Sri Lanka, Ranjith: Francisco, un padre para las víctimas de los atentados de Pascua
Debora Lubov y Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
Un rayo de luz, una caricia en la piel reseca por un dolor aún fresco y por las mordeduras de una vida que se ha vuelto muy dura en Sri Lanka, debido a una crisis económica y política que es una de las más duras de la historia de la isla. Esto podría considerarse como un gesto de solidaridad del Papa con la población afectada en 2019 por las masacres de Pascua, cuando el 21 de abril una serie de atentados suicidas en la capital, Colombo, y en otras localidades, especialmente en las iglesias abarrotadas por la fiesta, causaron más de 269 muertos.
Francisco ya se había interesado de inmediato con ayudas concretas, y luego, a principios de este año, al reunirse con el cardenal arzobispo de Colombo, Albert Malcolm Ranjith, en Roma, se enteró de cómo vivían esas personas y decidió de nuevo acercarse generosamente a ellas, despertando una ola de gran y profunda gratitud. Fue el propio cardenal Ranjiht el que informó a los medios de comunicación del Vaticano del deseo del Papa de hacerse cercano más allá de lo esperado.
Su Eminencia, ha tenido la oportunidad de poner al Papa al corriente de las condiciones de las víctimas del atentado de hace tres años. ¿Qué ha pasado?
Después de los atentados de Pascua, el Santo Padre se ha mostrado siempre muy preocupado por la situación de nuestro pueblo e incluso ofreció al principio alguna ayuda económica. Cuando volví a verle en febrero para hablarle de la situación actual del país y también de los atentados de Pascua, me preguntó si la gente, las familias de las víctimas, necesitaban ayuda. Le dije que sí y me prometió una cantidad determinada -50 mil euros- de una donación que tenía. En abril, cuando fui a comprobarlo, vi que nos había acreditado no 50 mil, sino 100 mil euros.
¿Cómo se distribuyó este apoyo a las familias de las víctimas?
Había 400 familias en total. Distribuimos la ayuda en dos etapas, el sábado 13 y el domingo 14 de agosto, durante dos ceremonias, que invitamos a presidir al Nuncio Apostólico. También destinamos una importante suma a la comunidad de la Iglesia Evangélica, donde murieron más de 30 personas (en los atentados de Semana Santa, ed). Distribuimos toda la suma que nos envió el Santo Padre. Hay algunas familias a las que hemos dado más que a otras, porque algunas personas quedaron inmovilizadas por los atentados y necesitan atención especializada. Pero todos se alegraron de haber recibido esta ayuda del Santo Padre.
La situación en Sri Lanka es preocupante...
La situación general del país es preocupante debido a una crisis económica que ha dejado a muchas familias sin trabajo y, por tanto, sin salario. Muchas familias apenas pueden comer una vez al día, son unos 6 millones de ellas de una población total de 22 millones. Y son muchos los niños que sufren los efectos de esta situación. Detrás de todo esto hay años de corrupción por parte de los gobernantes, con enormes deudas nacionales que ya no podemos pagar: ya no podemos comprar artículos de primera necesidad como arroz, lentejas, leche, medicamentos para los hospitales... Todo está racionado y por eso hay escasez de estos bienes.
En su opinión, ¿qué se necesita para salir de esta crisis?
Es necesario que haya una renovación completa. Pedimos a la comunidad internacional que no dé ayuda sin condiciones. Las condiciones deben ser que se produzca una reforma política en Sri Lanka que haga que el Tribunal Supremo sea completamente independiente de cualquier interferencia política. No hay sentido de la justicia en nuestro pueblo, ni siquiera en lo que respecta a los atentados de Pascua: después de tres años, seguimos sin saber quién lo hizo. Lo segundo que hay que controlar mucho es la corrupción, sobre todo a nivel político. En tercer lugar, tiene que haber un sistema de gobierno que haga transparente para el pueblo una vida verdaderamente democrática, y en cuarto lugar, tiene que haber un sistema de protección de los derechos humanos, porque hoy la policía y el ejército arremeten contra los que protestan, y por tanto hay que salvaguardar los derechos humanos.
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