Camerún, las hermanas de la Caridad en lucha contra la pobreza
Francesca Sabatinelli – Ngaoundal
Huyendo de un matrimonio precoz o de la calle. Así están casi todas las chicas que llegan al centro de formación femenina de Ngaoundal, en la región de Adamaoua, en el centro de Camerún. Es en este pueblo donde las hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, presentes en el país africano desde 1987, han dado vida al proyecto destinado a apoyar a estas jóvenes que, ya a los 12 años, corren el riesgo del matrimonio impuesto por sus padres o, alternativamente, de acabar en la red de la prostitución. “Pero una vez que las has independizado es difícil atraparlas”, reacciona con convicción sor Claudine Boloum. Chadiana, desde hace cuatro años en Camerún, la religiosa explica que “la escuela abre los ojos a estas chicas, que comienzan a reflexionar”, en ese momento en casa ya no pueden casarlas antes de tiempo, además, una vez que se independizan, es difícil hacerlas caer en la prostitución.
Los grupos de nómadas
Al centro instituto llegan en su mayoría chicas musulmanas de etnia Foulbé o Mbororo, nómadas que “trabajan y viven con los animales, que son su prioridad”, prosigue sor Claudine. En estos grupos “la mujer no es valorada, los hombres tienen más de una, no tienen trabajo y a menudo ni siquiera pueden alimentar a sus hijos". Las religiosas a lo largo de los años han tratado de apoyar a las familias y se han producido algunas mejoras, continúa la hermana Claudine: “Ahora las mujeres también quieren trabajar, se han dado cuenta de que pueden ser responsables y han comenzado a enviar a sus hijas a la escuela”. A estas jóvenes se les enseña corte y costura, pero también contabilidad, y luego, al final de su formación, sabrán expresarse tanto en inglés como en francés.
Ina y Nadia
Un ejemplo de estas jóvenes valientes es el de Ina, casada, que ha decidido estudiar para poder salir de casa y poder, algún día, trabajar, un objetivo que alcanzará naturalmente solo con el consentimiento de su marido y de sus padres. La historia de Nadia que viene de Ngaoundéré, un lugar muy alejado de la escuela, es diferente. “Los padres – dice la monja – no tienen los medios para enviarla a una escuela normal y cuando oyó hablar de la nuestra decidió inscribirse para aprender a coser, y logró encontrar el dinero”. Una vez aprendido podrá volver a casa y dar vida a su sueño, abrir su pequeña tienda. Sin embargo, todo esto solo será posible si alguien le regala una máquina de coser, que es lo que hacen las Hermanas de la Caridad cuando se trata de jóvenes de familias muy pobres.
El desafío de los brujos
Siempre en la misma zona, las hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret han creado dos ambulatorios, el “Pietro Pecora” y el “Santa Agostina”, confiados a enfermeros. Es aquí donde se tratan los casos menos graves de malaria, y es aquí donde se administran las vacunas a los niños y se sigue a las mujeres embarazadas. “El porqué de dos ambulatorios – anticipa la pregunta sor Claudine – deriva del hecho de que muchos no creen en la medicina moderna. Antes de venir aquí, van a ver a los brujos, que los tratan con la ‘medicina tradicional’ y, por lo tanto, con las hojas de las plantas, solo cuando se dan cuenta de que la persona corre el riesgo de morir deciden llevarla al hospital”, que, sin embargo, está a cinco kilómetros del pueblo. Por lo tanto, la presencia de las dos clínicas entre los habitantes hasta ahora ha ayudado a salvar varias vidas. La malaria, la fiebre tifoidea, la tuberculosis y la desnutrición es lo que afecta a la mayoría de los pacientes, muchos de los cuales son niños muy pequeños. “Solo beben leche cruda – explica la hermana Claudine – se enferman de tuberculosis y no pueden alimentarse lo suficiente”.
La cuestión de los fármacos
“Aquí en Pietro Pecora -explica Néstor Sadoli, enfermero y responsable del centro- tenemos un programa de vacunas, nos ocupamos de medicina prenatal, de partos, tenemos laboratorios de análisis y también proporcionamos vacunas en las aldeas. Tenemos casos de malaria, disentería, desnutrición, fiebre tifoidea y, a veces, hipertensión y diabetes entre los ancianos”. Uno de los problemas más graves es la disponibilidad de medicamentos.
El papel del Grupo India
Un pozo, un centro de formación, dos ambulatorios, la compra de medicamentos y ningún apoyo del Estado que ha hecho tantas promesas a lo largo de los años. “Materiales, máquinas de coser para la escuela, todo esto llega gracias a la subvención anual del Grupo India (ONG fundada por el jesuita Mario Pesce) que nos ayuda a dar a las niñas una vida mejor”, concluye Claudine.
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