Monseñor Vitalij Skomarovskyj: Recemos por la paz en Ucrania
Svitlana Dukhovych - Taras Kotsur – Ciudad del Vaticano
Ucrania celebra el Día de la Independencia en medio de la guerra por tercer año consecutivo. Hoy se cumplen exactamente dos años y medio del comienzo de la invasión rusa, el 24 de febrero del 2022. La independencia de la Unión Soviética se había producido pacíficamente hace 33 años, el 24 de agosto de 1991.
Hoy “la independencia nos cuesta mucho”, tiene “un precio muy alto para nosotros”, explica monseñor Vitalij Skomarovskyj, obispo de Lutsk y presidente de la Conferencia de los obispos de rito latino de Ucrania, en una entrevista concedida a Radio Vaticano - Vatican News. El prelado recuerda a los numerosos muertos en este conflicto, invocando la paz y la bendición de Dios para el pueblo ucraniano.
Excelencia, ¿qué significa para la sociedad ucraniana, y en particular para los creyentes, para los cristianos, celebrar un nuevo aniversario de la restauración de la independencia, cuando ya hace dos años y medio que se libra una guerra a gran escala?
Por ejemplo, en los países bálticos hubo disturbios, se enviaron tropas y hubo víctimas. Pero aquí en Ucrania todo fue bastante tranquilo. Y luego, con la independencia, renovamos todos los atributos de nuestro Estado: la bandera, el himno, el Día de la Independencia, otras fiestas estatales, etcétera. Pero, en mi opinión, todo esto se percibió como se debía.
Ahora estamos luchando por esta independencia, que tiene un precio muy alto para nosotros. Y para nosotros, los creyentes, estos son siempre días de oración, de profunda oración, para que Dios preserve nuestra independencia, nos dé la paz y nos bendiga.
¿Con qué palabras le gustaría dirigirse a todas las familias que han perdido a sus seres queridos en esta guerra?
En primer lugar, quisiera expresar mi compasión, mi afecto y mis oraciones. La primera oración es por nuestros caídos. Rezamos por ellos, rezamos por sus almas, rezamos todo el tiempo. Escucho esta oración todos los días durante la Misa, y no sólo en nuestra Iglesia, sino también en otras Iglesias.
Es muy importante que las iglesias también busquen y encuentren oportunidades para ayudarlos. Se están llevando a cabo muchas iniciativas, como asistencia psicológica, ayuda económica y ayuda para la rehabilitación psicológica de los niños. Hay personas de todo el mundo implicadas en la realización de estos proyectos. Así que creo que esto también es un don de Dios por el que estamos agradecidos.
Usted asistió al seminario y recibió la ordenación sacerdotal incluso antes de la Declaración de la Independencia. En su opinión, ¿por qué es importante la libertad para el desarrollo de la sociedad, para su dimensión religiosa y para la afirmación de la dignidad humana?
Fue un gran milagro, porque nunca antes había sucedido: se acababan de cerrar iglesias... También recuerdo que con el restablecimiento de la independencia, a principios de los 90, hubo una gran crisis económica y, debido a ello, muchas personas se sintieron decepcionadas porque habían perdido cierta sensación de estabilidad que tenían antes.
Pero recuerdo que los creyentes estaban muy contentos porque ahora podían profesar libremente su fe, hablar de ella sin miedo, no tener miedo de llevar a sus hijos a la iglesia y enseñarles su fe. Ya no temían ser humillados por su fe en el trabajo o en la escuela o en cualquier otro lugar. Y todo ello permitió también superar las dificultades por las que atravesaba nuestro país en aquel momento y, con el tiempo, la situación económica también mejoró.
Y nos gustaría vivir en una familia en la que las personas fueran consideradas como tales y no como un engranaje de la máquina o una herramienta. Nos gustaría vivir en esta familia de naciones, pero quieren impedírnoslo.
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