Dos ruedas solidarias para Ucrania
Cecilia Seppia – Ciudad del Vaticano
Había un chico al que, como a mí, le encantaban los Beatles y los Rolling Stones, reza la estrofa de una conocida canción que aún resuena en los oídos de todos con la voz de Gianni Morandi. En aquella época, la guerra en cuestión era la de Vietnam, que todavía hoy sigue tristemente en el candelero de la escena mundial, está el conflicto entre Rusia y Ucrania, y la historia es más o menos así: había un chico que, como muchos, amaba el fútbol y la Liga de Campeones. Él también recorrió el mundo como el protagonista de la canción de 1966, pero un día se vio obligado a dejarlo todo, pasando de los ricos y verdes campos de fútbol a los pobres y grises campos de refugiados. "Daniel, de 16 años, acababa de llegar a Luxemburgo con su familia y vivía en una de las zonas habilitadas para acoger a desplazados. En Ucrania jugaba en uno de los equipos más fuertes, el Shakhtar Donetsk, pero cuando empezaron los bombardeos huyó llevándose sólo lo que tenía encima. Dios quiso que en nuestro garaje hubiera un par de botas de su talla que pertenecían a mi hijo, también futbolista en un club de Luxemburgo. Se las puso, las probó con dos regates y, de repente, la sonrisa de la esperanza apareció en su rostro. Una inmensa alegría para él y para nosotros, nacida de un gesto muy pequeño". Quien me cuenta esta anécdota es Emanuele Santi, fundador de Riding the Rainbow y presidente de la asociación Afrilanthropy, que en marzo de 2022 dio inicio a una iniciativa tan sencilla como extraordinaria: volver a poner en juego bicicletas y material deportivo usado, pero en buen estado, en beneficio de los refugiados ucranianos.
El poder de la solidaridad
46 años, italiano y residente en Luxemburgo, Emanuele explica a Vatican News y L'Osservatore Romano cómo surgió la idea casi por casualidad: "Fue uno de mis dos hijos el primero que quiso donar su bicicleta, mientras que yo decidí poner nuestro garaje a disposición como punto de recogida: una especie de tienda solidaria donde la moneda de cambio es la sonrisa de alguien que lo ha perdido todo y ahora vuelve a montar en bicicleta, escalar montañas, jugar al baloncesto, tocar la guitarra y disfrutar del deporte". En resumen, 5 garajes más de ciudadanos de a pie se convirtieron en un espacio para donar objetos y acoger historias y cuentos, donde varias personas trajeron sus bicicletas usadas o sintieron la necesidad de comprar otras nuevas con la única intención de donarlas.
Ante la creciente demanda de donantes y refugiados en todo el país, la red de voluntarios, reunidos bajo la ONG filantrópica Afrilanthropy, se dio cuenta de que tener sólo uno o unos pocos puntos de recogida limitaba la capacidad de satisfacer las necesidades de todos. Gracias al apoyo de los voluntarios y a la ayuda financiera de dos fundaciones locales (la Oeuvre Nationale de Secours Grande-Duchesse Charlotte y la Fundación André Losch), se desarrolló una aplicación (descargable a través de Apple Store, Google Play y la página web de la asociación) para facilitar el intercambio entre donantes y receptores que viven cerca.
La App para donar en cualquier parte del mundo
El concepto que anima a Riding the Rainbow, reciente huésped de la Aldea de la Tierra de Villa Borghese, instalada en el corazón de Roma, no es ciertamente el de vaciar el garaje o el de la mera caridad, detrás está esa "cultura del cuidado" tan querida por el Papa Francisco; está el deseo de encuentro, de conocimiento del otro, de manos tendidas hacia el prójimo que se convierte en hermano y amigo, y por supuesto están los grandes temas expresados en Laudato si' como la economía circular, el reciclaje de materiales, la solidaridad, la conexión humana y ambiental, la ecología integral que respeta la naturaleza y el hombre como dos partes del todo. "Ahora estamos en muchos países", continúa Santi, "por lo que la App es fundamental para establecer el contacto entre el donante y el receptor, y todo con total seguridad, porque para el intercambio de bicicletas o material deportivo en general, y también de instrumentos musicales y cochecitos de niños, no es necesario facilitar una dirección particular, sino incluso sólo aproximada, quedando en un bar o en una parada de autobús, e incluso cuando no hay posibilidad de un encuentro físico, la tecnología nos sigue ayudando a hacer el bien y a crear amistades virtuales". Además de facilitar la integración social, la aplicación también ha proporcionado oportunidades laborales: el proyecto ha contratado a varios refugiados y se ha asociado con una empresa ucraniana de Lviv para desarrollar la aplicación Riding the Rainbow.
Las cifras de la iniciativa
Casi 1.300 usuarios de la App, 12 países implicados en la iniciativa, más de 700 niños felices: estos son los números de Riding The Rainbow, pero -dice Santi- "Detrás de cada número hay un rostro, está la historia de un objeto precioso, que fue importante para un niño y que ahora recibe una nueva vida. Cada número representa a un joven refugiado que está encontrando un nuevo comienzo en su comunidad de acogida, gracias también al deporte como canal de comunicación e integración". El objetivo es ampliar y expandir la solidaridad para que cualquiera, incluso un simple ciudadano como Emanuele, pueda convertirse en motor y promotor de generosidad. "Volver a tener una bicicleta o un scooter ofrece a estos chicos un vínculo con la vida que dejaron atrás", concluye Emanuele Santi mientras sigue contándonos anécdotas y testimonios de estos meses. Uno sobre todo, el ligado al nombre de la asociación: "Acabábamos de empezar esta actividad solidaria cuando una madre ucraniana se nos acercó y muy tímidamente nos dijo que la bicicleta donada a sus hijos había sido una luz de arco iris en sus ojos".
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí