Tener esperanza desde el encuentro con el anciano Simeón
La comunidad san Pedro Canisio se tornó en los últimos años como un verdadero hogar en dicha ciudad. Allí me sentí profundamente acogido y acompañado mientras realizaba servicios complejos y desafiantes asociados al Sínodo sobre la Amazonía.
En ese espacio íntimo en el que viven y se congregan quienes han entregado su vida por la causa del Reino, desde los más amplios ámbitos de la misión de una Iglesia universal, brilla con una fuerza descomunal, y con una sencillez muy acorde con ese espacio, un mosaico hermoso con el relato de la vida de Jesús en su encuentro con el viejo sabio Simeón (Lc. 2, 25).
Esta capilla con su mosaico hermoso, y con los templos vivos del Espíritu que son estos ancianos que ahí viven y quienes revelan la certeza de nuestra finitud y de nuestra fragilidad, por más extraordinarias obras que realicemos, dan cuenta de la promesa que Dios nos hace en este relato del evangelio. Una promesa imprescindible en este cierre de ciclo e inicio de uno nuevo, pues nos habla de la esperanza de una nueva luz en medio del dolor profundo y las contradicciones del mundo, y de una llamada a toda la humanidad a despertar para transformar las circunstancias para que haya más vida y vida en abundancia.
Actualidad del relato de Lucas
Este relato en el evangelio de Lucas es muy propio de estas fechas en las que hemos reconocido la llegada de la nueva vida como promesa a través de un pequeño niño, Jesús, que nace en los márgenes, que se hace presente entre nosotros en carne y vida, abrazando su opción preferencial por los más frágiles entre quienes él mismo viene a la vida, y a los que después llamará bienaventurados, los preferidos de Dios.
Esta certeza del Dios pequeño y frágil con nosotros es especialmente significativa en este cierre de un año marcado por el profundo dolor causado por la terrible Pandemia de la Covid19, la cual, pareciera, está lejos de terminar y ante la cual se probarán los más profundos elementos de una necesaria ética universal en el modo de acceso y distribución de las vacunas como camino de vida.
Este es un año en el que abrazamos la esperanza de la redención desde las periferias ante las tantas otras pandemias pre-existentes y agravadas en esta crisis: la desigualdad, la exclusión, el acaparamiento, la muerte por falta de acceso a los mínimos servicios básicos, la violación sistemática de los DDHH, decisiones políticas que van en contra de la vida, la vejación de nuestra hermana y hogar: la tierra, y en donde tantos y tantas siguen sufriendo persecución, desprecio y el éxodo forzado que el propio Jesús sufrió en sus primeros días en esta tierra, huyendo para buscar posibilidad de vivir.
En este contexto de la llegada de Jesús como camino de redención desde la pequeñez, y en este mundo profundamente roto y herido, se hace aún más ineludible el relato del encuentro del pequeño Jesús, sostenido por María y José, con el anciano Simeón. En ese relato nos podemos identificar con la fragilidad del propio niño que depende de los brazos de sus padres para poder vivir, así como tantos y tantas lo han vivido en esta crisis y durante este año. Hemos tenido que abandonar toda falsa seguridad, reconocernos profundamente vulnerables, y hemos dejado que otros y otras nos carguen y cuiden cuando no hemos podido valernos por nosotros mismos, así como también lo hemos hecho por otros y otras cuando lo han necesitado.
Por otro lado, en este relato se reafirma el sentido del ser familia, una noción amplia y abarcadora, pues el relato de la sagrada familia es en todo sentido uno que integra y abraza las diferentes situaciones y expresiones de familias que se tornan en potenciales escuelas de vida cuando, a pesar de las fragilidades y situaciones de vulnerabilidad, afirman el amor, el cuidado y la opción por la vida plena como centro y desde donde nuevas posibilidades pueden abrirse. En esta pandemia el reconocimiento del sentido de familia amplio también se ha hecho imprescindible, y es pertinente dar gracias por ello.
Y, por último, en este relato, ante situaciones complejas como las vividas en este 2020, debemos buscar la riqueza de la sabiduría de los mayores sabios, muchos de los que hoy algunos consideran despreciables:
Por ejemplo, en los ancianos que en muchas sociedades y durante esta pandemia se han abandonado o considerado una carga. También buscarla en las expresiones de los mayores de otras culturas tradicionales (pueblos y comunidades originarias) que nos muestran otros modos de vida más centrados en el cuidado y que en esta crisis han sido considerados estorbos para un modelo de “desarrollo” destructor de culturas y de nuestra casa común.
Podemos, incluso buscar la sabiduría en la sabiduría atemporal del misterio de la vida por venir, que no se agota en los fundamentalismos de polos opuestos que pretenden imponer ideologías contrarias.
El mensaje de Simeón nos ilumina en este cierre e inicio de año en dos vertientes:
“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar que tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien nos has presentado ante todos los pueblos, como luz.” (Lc. 2, 29-32). En esta primera perspectiva la palabra sabia de Simeón expresa la certeza de que la vida se sobrepone a la muerte, a pesar de las circunstancias complejas y de nuestra limitación temporal. Es decir, el tiempo de Dios es tiempo propicio. Un verdadero Kairós. Su promesa es la emergencia de una genuina luz en medio del dolor, y en este cierre de año siendo una que debe renacer en nuestros corazones como certeza de la llegada de una nueva mirada y de un nuevo modo de relaciones, a pesar de que sintamos que nuestras fuerzas o limitaciones humanas no den más. Tantas personas queridas que hemos perdido en estos tiempos hacen necesario reconocer que en medio de ese dolor existe una luz más adelante que nos llama a no claudicar, a pesar de nuestra fragilidad.
“Mira, este niño hará que muchos caigan o se levanten en Israel. Será signo de contradicción, y a ti una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las intenciones de muchos” (Lc. 2, 34-35). En esta segunda perspectiva, Simeón habla con franqueza, e incluso con dureza, a María. Le anuncia que este niño será en sí mismo camino de liberación, y al asumir ese llamado provocará profundas confrontaciones a su alrededor, y será causante de un dolor muy profundo para ella, su madre, y para sus seres queridos. En este inicio de un nuevo año debemos afirmar con fuerza el anuncio de Simeón para asumir un camino nuevo de liberación en el seguimiento del proyecto de Jesús. Un camino complejo pues cuestiona los valores superficiales de este mundo, confronta las ideologías reducidas de un extremo u otro que nos llevan a fundamentalismos, y un camino que permite ver que la única ruta cierta para amar la vida, para liberarla y defenderla, es la de crear nuevas posibilidades para que todos tengan vida en abundancia superando toda clase de opresión. Se trata de comenzar a escuchar las voces de aquellos a los que Jesús nos ha llamado a acompañar, aquellos a quienes libera y entre quienes se encarna.
Nadie tiene certeza absoluta de lo que nos depara el mañana, por ello se trata de abrazar la vida con todas nuestras fuerzas en este momento, y de comenzar a crear nuevas posibilidades de esperanza, de Reino, con la seguridad de que la nueva luz que Dios mismo nos ha prometido en Jesús nace y renace desde la fragilidad y desde los márgenes para todos. Es tiempo de hacerlo todo nuevo en el sentido de justicia, solidaridad y fraternidad, de modo que este 2021 no quede secuestrado por los extremos que impiden el diálogo genuino, la vida plena, y que, haya espacio para todos y todas quienes asumen este llamado a tejer vida y vida en abundancia, en clave de liberación integral.
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