El impacto del ágape sobre la existencia y las relaciones
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
Recogiendo la herencia del pensamiento del teólogo y filósofo alemán Klaus Hemmerle, fallecido en 1994, que en su camino había encontrado la experiencia carismática de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, el Instituto Universitario Sophia tomó el hilo conductor para el título y el contenido del congreso «El Movimiento del Ágape: clave de la renovación sociocultural», celebrado en Loppiano, sede del Instituto, del 6 al 8 de junio.
«Mirando a Hemmerle – explicó la vicerrectora Valentina Gaudiano, profesora de antropología filosófica, en una entrevista a los medios vaticanos – me viene a la memoria un librito muy pequeño que él escribió en los años setenta, ‘Tesis de ontología trinitaria’, en el que argumenta la necesidad de volver al corazón del cristianismo. Y el corazón del cristianismo es el amor, es el ágape».
Para Hemmerle, el ágape es lo más radical que puede haber y en un momento del texto escribe, recordando a San Pablo, que lo que queda es el amor. «Y así, hemos intentado comprender hasta qué punto esto también tiene que ver con la actualidad».
Reenfocar el valor del amor
La actualidad fue, de hecho, el segundo motivo del congreso, concebido también a partir de la constatación de una realidad en la que parecen prevalecer el odio, el rencor y el interés personal. «Nos encontramos en sociedades – afirmó Gaudiano – que han perdido casi por completo el sentido profundo del amor y han caído en la indiferencia, algo que incluso el Papa Francisco no deja de recordarnos. Así que pensar en el amor hoy, hablar de él, significa darnos cuenta de que nos encontramos en contextos en los que casi prevalece su opuesto, el desamor. Así que hemos decidido intentar convertirlo en objeto de reflexión e investigación y ver si podemos volver a centrarnos en el valor del amor como algo que toca nuestra existencia y que, como tal, puede volver a dar sentido a nuestras sociedades».
El poder transformador del ágape
Con el objetivo de ser una investigación científica sobre el poder transformador del complejo fenómeno que es el amor, el congreso reflexionó sobre el ágape desde varias perspectivas, incluidas las sociales y las culturales. «El amor es lo que mueve nuestra existencia – nos dice la vicerrectora de Sophia – pero no es sólo un asunto privado, como quizá nos hemos acostumbrado a pensar o creer en las últimas décadas».
«No es algo íntimo, referido sólo a nuestras relaciones personales, familiares o de amistad. El amor, y concretamente el ágape, es algo que tiene un poder transformador porque invade todas las esferas de nuestra vida y lo hace de un modo social, ya que nos impulsa a mirar incluso a los extraños, a los desconocidos, como posibles objetos del amor mismo y esto tiene repercusiones en el ámbito social».
Un efecto revolucionario en círculos concéntricos
«¿Cómo no pensar en la actualidad del ágape ante las guerras, la violencia, la indiferencia ante el malestar y la problemáticas del otro? –añadió Gaudiano – que pone de relieve el modo de actuar del amor: En el ágape el centro nunca está en mí, en el yo, sino que está fuera de mí, el amor nos desplaza fuera de nosotros en la relación con el otro, pero es en esta condición aparentemente desequilibrada donde nos reequilibra plenamente. Amar es un riesgo muchas veces, pero es el amor mismo el que nos equilibra ya que necesitamos de los demás para llegar a ser nosotros mismos».
«Quien ama sin esperar necesariamente algo a cambio experimenta la gratuidad, abriendo así el corazón de los demás para hacer lo mismo. Frente a la creciente deshumanización, el amor vivido y reconocido en su alcance revolucionario tendría amplios efectos para una acción, diría yo, en círculos concéntricos».
Talleres interdisciplinarios según siete perspectivas
El congreso no sólo pretendía ser un momento de reflexión teórica. A las ponencias de la sesión académica siguieron siete talleres interdisciplinares a través de los cuales los participantes pudieron profundizar en sus conocimientos y habilidades en el ámbito relacional y participativo, como la capacidad de escucha, la habilidad para trabajar en equipo, la adaptabilidad y el desarrollo de la creatividad.
