La Pastoral Penitenciaria: Un espacio para vivir la misericordia de Dios
Hna. Débora Evangelina Vargas A.S.C.J - Ciudad del Vaticano
"Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (Mt 25,36). Estas palabras del Evangelio de San Mateo resuenan fuertemente en la vida de la hermana Vânia Cristina de Oliveira, religiosa perteneciente a las Hermanas Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús que, entre sus actividades, visita como agente pastoral carcelaria el Centro de Progressão Penitenciária II de Baurú, en el Estado de San Pablo, Brasil, ubicado en el Kilómetro 353 de Marechal Rondon.
Inicio de un mundo desconocido
En el mes de agosto del año 2023, el Presbítero Alex Augusto Manoel de Souza envío una invitación para integrar la Pastoral Carcelaria en la Diócesis brasilera de Baurú. Ante a esta propuesta, la religiosa se sintió impulsada a dar su sí, iniciando posteriormente su formación como agente de la pastoral carcelaria, impartida por el padre Valdo Bartolomeu de la Diócesis de Marília.
La hermana Vania relata cómo, a lo largo de su vida, fue comprendiendo que Dios es quien coloca a los hermanos en el camino y que descubrirlo de esa manera es experimentar una “Iglesia en salida”, como invita el Papa Francisco. Durante su formación, pudo constatar “que la pastoral carcelaria es una de las pastorales en las que más se vive la gratuidad”. “Es la más escondida”, debido a la inexistencia de registros de las actividades, ni de fotografías, puesto que la prioridad es “vivir la radicalidad evangélica”.
Experiencia de la misericordia de Dios
La Pastoral Carcelaria, puntualiza la consagrada, busca “promover de modo eficaz y con coraje los derechos humanos, consolidados en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Escuchar a los hermanos encarcelados, rezar con ellos, cantar, participar de momentos de oración ecuménica, son espacios para vivir la misericordia y la ternura de Dios”.
La religiosa recuerda lo impactante que fue la primera visita al centro de detención: “En el momento en que los policías abrieron las puertas del penal, observé el centenar de presos, de todas las edades, cuyas miradas tocaron mi alma. Para mí, es difícil relatar la intensidad de esta experiencia. Al llegar, muchos se aproximaron preguntándome: ‘hermana ¿de verdad me viene a visitar?’. Otros decían: ‘rece por mi abuela que falleció’, ‘por mi mamá que es la única que cree que soy inocente’, ‘por mis hijos que no vi nacer’, ‘por mí, que me descubrieron un cáncer’, ‘porque no tengo razones para vivir’”.
En Navidad, cuando la religiosa llegó al penal, más de 30 personas encarceladas estaban hace casi dos horas participando en una yincana bíblica. “Me senté al lado de un hermano, conversamos y me dijo: ‘Como es Navidad, vamos a ofrecerte un vaso de agua, con un poco de jugo de uva que mi esposa logró traerme’. Este episodio – observa la hermana Vânia - “fue la oportunidad para ser evangelizada a través de ellos”.
“Puedo asegurar – concluye – que llevo en mi corazón la certeza de que Dios es misericordia y ternura, que su infinita benevolencia quiere contar con nosotros para llevar a nuestros hermanos encarcelados un rayo de ternura y de esperanza. La acogida, la misericordia y la caridad expresan la presencia de la Iglesia en las innumerables penitenciarias ya que nuestros hermanos encarcelados también son hijos de Dios”.
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