Custodio Tierra Santa: el mensaje de Abbas es un grito de sufrimiento
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
La intención de Abbas- explicitada por él mismo antes de la audiencia en el Vaticano en una entrevista en el diario italiano “La Stampa” – es hacer llegar a los líderes italianos y al Pontífice el mensaje por el cual “América no basta más para alcanzar la paz” y que los Estados Unidos no pueden ser los únicos mediadores en Oriente Medio”.
R.- Diría que la señal es, sobre todo, el ver que después de tantos años, todavía no se han dado pasos significativos. Es el ver también que el así llamado proyecto de los dos Estados corre el riesgo de evaporarse de a poco. Es un proyecto que parece estar continuamente erosionado por el cambio de la situación y, por lo tanto, pienso que el mensaje del presidente Abu Mazen es sobre todo – osaría decir – un grito de sufrimiento. Es la situación que vive la gran mayoría de los palestinos, quienes de alguna manera sienten que su sueño, incluso de tener una patria, de tener un Estado, no es para nada cercano. Entonces, más que un tipo de declaración, como decir, política, quizás es también una declaración de un hecho, de un sufrimiento que es el sufrimiento de un pueblo entero.
P.- Y entonces, según usted, ¿de quién debería llegar una obra de mediación que contribuya realmente al logro de este objetivo?
R.- En efecto la tarea es de la comunidad internacional y creo, en primer lugar, de los grandes países como Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea. Pero además es tarea de las dos realidades, es decir, de las realidades de la clase política palestina y de la clase política israelí: encontrar el modo de sentarse realmente entorno a una mesa y retomar el diálogo. Porque hasta que no se retomará el diálogo entre los dos directos interesados, será difícil dar pasos adelante. No puede ser ni siquiera una solución simplemente propuesta o impuesta desde lo alto, debe ser también una solución que ve a los dos pueblos – la clase política de los dos pueblos – directamente involucrada y capaz efectivamente de dialogar, sabiendo que para llegar a resultados es necesario que exista, de parte de ambos, la capacidad de tener una apertura de confianza con respecto al otro, de tener también un lenguaje que sea recíprocamente respetuoso y una serie de actitudes en las que se esté dispuestos a ceder algo y por lo cual, en cambio, se sepa también que se obtiene algo.
P.- Ayer, primer Domingo de Adviento, usted – como es tradición – ingresó solemnemente en Belén, en la Iglesia de Santa Catalina. ¿Cómo vive la población esta espera de la Navidad?
R.- Depende un poco de lugar a lugar: en Belén, el evento Navidad se siente de manera muy fuerte ya desde el comienzo del Adviento, por lo cual los cristianos locales logran, de alguna manera, poner entre paréntesis también todas las dificultades que hay. De hecho, Belén es la realidad un poco más difícil porque es una realidad en la cual los cristianos viven circundados por este muro que pesa en la vida de todos los días. Solo los cristianos que viven en Gaza se encuentran en un contexto más difícil de aquel de Belén. Para los cristianos que viven en las otras comunidades aquí en Tierra Santa, naturalmente está siempre este deseo de esperanza. Muchos cristianos piden incluso explícitamente: “Nosotros rezamos tanto, deseamos tanto, pedimos tanto, pero no vemos nunca el final de una situación en la cual somos la parte frágil”.
P.- Ayer, después de la oración del Ángelus, el Papa Francisco quiso rezar en particular por “la amada Siria”; lo hizo también con el encendido del cirio, que significa la llama de la esperanza que debe permanecer encendida. “Recemos y ayudemos a los cristianos a permanecer en Siria y en Oriente Medio – dijo Francisco – como testigos de misericordia, de perdón y de reconciliación”. ¿Cómo llegó a ustedes este gesto y este renovado llamamiento?
R.- La cercanía del Papa se siente en modo directo y muy fuerte. Sobre todo para nuestros hermanos que viven en Siria en una situación de martirio, en particular, para aquellos que están en la región de Idlib. Ellos viven bajo la presión cotidiana de Jabhat al-Nusra, que es la evolución de Al Qaeda; viven humillaciones cotidianas y se encuentran allí para acompañar a los pocos centenares de cristianos que se han quedado en un valle que antes tenía un millar de cristianos.
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