Gaza: Muertos y heridos en el ataque a la escuela católica
Federico Piana – Ciudad del Vaticano
La dinámica exacta es aún incierta, el dolor es grande:
El padre Gabriel Romanelli sufre cuando cuenta a los medios vaticanos el asalto de ayer a la escuela Sagrada Familia de Gaza, uno de los institutos católicos más importantes de la zona, situado en el barrio de Rimal, a pocos kilómetros de la Sagrada Familia, la parroquia latina de la ciudad palestina de la que es párroco y cuyas angustias y esperanzas comparte.
Estructura de acogida
El ataque – "aparentemente llevado a cabo por el ejército israelí – como subraya un comunicado del Patriarcado Latino de Jerusalén, que también expresa su firme condena de todos los actos de guerra que impliquen a civiles y pide oraciones para que se llegue a un acuerdo – cayó sobre una estructura que – dijo el padre Romanelli – desde que comenzó el conflicto acoge a miles de refugiados a los que no les queda nada, ante todo un hogar en el que vivir".
Un hospital evacuado
No es fácil saber cuántas personas había en la escuela en el momento exacto del atentado, quizá sea casi imposible. "El número de personas alojadas ha variado constantemente a lo largo del tiempo”.
“Al principio, eran más de mil, pero luego los expulsaron: más tarde, sin embargo, volvieron setecientos porque no sabían adónde ir, ya que todo en Gaza está casi destruido", explica el clérigo. Y una de las grandes dificultades, añadió, es viajar:
Tranquilidad relativa
Los fieles laicos, los religiosos, los niños atendidos por las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta, los heridos y los desplazados que se alojan en la parroquia latina del barrio obrero de Zeitoun viven con relativa tranquilidad.
"En total, somos unas quinientas personas – dijo el párroco – y gracias a la generosidad del Patriarcado Latino de Jerusalén, del Papa y de la Santa Sede, podemos contar con alimentos suficientes hasta el punto de que hemos podido ayudar a mil doscientas familias, lo que nos ha permitido consolidar la relación mutua de fraternidad y cercanía".
Lo que escasea, sin embargo – admite – son algunas medicinas y el gasóleo: "Para nosotros, el combustible es esencial porque lo necesitamos para bombear agua de los pozos y producir algo de electricidad para iluminar o recargar las baterías”.
Todavía hay mucho miedo
Sin embargo, la situación sigue siendo incandescente. El padre Romanelli lo dejó claro al relatar otro suceso ocurrido anteayer no lejos de su parroquia: "El ejército pidió evacuar cinco barrios que están al norte de la Sagrada Familia, prácticamente a cien metros de nosotros". Inmediatamente después de la petición de desalojo llegaron las bombas: "Oímos fuertes explosiones – relata – y también llegó mucha metralla a nuestra zona. Está claro que siempre hay mucho miedo".
Fe y esperanza
Otra cosa que no falta en la parroquia de la Sagrada Familia es una fe profunda mezclada con esperanza, a pesar de que algunas actividades pastorales se han suspendido durante los últimos diez días debido al aumento de las redadas en el barrio.
"Es cierto, la fe es el corazón de nuestro recinto. Sabemos que Jesús está aquí en Gaza. Somos conscientes de que está en el Sagrario y eso nos reconforta mucho a pesar de la grave situación que estamos viviendo", concluyó el párroco.
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