El Santuario Paray-le-Monial en Francia El Santuario Paray-le-Monial en Francia  (© Sanctuaire du Sacré-Cœur)

El rector del santuario de Paray-le-Monial: Dilexit nos, síntesis del pontificado

El padre Etienne Kern, encargado de la pastoral del lugar de culto dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, comenta la publicación de la cuarta encíclica del Papa sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesús, que parece ser la «fuente viva» de todo lo que Bergoglio lleva a cabo desde el inicio de su pontificado. Es un «centro unificador para todos, un motivo de alegría que nos dinamiza y nos envía a la misión», afirma el sacerdote

Marie Duhamel - Ciudad del Vaticano

Volver a una espiritualidad del corazón en un mundo líquido y necesitado de perdón y reparación en su cuarta encíclica, prevista inicialmente para junio, mes del Sagrado Corazón, pero publicada después al final del mes misionero, el 24 de octubre, el Papa propone redescubrir el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. Dilexit nos, «Él nos amó primero» - como dice San Pablo - destaca por su tono muy espiritual y personal después de otras dos encíclicas sociales y restablece la importancia del corazón, distorsionada por siglos de racionalismo e idealismo, y por ciertas derivas contemporáneas, del consumismo al nihilismo. Mostrando desde el inicio de su pontificado su apego a la piedad popular, que define como el «sistema inmunitario de la Iglesia», Francisco invita a confiar en el amor de Cristo, representado en su Sagrado Corazón, que forma parte de una larga tradición. En Europa, la devoción al Corazón de Jesús se extendió hace 350 años con las apariciones en Paray-le-Monial.

El padre Etienne Kern, rector del santuario de Paray-le-Monial, cuna de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, explica cómo leer la nueva encíclica del Pontífice, destacando su mensaje central, que es volver al corazón, para encontrar un centro que nos unifique profundamente como cristianos y nos una entre nosotros para llevar a cabo la misión de la Iglesia.

¿Cuál ha sido su reacción ante la publicación de esta cuarta encíclica del Papa sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesús, mientras se celebra el jubileo por el 350 aniversario de las apariciones del Sagrado Corazón en Paray-le-Monay?

Anhelábamos la publicación de un documento, pero no lo esperábamos, y ese documento, en efecto, ha llegado y es una encíclica. ¡Y qué encíclica! Qué amplitud, y qué llamada a toda la tradición, al Magisterio, a las Escrituras, a los autores espirituales en su vastedad. El tesoro que el Papa ha puesto a disposición de los creyentes a través de esta encíclica es un inmenso acto de gracia para nosotros.

En su momento, las experiencias místicas de santa Margarita María Alacoque fueron «la respuesta al rigorismo jansenista, que había terminado por malinterpretar la infinita misericordia de Dios», dice Francisco.  ¿Pero hoy? ¿En qué contexto y por qué el Papa vuelve a proponer esta devoción?

El contexto inmediato de las apariciones del Sagrado Corazón, hace 350 años, está marcado por un racionalismo que hace que Dios se vuelva muy lejano. Del «zarandeo» inicial que da Dios, Aquel que para Voltaire es el «gran relojero», se pasa al jansenismo, a un Dios que se convierte en juez implacable, despiadado, ante el que se exige una vida moral intachable. Es un contexto abrumadoramente marcado por el miedo a Dios y al infierno. El remedio es el Sagrado Corazón. Y esto no sólo se aplica a ese periodo histórico. El jansenismo es un virus que lucha por morir en nuestras conciencias y en nuestra vida eclesial. Por eso, este remedio está más vigente que nunca, recordándonos, por un lado, que Dios está cerca, que nos ha amado con un corazón humano, -como dice el Concilio Vaticano II- y, por otro, que Él es amor, que nos ama, que el suyo es un amor incondicional. Hagamos lo que hagamos, «él nos ha amado». Y es esta conmoción interior la que nos hace responder al amor con amor, no con un gran esfuerzo, no como una obligación moral que nos oprime, o una especie de imposición, sino como una conmoción, un traspasamiento del corazón, en el que amamos porque somos amados. Y, poco a poco, se produce una transformación que viene de dentro.

El contexto en el que se inserta esta encíclica es también, dice el Papa, el de una «sociedad líquida», donde todos somos consumidores, una sociedad que olvida la ternura del corazón.

Sí, uno tiene la impresión de que el mensaje de Paray-le-Monial es aún más actual hoy que entonces. Cuando el Señor se queja de la ingratitud y la indiferencia, tal vez esté hablando de nuestra época, que es una época de ingratitud, de indiferencia hacia Dios y, en consecuencia, hacia nuestros hermanos. El vínculo social se desmorona y, por eso, cuando el Señor muestra su corazón, que es manso y humilde, invita a una especie de «milagro social», expresión que utiliza el Papa Francisco en su encíclica para que esta experiencia que tenemos de Dios transforme nuestra manera de actuar. 

Es una de las muchas aportaciones del documento del Papa para mostrar cómo esa devoción no es intimista sino, al contrario, profundamente motivadora en la transformación de la sociedad y en el anuncio del Evangelio.

Francisco subraya también la importancia de volver al Sagrado Corazón para reparar los corazones heridos y, con ello, el daño que se ha hecho al mundo.

Sí, hay tanto sufrimiento, tanto dolor, incluso dentro de la Iglesia y en nuestras familias. El Papa hace una propuesta. La respuesta de amor a este amor que nos precede y que es el amor de Dios por nosotros, podemos expresarla a nuestros hermanos. Es, por tanto, una propuesta basada en las Escrituras, en San Vicente de Paúl y en otros santos que nos dicen que se puede dar amor por amor cuidando a los hermanos, empezando por los más pequeños, los que sufren. El Papa ofrece algo que unifica profundamente nuestra espiritualidad, nuestra adoración, nuestra interioridad y nuestra efusión de amor por los demás, en la compasión, en el compromiso social en nombre de la Iglesia, porque el Señor se ha identificado con los más débiles, con los más pequeños. La gente necesita encontrar consuelo en el Corazón de Jesús, encontrar descanso en el Corazón de Jesús, experimentar que Dios consuela, cura, repara. Porque es Dios quien repara. Y nosotros somos testigos de esta reparación y entramos en este movimiento de reparación humildemente, ocupando nuestro lugar y dejando que Dios actúe en nuestros corazones con fuerza y poder. Es lo que dice el Señor a santa Margarita María: «Si crees, verás el poder de mi Corazón». Las personas que vienen a Paray-le-Monial para encontrar descanso en el Corazón de Jesús experimentan la dulzura, la infinita dulzura de Dios y, al mismo tiempo, su poder de recreación, consuelo y reparación.

¿Será esto lo que permitirá el impulso misionero?

Sí, porque será el corazón profundo, será la dinamita dentro de nosotros que transmitirá esta fuerza a nuestras acciones, que se derramarán en la vida contemplativa, para los que están en monasterios, y en la vida asociativa o política. Si queremos desempeñar nuestro papel, debemos volver al corazón, es decir, encontrar un centro que nos unifique profundamente como cristianos y nos una a los demás, para llevar a cabo juntos esta misión. Me parece que la encíclica del Papa Francisco cumple este papel de centro unificador, de síntesis, que dinamiza, alegra y envía.

Uno tiene la impresión de que este texto es una especie de base espiritual de las encíclicas anteriores del Papa, casi como si fuera una precuela de Laudato si' y Fratelli tutti.

Lo que me llamó profundamente la atención es que esta encíclica es la clave del pontificado. Quizás algunos ven el magisterio del Papa Francisco como muy político o muy comprometido socialmente. El Papa dice que esto sólo tiene sentido y sólo se puede entender si se tiene la clave. Y la clave es que Jesús es manso y humilde de corazón, movido a compasión ante las multitudes, como ovejas sin pastor. De esto habla el Papa y esto es lo que nos puede animar, y quizás reconciliar, sobre todo a los que están algo desestabilizados por el magisterio del Papa Francisco. Esto puede reconciliar profundamente todas las sensibilidades presentes en la Iglesia, que encontrará en este texto una especie de unanimidad, un solo corazón y una sola alma.

¿Qué decir de la abundancia de figuras francesas -intelectuales y santos- mencionadas por el Papa en esta encíclica?

En efecto, es un hecho notable en esta encíclica. El Papa menciona a muchos autores espirituales, especialmente franceses: san Francisco de Sales, santa Margarita María, san Claudio La Colombière, san Carlos de Foucauld, santa Teresa del Niño Jesús, san Vicente de Paúl, el jesuita Michel de Certeau.  Y es casi una provocación para nosotros, los franceses. «Francia, ¿qué has hecho con el corazón de Jesús?». Porque esta devoción nos ha sido confiada de manera especial. Es una gracia, no para vanagloriarnos, sino como una responsabilidad. Deberíamos, tal vez, reapropiarnos de lo que en cierto modo hemos olvidado. Hoy es como si el Papa reabriera el pozo que había estado un poco atascado en las últimas décadas. Ahora el pozo está libre: «Venid y bebed de las fuentes vivas. Ahí hay un tesoro que necesitamos como Iglesia, porque el mundo necesita arder, y este documento es fuego, porque habla del fuego del Corazón de Jesús.

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28 octubre 2024, 11:34