En Matera la dignidad y el futuro pasan por la tierra
Cecilia Seppia - Ciudad del Vaticano
Nacido en 1975, Don Antonio Polidoro, originario de Matera, creció entre aquellos "Sassi", que se remontan al Paleolítico, luego cimientos del cristianismo, y que la Unesco quiso declarar Patrimonio de la Humanidad. Sacerdote desde 2001, director de la Cáritas diocesana, delegado episcopal para la Pastoral Social, el Trabajo, la Justicia y la Paz, la Custodia de la Creación, director de la Oficina para la Pastoral de los Migrantes y ahora también de Casa Betania, en realidad el padre Antonio es ante todo un pastor con olor a rebaño. Uno que se inclina sobre los demás, que los mira con el único objetivo de levantarlos, que se arremanga para que a nadie le falte el pan y la dignidad. Lleva la hospitalidad en la sangre, y desde hace años está comprometido en la lucha contra la lacra de la explotación, de la marginación que afecta a los refugiados, a los migrantes, a todo aquel que huye de su patria en busca de un futuro.
La bofetada de dolor y la misión
"Siempre he sido sensible al fenómeno de las migraciones", ha declarado el sacerdote a Vatican News y a L'Osservatore Romano. "Cada vez que oía noticias sobre desembarcos que acababan mal, sentía el dolor en el corazón por todas esas muertes en el mar e intentaba hacer mío el grito del Papa Francisco en la medida de mis posibilidades. La peor bofetada la recibí cuando vi la foto de Aylan, el pequeño refugiado sirio de dos años que murió ahogado en octubre de 2015 frente a la playa de Bodrum, un paraíso turístico en Turquía". Efectivamente, hace falta valor para olvidarse de Aylan. Boca abajo, apenas bañado por el agua, con los brazos abandonados, inmóvil en la muerte con sus pantalones cortos azules, su camiseta roja, sus zapatos aún en los pies, pasando de la televisión a las redes sociales, se convirtió en un símbolo de la tragedia de los migrantes y de la decisión de los medios de comunicación de mirarla a la cara, sin sensacionalismo, pero también sin hipocresía.
Algo se rompió dentro de mí ese día -continúa don Antonio-, esa imagen no me dejó dormir. La otra gran motivación que me llevó allí fue ver el horror en el que vivía la gente en ese gueto no muy lejos de mi casa, en Serra Marina: decadencia, abandono, suciedad, aniquilación de toda dignidad humana. Fui allí con una furgoneta llena de artículos de primera necesidad y reconozco que al principio también tuve miedo: había más de 500 personas, sin ningún tipo de servicios higiénicos, con chicas muy jóvenes obligadas a prostituirse, hombres que iban a trabajar incluso 12 horas al día por muy pocos euros, era un escenario inhumano. Pero tras la consternación, prevaleció el deseo de ayudarles: así nació Casa Betania, y también el Centro San Giulio, más específico para mujeres y niños. No fue fácil, pero con la ayuda de todos lo conseguimos y ahora soy yo quien agradece a estos amigos nuestros lo que me han dado en términos de riqueza cultural, afecto, benevolencia. Tampoco olvidaré nunca el momento en que la policía evacuó el gueto. Yo estaba allí con los asistentes sociales y los operadores porque quería, en primer lugar, llevarme a las chicas con los niños y ofrecerles un lugar seguro donde quedarse. Intenté convencer a los agentes y cuando me dieron permiso, una de ellas se me acercó, ni siquiera entendí lo que me decía, pero me abrazó y rompió a llorar".
El milagro de Casa Betania
Serra Marina pertenece al municipio de Bernalda, en la provincia de Matera. Allí se encuentra Casa Betania, la "Casa de la Dignidad", una estructura adquirida por la diócesis con fondos del 8xmille Cei a través de Cáritas Italiana para ofrecer un alojamiento digno a los trabajadores estacionales.