Algunos ejemplos: el taller dedicado a la política pretendía proponer la opción del diálogo – escuchar, compartir, orientar – no sólo como medio de convergencia en el polarizado contexto actual, sino como auténtica expresión del carácter social de la humanidad en la construcción de la convivencia. En particular, se cuestionó el papel de la palabra, la comunicación y la mediación.
O, en el taller de sociología, el debate se centró en la cuestión de si el amor podría ser una dimensión del bienestar humano que pudiera «medirse» de algún modo. Junto con los participantes, se intentó construir un índice adecuado a tal efecto. O también en el taller pedagógico se propusieron ejercicios de atención interior con el objetivo de desarrollar una actitud de cuidado comunitario a través del propio trabajo.
Del nivel de las micro-realidades a las relaciones entre los pueblos
«La parte de los talleres – subrayó Valentina Gaudiano – se introdujo para que los bellos discursos escuchados arraigaran en los participantes a través de una apropiación personal que permitiera a cada uno llevarse a casa esta dimensión del amor ágape en su vida cotidiana».
Pero, ¿es practicable el ágape en las distintas esferas de la vida, de la sociedad, de los pueblos?
«Hay personas en todas las latitudes – responde la vicerrectora – que experimentan espontáneamente el amor. Partiendo de esta constatación, creemos poder afirmar que el ágape es practicable en la vida de las sociedades en primer lugar a nivel micro, o sea, es inútil pensar en los sistemas superiores. El ágape-amor es factible si nos fijamos en las relaciones de esas micro-realidades que luego constituyen los pueblos, y por tanto no sólo en primera instancia las familias, sino todos los ambientes educativos, las escuelas, las asociaciones, las parroquias y los barrios».
«Si en estos tejidos, que son los más inmediatos para cada uno de nosotros – agregó Gaudiano – pasa este mensaje y aumenta la consideración del valor vencedor del ágape, entonces por círculos concéntricos esta realidad invade a una población y entonces podemos plantear la hipótesis de que el amor puede tocar también las relaciones internacionales y, por tanto, las relaciones entre los pueblos».
El conocimiento a través de la vía del corazón
Durante los mismos días del congreso, se montó en Loppiano una exposición pictórica para subrayar la existencia de una dimensión distinta de la intelectual y científica para conocer la realidad y moverse en ella, una dimensión que a menudo se subestima, sobre todo en Occidente: el conocimiento del corazón.
Gaudiano subrayó a este respecto que «la dimensión del corazón tiene un ámbito cognitivo propio y específico que debe entrelazarse con el puramente racional» y que «el cultivo de valores, como los estéticos, puesto de relieve con esta exposición y durante la conferencia a través de ponencias que hablan de estética y desarrollan esta dimensión afectiva y espiritual de la belleza, es una fuente de crecimiento de nuestra humanidad y se convierte en una vía para adquirir un conocimiento más completo de la realidad en su complejidad y carácter multiforme».
Estudio y vida, dos aspectos profundamente entrelazados
La reflexión en Loppiano estará probablemente destinada a continuar. «Estamos sólo al principio – dijo la vicerrectora del Instituto Universitario Sophia – en cierto modo hemos levantado el telón y se abrirán varias vías interesantes en este sentido. Esto está en continuidad con la actividad y la misión de Sophia, pero yo no diría – precisó – sólo en continuidad con lo que aquí se estudió y exploró, porque no es que estudiemos el amor todos los días, sino en continuidad con el estilo de vida que queremos proponer».
Aquí, en Loppiano, la vida y el estudio trataron de caminar juntos porque estamos profundamente convencidos de que lo que aprendemos de los libros o de los profesores que han realizado un cierto trabajo de formación e investigación, puede y debe reflejarse en la vida cotidiana y viceversa. Es la propia realidad en la que estuvimos inmersos diariamente aquí en Loppiano la que nos habló, nos interpeló y tiene todo el derecho a animar nuestra reflexión y, por tanto, a dirigir el propio estudio.
«Un congreso que, por lo tanto, se centra en el ágape como reflexión y como propuesta también de aplicación existencial es precisamente una clara expresión de toda la propuesta educativa de Sophia, independientemente de los cursos específicos de estudio que uno elija emprender aquí».
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