Paso a paso, las mujeres del Evangelio construyen la paz
Sor Paola Moggi, SMC
Sudán del Sur es una nación muy joven: nació después de décadas de guerra civil. Cuando se firmó el tratado de paz en enero de 2005, la guerra había dejado unos 5 millones de desplazados internos y 2,5 millones de muertos, con un legado de profunda desconfianza entre grupos étnicos rivales.
En enero de 2011 se celebró el histórico referéndum sobre la independencia del Sur, a pesar de los crecientes desafíos. Pero cuando el 9 de julio nació la República de Sudán del Sur, entre gritos de alegría, las heridas de la desconfianza y el miedo estaban lejos de sanar.
Las religiosas que operaban en la recién nacida nación eran conscientes de que esto podía ser un revés y fueron fundamentales en la promoción de iniciativas de paz.
Signos de esperanza
Desde 2010, el Catholic Health Training Institute (CHTI) de Wau fomenta el diálogo intercultural y ayuda a los estudiantes, hombres y mujeres, a superar prejuicios profundamente arraigados. Este instituto fue creado por Solidarity with South Sudan, una joint venture (empresa conjunta) de religiosos y religiosas que ha desarrollado una formación residencial para profesores y enfermeras, prestando especial atención a la seguridad alimentaria, la formación pastoral y el tratamiento de traumas. La primera ceremonia de entrega de diplomas tuvo lugar en 2013 y ya en 2022 salieron del Instituto 181 enfermeras diplomadas y 87 matronas.
Sor Brygida Maniurka, misionera franciscana de María de Polonia, trabaja en el CHTI desde febrero de 2022. “Nuestros estudiantes provienen de diferentes tribus, estados y religiones y hablan diferentes idiomas. El CHTI enfatiza constantemente el respeto por todas las culturas y la tolerancia hacia lo que es diferente. Con la ayuda de actividades y ejercicios de diferente tipo conseguimos crear lazos de amistad y promover la paz y la unidad. Aparte de la enfermería y la obstetricia, nuestros estudiantes aprenden el arte de construir relaciones y de trabajar juntos”, dice la hermana Brygida. Añade que acompañar a los estudiantes en su camino de crecimiento requiere muchas horas de diálogo, es cierto, “¡pero qué alegría cuando, pasados tres años, compruebas cuánto han cambiado!”. “Y nuestra alegría es aún mayor cuando nos llegan los elogios de las comunidades de origen de estos chicos y de las instituciones en las que trabajan”, relata la hermana Brygida.
Cuando el dolor se convierte en la cura
En Yambio, otra iniciativa presta especial atención a las mujeres que han sufrido traumas. Sor Filomena Francis -que aquí llaman sor Bakhita- es originaria de Nzara, una pequeña ciudad en la Ecuatoria occidental; antes vivía en Jartum, donde había unos 5 millones de sudsudaneses desplazados a la espera de llegar a Egipto y unirse a las Hermanas misioneras franciscanas de la Inmaculada Concepción de María (MFIC).
Antes de partir hacia Papúa Nueva Guinea, en 1995 Sor Filomena logró visitar a su familia en lo que ahora es Sudán del Sur. En ese momento, la zona había sido conquistada por el SPLA (Ejército Popular de Liberación de Sudán) y Sor Filomena encontró a su familia y hermanas en buenas condiciones. En 1999, sin embargo, la violencia sexual y los abusos perpetrados por los soldados habían hecho miserable su vida.
El drama vivido por la familia de Sor Filomena la inspiró a poner en marcha un programa de asesoramiento y de curación de traumas, que se materializó en 2006 con la Adeesa (Women) Support Group Organization (ASGO), iniciada junto a otras dos mujeres.
En 2013 abre una comunidad de las Hermanas misioneras franciscanas en la diócesis católica de Tambura Yambio y sor Filomena comienza a formar a mujeres y hombres del lugar para que participen activamente en el programa de curación.
“Mi trauma personal, el que me golpeó cuando era niña, me llevó a comenzar este proyecto. El dolor y las pérdidas que mi familia y yo todavía recordamos me dan la fuerza para trabajar en este programa”, dice Sor Filomena. “Estoy convencida de que un enfoque holístico para la curación del trauma en Sudán del Sur puede conducir a una paz sostenible y puede salvar la vida de muchas mujeres, niñas e incluso hombres jóvenes que han sido violados para castigar su pertenencia étnica” – concluye Sor Filomena.
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