"Esta casa -explica don Antonio Polidoro- se diseñó y reformó para que fuera lo más cómoda posible, con habitaciones equipadas con baño, espacios compartidos como la cocina y la sala de estar, y también aulas donde impartir formación e integrarse con material técnico de apoyo. Por supuesto, no podía faltar un lugar de recogimiento y oración para los cristianos y también para los musulmanes. La mayoría de las personas que acuden a nosotros son, de hecho, de fe islámica. Alrededor de la casa hay un jardín con rincones cultivados como huerto. Aquí, temporalmente, viven todos aquellos a los que la sociedad descarta, rechaza, pone al margen, en su mayoría son inmigrantes sin papeles, sin techo, sin trabajo: nuestra tarea es, en primer lugar, acogerlos, no considerarlos como números sino como personas y darles alojamiento, porque sin un techo no se puede vivir. El segundo paso en el que trabajamos es la integración. Normalmente conseguimos que sean autónomos en el plazo de un año, tenemos acuerdos con varias organizaciones, granjas y empresarios que, a través de prácticas, consiguen integrarlos regularmente en el mundo laboral. Con sus papeles en regla y un trabajo, estas personas consiguen alquilar un piso y mirar al futuro.
El eco de Laudato si' y el proyecto de la higuera
Todo el territorio de la provincia de Matera se caracteriza por la campaña del Metapontino. Estamos en una tierra extremadamente fértil donde se producen cítricos, fresas, excelencia del "Made in Italy", vino, duraznos, higos, damascos e incluso hortalizas, por lo que es una zona predominantemente agrícola. "No es difícil en este lugar mirar a tu alrededor y ver la mano de Dios, del Creador -dice don Antonio-, ¡así que podemos decir que ya hemos nacido dentro de Laudato si'! Tenemos un huerto que cuidar y lo hacemos promoviendo una agricultura sostenible, ecológica, no invasiva, que no explota el suelo, sino que lo mejora. Nuestra tarea es cuidar este lugar a través de una agricultura respetuosa con el medio ambiente, pero también con las personas, porque debemos entender que no estamos desconectados. Luego, con nuestros proyectos de reinserción laboral y de lucha contra la contratación ilícita de mano de obra, también contemplamos la recuperación de terrenos baldíos y abandonados que, sin nuestra intervención, podrían convertirse en vertederos, lugares muy contaminados o, peor aún, acabar en manos del crimen organizado y ser utilizados quién sabe cómo. El proyecto de cultivo de higos, creado gracias a una red de empresarios, de simples ciudadanos e inmigrantes, y de personas que han puesto en préstamo un trozo de tierra, creando de hecho una cooperativa, nos está dando grandes satisfacciones: nuestros jóvenes se están convirtiendo en expertos cultivadores capaces de relacionarse con la tierra con respeto, porque al fin y al cabo son salvados y redimidos por esa misma tierra. No es un proyecto asistencialista, sino que fomenta la autonomía de los implicados, por lo que, siguiendo las palabras del Papa, favorecemos una economía equitativa, justa, solidaria, no contaminante y vivificante. También producimos vino. En el XXVII Congreso Eucarístico de Matera, se lo regalamos al Santo Padre, que lo utilizó para celebrar la misa, y a todos los sacerdotes. Fruto de la tierra y de nuestro trabajo, me gusta llamarlo así: es un vino particular, aún más santo, porque dentro están las heridas y el sueño de una vida digna de estos hermanos nuestros migrantes".
Solidaridad y familia
Casa Betania y los diversos proyectos de inserción laboral a través del cultivo y la agricultura representan también un punto de inflexión desde el punto de vista cultural, en una tierra como Basilicata demasiado a menudo azotada por diversas crisis. "Es fácil mirar hacia otro lado -exclama don Antonio-, es fácil hacer como que no vemos, pero en cambio sabemos que es posible construir algo bello. Cuando se hace el bien, por su propia naturaleza se propaga. No es sólo lo que ofrecemos a estos chicos lo que cuenta, sino lo mucho que nos devuelven. Todos los días. Incluso durante la pandemia siguieron trabajando, por supuesto de forma regular, en el campo. Queremos hacerles protagonistas de su trabajo y, por tanto, de sus vidas. Junto con la diócesis, con Migrantes y con el proyecto 'Libres de partir, libres de quedarse', estamos creando varios campos, en los que podemos combinar trabajo, formación y, por tanto, integración. Además de los voluntarios, la Cáritas local, los operadores, lo más bonito que puedo atestiguar es la solidaridad de muchas familias de la parroquia. Son las llamadas 'familias tutoras' que acogen a algunos de ellos, pero sobre todo los cuidan. Es casi una adopción, aunque los niños no vivan en casa, pero los cuidan y atienden como si fueran parientes, y siempre comen juntos los domingos. Esta solidaridad, de la que también habla el Papa en Laudato si', es fundamental porque no recibimos ninguna subvención del Estado. La hospitalidad y la integración son las cifras de nuestro proyecto que sin la tierra, el trabajo de la tierra, no sería posible concretar".
El testimonio de Muda
Mohammed Souleiman, conocido como Muda, fue el primero en cruzar el umbral de Casa Betania. Hoy es el responsable de los muchos hombres que, gracias a este proyecto, recuperan la confianza en el futuro. Su historia es entonces un ejemplo para quienes piensan que no pueden lograrlo, que no son capaces de salir de la red de explotación y delincuencia en la que también él, que llegó a Italia procedente de Libia, había caído. Antes de levantarse de nuevo. "Llegué a Italia durante la guerra de Libia, en 2011 -cuenta-. No tenía ningún deseo de abandonar mi país, pero me vi obligado a hacerlo por la absurda guerra que había estallado. Crucé el Mediterráneo, una situación terrible, no se puede imaginar. Éramos miles, algunos murieron, otros se salvaron. Me encontré en tierra. Aquí en Italia tuve dificultades con el idioma, el trabajo. Fui a trabajar al campo, me explotaron. Dormía al aire libre, me encontraba mirando al cielo, había perdido todo lo que tenía antes. Fui a Foggia, no tenía un trabajo digno, no veía futuro. Luego llegué a Metaponto, al campo de 'La Felandina', junto con cientos de personas como yo. Unos ochocientos. Por suerte conocí a Don Antonio Polidoro, que venía allí a darnos apoyo. No lo conocí dentro de la iglesia, sino en el campo. Nos trajo comida, ropa. Entonces empezó el recorrido, varios encuentros. Cuando se produjo la tragedia de la niña nigeriana, que murió en el incendio del campamento (Petty, ed. de agosto de 2019), llegaron muchas asociaciones, la policía. Entre las personas que vinieron a nuestro rescate estaba Don Antonio y yo fui el primero en entrar en Casa Betania. Hoy dirijo esta realidad junto a él. Mi vida ha cambiado un 100%, antes conocía de primera mano lo que es la explotación, el desamparo y la falta de amigos. Hoy vivo aquí con mis hermanos, Casa Betania nos ha dado un techo, es una respuesta concreta a la explotación laboral. Sin techo no se puede vivir, sin ducha, sin cocina, sin poder comer. Este es el cambio, sin casa no hay vida. Cuando hablo nunca olvido que conocí a don Antonio en el campo, corría hacia nosotros para salvar a la gente. Aquello fue una chispa para mi alma, ¡yo también puedo seguir su camino y ayudar a los demás! Yo también voy al campo a buscar a mis hermanos, a darles apoyo. He comprendido el mensaje del Padre Antonio, he aprendido de él y me lo tomo en serio. Otras personas pueden tener lo que yo he recibido, hace falta valor para afrontar la explotación laboral de mano de obra".
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