaridad espontánea de los ciudadanos birmanos "que de forma compasiva han ofrecido a los que huyen refugio, comida y refrigerios". "Grandes y pequeños gestos como estos serán la cura para nuestro país", observaron.
La situación en Myanmar es, sin embargo, crítica y, en este momento, la comunidad católica (unos 700.000 bautizados en una población de 54 millones de habitantes, 88% budistas), busca "la comunión de la Iglesia universal" y el apoyo activo de los donantes, a nivel internacional, "para socorrer a todo el pueblo de Myanmar". Esta acción, subrayan los obispos, se realiza con una certeza: que "todo es posible con Dios". A partir de esta mirada de fe, que impregna una realidad marcada por las heridas y las tribulaciones, los obispos hacen un sentido llamamiento a todas las diócesis "para que promuevan la paz en el país con todos los esfuerzos, especialmente a través de una intensa oración".
"Nuestro acompañamiento pastoral y espiritual llevará consuelo a los necesitados. Nuestra ayuda caritativa llegará a todos, sin discriminación de procedencia o fe". Para dar oxígeno y fuerza a esta misión de ayuda material, moral y espiritual, la Iglesia católica de Myanmar pide al ejército que no bombardee los lugares de culto, respetando su carácter sagrado, pero tampoco los hospitales y las escuelas, lugares de atención, misericordia y compasión.
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