CCEE para el Tiempo de la Creación: Que el hombre frene la destrucción
Gabriella Ceraso - Vatican News
Los enormes daños medioambientales a los que asistimos, ligados a las guerras, los incendios y la contaminación, exigen urgentemente una "seria conversión de actitudes y hábitos": la mano del hombre que destruye aún puede ponerle freno. Que los cristianos sean los iniciadores. Este es el centro del mensaje del CCEE, el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, firmado por Monseñor Angelo Massafra, responsable de la Sección para la Salvaguarda de la Creación, con vistas a la próxima Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación que se celebrará el 1 de septiembre, fecha en la que también comenzará el Tiempo de la Creación, un momento especial para que los cristianos reflexionen y actúen para proteger nuestro medio ambiente, don de Dios al hombre.
Los obispos se unen al mensaje que el Papa escribió para la Jornada, hecho público el pasado 16 de julio, en un momento -recuerdan- en el que "varias partes del mundo se vieron afectadas por la devastación de los incendios que han destruido gran parte de las zonas verdes del planeta".
La tierra está ardiendo y la próxima era será "pirocénica"
El retrato prefigurado por los obispos de Europa no deja lugar a interpretaciones: Una auténtica catástrofe en el Viejo Continente, atribuible en un 97% a la mano del hombre. En los 27 países de la Unión Europea – afirma el CCEE según datos recientes - desde principios de año, los incendios forestales han devastado ya un total de 517.881 hectáreas, frente a las 470.359 del año anterior. Preocupa especialmente lo que los estudiosos han establecido, a saber, la transición de nuestra época (antropoceno) a la siguiente, a la que ya han dado el nombre de "piroceno", cuyos efectos ya son visibles, teniendo en cuenta que las emisiones de CO2 han alcanzado niveles que el planeta no conocía desde hace más de 3 millones de años.
El "ecocidio" de las guerras
A todo ello, explican los obispos, hay que añadir los enormes daños medioambientales que provocan los conflictos, el de Ucrania es todavía incalculable - y en todo caso lo será en términos de cáncer y enfermedades respiratorias -, pero se puede utilizar el triste término ya en boga en los años 60 de "ecocidio", acuñado a raíz de la campaña militar en Vietnam. Y esto no es suficiente: también está la contaminación atmosférica provocada por la quema de instalaciones petrolíferas en Kuwait durante la Guerra del Golfo (1990-1991) y las guerras en Yemen y Siria con la contaminación del suelo y los cursos de agua.
Que la mano que salva sea ante todo la de los cristianos
Todavía no está todo perdido: "Si la mano del hombre", escriben los obispos, "es la causa principal de este estado de cosas, también es motivo de esperanza que la misma mano pueda poner un límite a todo esto". Por eso vale la pena relanzar con fuerza lo que el Papa escribió en su Mensaje para el 1 de septiembre, "no una exhortación piadosa, sino un verdadero desafío lanzado a los poderosos de la tierra y a los dirigentes de las naciones" ricas y pobres, "así como la llamada a actitudes de conversión concretas por parte de todos los cristianos, para que seamos esa mano capaz de poner freno a una destrucción que se anuncia".
Que la Jornada del 1 de septiembre, como todo el Tiempo de la Creación que se prolongará hasta el 4 de octubre, sea una ocasión para la oración, pero sobre todo para la "conversión" de actitudes y hábitos. L obispos de Europa se hacen portavoces del pensamiento de Francisco: los cristianos - es su invitación - dejen que el mundo escuche las peticiones del Planeta que grita de dolor, un "grito amargo" que el Señor, esperamos, pueda escuchar, concediendo a la humanidad un "corazón capaz de compasión". A partir de esto, pueden comenzar los "gestos concretos" de los que se espera la recomposición de la armonía del universo.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí