Ecuador: La ayuda de las Oblatas de San Francisco de Sales a la gente de Alausí
Franziska Gömmel - Ciudad del Vaticano
A las 4:30 de la mañana, sor Klara-Maria Falzberger parte de Quito, donde vive desde 1997: su camioneta está cargada de comestibles, mantas y muchas otras cosas que necesitan las personas afectadas por el deslizamiento de tierra; son 400 km hasta Alausí y sor Klara-Maria tarda ocho horas en llegar. Hasta hace unas semanas, solo habría tardado cinco horas, pero a finales de marzo, justo en Alausí, donde las hermanas Oblatas de San Francisco de Sales (la orden a la que pertenece sor Klara-Maria) dirigen una escuela, hubo un grave deslizamiento de tierra.
“Era domingo por la noche, eran alrededor de las 21:10, cuando me llamó, desesperada, una profesora nuestra de la escuela de Quito, cuyos padres viven en Alausí. ‘Se ha derrumbado la montaña y no sé qué le ha pasado a mi familia’. Inmediatamente intenté ponerme en contacto con mis hermanas, que me dijeron: ‘No sabemos qué pasó: hubo un terremoto, se fue la corriente y ahora la gente salió a la calle, gritando. Todos lloran y gritan. No vemos nada, hay una nube de polvo, ¡esperemos que a los demás no les haya pasado nada! Estamos bien.
Irse nunca ha sido una opción
En sus visitas, sor Klara-Maria trata de distribuir los bienes que lleva directamente a las personas que se han quedado en Alausí. Lo que «sobra» se conserva en la escuela. Actualmente, sor Klara-Maria y sus hermanas ya no vienen semanalmente de Quito al pueblo de montaña, sino que mantienen cierta regularidad en las visitas.
Inmediatamente después del deslizamiento, cinco monjas se quedaron en Alausí para cuidar a las personas. Inicialmente no era posible vivir en la escuela, por lo que se mudaron a la ciudad de Sibambe, a unos 30 kilómetros de distancia. Sin embargo, el cierre definitivo de la escuela nunca ha sido una opción, como señala sor Klara-Maria:
“Lo que la gente necesita es que nuestras hermanas se queden con ellas. Podríamos decir que la situación es realmente peligrosa y que por eso nos retiramos: pero esto no es posible. La gente nos pide que no cerremos la escuela: “¡Ni siquiera podemos imaginar que la escuela ya no esté! Os necesitamos. Sería como traicionar a todas estas personas, marcharse …”.
Desesperación y lágrimas corren el riesgo de convertirse en indiferencia
Mientras tanto, en Alausí se ha retomado, más o menos, la vida cotidiana. Muchas familias aún no tienen una casa, porque la suya está enterrada bajo el deslizamiento de tierra, explica la hermana Klara-Maria: “Desafortunadamente, todavía están esperando que el Estado, tarde o temprano y en algún lugar, les asigne una nueva parcela de tierra”. A finales de junio, el gobierno ecuatoriano también suspendió el suministro de ayuda de emergencia a las víctimas de la catástrofe natural. Para ello, la población local está empezando a reconstruir el pueblo por sí misma, en la medida de lo posible, a la espera de la ayuda del gobierno: para conectar Alausí con los pueblos de montaña circundantes, por ejemplo, han estabilizado la tierra derrumbada para realizar nuevas conexiones por carretera.
Después del deslizamiento, las monjas están allí, en Alausí, para que la gente tenga alguien con quien hablar o alguien a quien escuchar. Sor Klara-Maria señala que las familias no hablan de lo que sucedió: a la desesperación y a las lágrimas del primer momento se superpuso “una indiferencia casi inhumana”.
“Se tiende a minimizar: ‘Bueno, en el fondo no es grave, podría haber sido peor: todavía estamos vivos y está bien’. Pero si luego viene alguien ‘de fuera’ y hace preguntas, con esa persona puedes ‘descargar‘ todo lo que has tenido comprimido dentro de ti para no herir a los demás”.
En primer lugar, el compromiso de las Oblatas es devolver a Alausí los ritmos de la vida cotidiana. Las clases inicialmente solo podían realizarse de forma virtual, pero a esto estaban acostumbradas desde los tiempos de la pandemia. Inmediatamente después del deslizamiento de tierra, las monjas se pusieron en contacto con todas las alumnas y todos los alumnos preguntándoles sobre su salud, la casa y si habían perdido a alguno de sus seres queridos.
“¡No hay casi nadie que no llore a alguno de sus seres queridos!”
“Y casi no hay nadie que no llore a alguno de sus seres queridos. No siempre son familiares, pero quizá los vecinos, amigos, recuerdos... […] Los niños necesitan distracción, necesitan alguien con quien poder hablar, deben sentir que ‘la vida continúa, aunque en mi familia haya habido siete u ocho muertes: a pesar de todo el dolor, tengo que seguir con mi vida’… No es solo una ayuda intelectual, es una forma de apoyo totalmente humana...”.
A finales de junio de 2023, tres meses después del desprendimiento, se interrumpieron los trabajos de recuperación. En esa fecha los socorristas habían recuperado 65 muertos, pero la hermana Klara-Maria sabe que hay al menos otras diez personas que permanecerán enterradas para siempre por el deslizamiento de tierra, porque Nuevo-Alausí todavía está enterrada bajo 40 metros de tierra. Que podría haber un deslizamiento de tierra, era previsible: los deslizamientos de tierra son comunes en esta zona; pero nunca se habían producido de estas proporciones. Por eso muchos estaban convencidos de que se darían cuenta, cuando la tierra comenzara a derrumbarse, y que tendrían tiempo de escapar.
El peligro es que Alausí se convierta en una ciudad fantasma
Inmediatamente después del deslizamiento de tierra, muchos se fueron porque su casa se había derrumbado o simplemente porque tenían miedo: porque la montaña podría seguir derrumbándose. Sin embargo, en los últimos meses y semanas muchos de ellos han regresado: a la larga, las cuotas pagadas por el subarrendamiento en los pueblos vecinos eran demasiado altas, la escuela o el trabajo demasiado lejanos. Sin embargo, especialmente después del gran susto inmediatamente después del deslizamiento de tierra, la hermana Klara-Maria y sus hermanas siempre han encontrado una nueva esperanza en la ciudad. Y es en este sentido que el 26 de abril, un mes después del deslizamiento de tierra, sobre el “Puente Negro” se izó de nuevo la bandera de Alausí.
“Estoy contigo. No te desanimes. El Señor te protege”
“Por ejemplo: desde Quito, muchos estudiantes de muchas escuelas que no conocen ni a los chicos de Alausí ni a nosotros, nos han enviado ayuda, no solo en artículos de primera necesidad. Particularmente afectuosa fue la iniciativa de una escuela que pidió a sus alumnos de primaria que escribieran cartas para llevar a los chicos de Alausí. La primera vez yo misma llevé un saco lleno de cartas para que nuestras hermanas pudieran hacer llegar a los niños, a los profesores y a las personas los mensajes que contenían: ‘Estoy contigo. No te desanimes. Dios te protege’. Son pequeños, pequeños pensamientos que devuelven la esperanza...". También se han escrito mensajes similares en las latas que las Hermanas Oblatas de Quito trajeron a Alausí. Inmediatamente después del deslizamiento de tierra, las Hermanas Oblatas de San Francisco de Sales en Austria también iniciaron una campaña de recaudación de fondos que mientras tanto ha terminado. Pero sor Klara-Maria sabe que siempre puede contar con sus hermanas, incluso fuera de Ecuador, y con su apoyo en caso de necesidad. “Creo que la ayuda mutua es una luz para aquellos que creen que lo han perdido todo. Hay una inmensa solidaridad entre la población: es en estas circunstancias cuando nos damos cuenta de que las personas se ayudan entre sí”.
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