Misioneros argentinos en la Amazonía: Vinimos a ser uno con todos los pueblos
Sebastián Sansón Ferrari - Vatican News
Son ocho argentinos en total: 2 religiosas, 2 laicas, 1 matrimonio, 1 misionera permanente. Están divididos en dos comunidades: Mantaro y Chirumpiari. Esta es la composición del equipo misionero “Iglesia Argentina, Amazonía es tu misión”, llegado a Puerto Maldonado, Amazonía peruana, en abril de este año 2022.
El proyecto, impulsado en conjunto por la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y las Obras Misionales Pontificias (OMP), es una respuesta al sínodo de la Amazonía y a los sueños que nos propone el Papa Francisco en la exhortación apostólica Querida Amazonía, como cuenta a Vatican News Monseñor Fernando Croxatto, presidente de la Comisión Episcopal de Misiones de la CEA.
“La motivación fundamental fue tomar en serio esa propuesta y responder con algún gesto concreto de escucha a ese clamor, a ese pedido que el Papa y el sínodo en general ha hecho a toda la Iglesia”, añade el obispo de Neuquén.
La segunda motivación, explica Croxatto, ha sido poder hacer un gesto que anime, que mueva, que una, de modo sinodal, a todos los católicos del país y ayude a seguir reforzando la conciencia de la misión ad gentes como una tarea de toda la Iglesia en la nación.
“Nos encomendamos a tu oración y rezamos por vos”
Los misioneros tuvieron el gesto de enviar una hermosa carta al Papa Francisco, en la que le comparten, “con mucha alegría, que hemos ofrecido nuestra disponibilidad en la llamada que hiciste para la Amazonía”. Luego de presentar la conformación del equipo, destacan que fueron enviados al VRAEM, en la selva amazónica peruana, perteneciente al Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, “en un proyecto de misión permanente que asume la Iglesia argentina en cooperación misionera con esa iglesia local”.
En el texto, expresan su emoción porque, “en este camino de Iglesia sinodal, Dios nos regaló la gracia de enriquecernos y enriquecer la misión con todos los estados de vida y a diferentes carismas”. Consideran esta experiencia como “un gran desafío y un verdadero acto de fe”.
Tras incluir los nombres de los misioneros, que provienen de distintas partes del país, le manifiestan el abrazo fraterno de la comunidad misionera, no sin antes asegurar a su querido compatriota, el Sucesor de Pedro, que se encomiendan a su oración y que rezan por él.
La respuesta desde Roma: “Una hermosa noticia”
Tras haber enviado la misiva, la Hermana Mayra, religiosa franciscana que integra el grupo misionero, afirma que recibió una carta del Papa en su correo electrónico. Con una voz cargada de emoción, remarca que la compartió con los compañeros, la familia, los amigos. “Y de verdad es una alegría muy grande tenerlo cerquita, ya sea con sus palabras, con su aliento, con la renovación en el corazón, de sentir que estos sueños nos fueron abrazando y que nosotros también los tenemos como propios”, dice.
En efecto, en su mensaje, Francisco les agradece la entrega, destaca su labor evangelizadora y les subraya que la presencia de ellos allí, como la de tantos otros misioneros, ayudará a que sus sueños por la Amazonía se hagan realidad. “¡Adelante!”, es el aliento de Bergoglio, quien recuerda a la Amazonía como un lugar que ocupa un lugar especial en su corazón.
Otra de las resonancias que deja el texto del Santo Padre, para Mayra: sentir que son una sola Iglesia, latiendo un solo corazón, queriendo latir un mismo espíritu.
“Vamos caminando con la gente”
La Hermana Mayra confiesa su gozo por sentir el llamado del Señor día a día que, como a los discípulos, le llama a ser discípula y misionera, a seguirle, entre la cultura de los pueblos aborígenes y todas las personas que quieren tener a Dios en el corazón y poder celebrarlo.
En este mes dedicado a las misiones, se alegra y siente, de una manera especial, el hecho de estar unidos en la Iglesia universal, a tantos misioneros que están dispersos por el mundo anunciando la Buena Noticia.
Los retos
Ampliando su mirada, la hermana Mayra admite que uno de los mayores desafíos es abrirse al proyecto común, a la escucha del Espíritu y de los hermanos, ir discerniendo los “pasitos” que dan en la misión.
“Somos de distintas vocaciones, y también entretejernos es un desafío, sin dejar lo propio, lo querido, el propio llamado de Dios a cada uno, pero también valorarlo, animarlo y compartir esas diferencias que hacen también a lo común”, insiste la Hermana. En este sentido, la misionera resalta una de las renuncias para participar en esta experiencia: dejar sus respectivas formas y maneras de vida, llámese formas y maneras de vida y abrazar otras nuevas, sin perder lo propio o abrazando lo del otro. No obstante, es consciente de la necesidad de mantener el contacto con los vínculos que están lejos y seguirse sosteniendo en la oración y con su cariño.
Un desafío adicional es el camino que efectúan de manera prudente, pausada, en un pueblo que les invita a dejar atrás sus esquemas y abrazar la cultura para que lo amazónico penetre en sus vidas y corazones.
La misión, un acto de fe
Claudia Novarino es una laica misionera de la Diócesis de Río Cuarto, enfermera y madre de tres hijos. “Cada día es un nuevo descubrir a un hermano diferente, ya sea en una comunidad nativa o colona, es un aprender las costumbres, los gestos, la vida del otro a la cual venimos a acompañar. Venimos a ser uno con ellos”, sostiene Novarino, quien puntualiza que cada persona es tierra sagrada y llegan con los pies descalzos a caminar junto al santo Pueblo Fiel de Dios.
Para Novarino, el mayor desafío es “dejar de ser yo para ser un nosotros”, en la construcción de una identidad misionera. “Es un vivir juntos y un construir juntos a la luz del Espíritu Santo, una forma de fraternidad en sinodalidad”, dice.
Y añade: “Otro reto muy grande es abrirnos a la inculturación con las comunidades, es una riqueza muy fuerte. Yo siempre digo que en mi vida la misión es un acto de fe, siento que Dios me eligió para venir a esta tierra, pero también eligió a cada una de las personas de esta tierra, de los hermanos, para que me anuncien a mí. Es un anuncio recíproco de fe, amor y esperanza”.
Hacia el final de su conmovedor testimonio, Novarino exterioriza su gratitud inmensa al Creador por esta misión y tiene un mensaje para los jóvenes que ya tienen un camino en la fe: los anima a ir más allá y a preguntar a Jesús cada día “¿Qué querés de mí?”. Novarino aclara: “No crean que van a tener una respuesta pronta” y remarca que esta interrogante suscitará una búsqueda que, a la luz de la oración y el discernimiento, arrojará luces.
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