Cuando Anquises toma a Eneas sobre sus hombros
Alessandro Gisotti
"Ninguna historia es pequeña, ninguna. Toda historia es grande y digna, y aunque sea fea, si la dignidad está escondida, siempre puede emerger”. Era el 5 de febrero del 2019 cuando Francisco pronunció estas palabras al inicio de la rueda de prensa en el avión de regreso de Abu Dabi tras la histórica firma del Documento sobre la Fraternidad humana. El Papa ha animado muchas veces a lo largo de los años, especialmente a nosotros, los trabajadores de los medios de comunicación, a dar espacio a las historias “pequeñas”.
Historias de personas, de comunidades, historias de pueblos. Y nos lo pide, en particular, cuando nos enfrentamos al fenómeno de las migraciones, que hace época. Así es como los números se convierten en rostros, las estadísticas en experiencias y los razonamientos políticos sobre las emergencias (reales o supuestas) dejan paso a los esfuerzos por salvar al otro, que no puede ser un extraño para nosotros porque es una mujer o un hombre como nosotros.
En las últimas horas ha surgido una historia que se relaciona bien con estos recordatorios del Papa Francisco. Una historia que no encontramos en los titulares pero que, efectivamente, “no es pequeña” porque da testimonio de una gran dignidad. Es la historia de Maryam, una mujer de 78 años que huyó del Afganistán de los talibanes (¿quién se acuerda ya de este país tras la retirada de las fuerzas militares occidentales?) y tras un viaje lleno de aventuras llegó a la costa de Calabria, a Roccella Jonica, junto a otros 83 migrantes que partieron en una barca desde las costas de Turquía.
¿Qué impulsó – nos preguntamos – a una mujer tan anciana a recorrer miles de kilómetros con medios improvisados, en medio de mil peligros y pagando caro los pasajes que la llevaron desde el corazón de Asia hasta las fronteras de Europa? La motivación es su familia. En el 2021, la hija de Maryam y su marido huyeron de Afganistán y llegaron a Alemania, dejando a su hijo adolescente al cuidado de su abuela, que ahora ha decidido devolverlo a sus padres.
“A su llegada a Roccella Jonica – escribe la Gazzetta del Sud – Maryam mostró gratitud hacia los rescatadores, pero su determinación de llegar a Alemania era inquebrantable. A pesar de los intentos de convencerla de que pidiera asilo político en Italia, se negó y, tras obtener el decreto de rechazo, partió con su sobrino hacia su destino final".
Nada detuvo, pues, la determinación de Maryam de dirigirse hacia el Norte, recorriendo el último tramo de este camino para reunir a una familia dividida. Casi parece que tenemos ante nosotros la escena virgiliana de Eneas huyendo de la Troya en llamas llevando a hombros a su anciano padre Anquises. Aquí, sin embargo, es Anquises, o sea la anciana Maryam, quien lleva sobre sus hombros a Eneas, el joven nieto. Y también en esta historia, como nos ha recordado varias veces el Papa Francisco, son los sueños de los ancianos los que guían a los jóvenes y los empujan a alcanzar su meta.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí