Pobreza, violencia e inseguridad en Haití a seis meses del terremoto
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Seis meses después del devastador terremoto que asoló el suroeste de Haití, aún sigue reinando un ambiente de inseguridad y precariedad, en el que ya se considera, desde hace muchos años, uno de los países más pobres del mundo.
Según informan organizaciones internacionales que trabajan en el terreno, como UNICEF, el sector educativo vive una profunda crisis ya que más de 1.000 escuelas en los departamentos de Sud, Grand'Anse y Nippes, no han sido todavía reconstruidas, por lo tanto aproximadamente 320.000 niños y niñas se han visto obligados a continuar sus estudios en entornos poco propicios para el aprendizaje, mientras que muchos otros directamente han dejado de estudiar.
El 14 de agosto de 2021, un terremoto de 7,2 grados de magnitud sacudió los departamentos de Sud, Grand'Anse y Nippes, y tres días después las fuertes lluvias provocadas por la depresión tropical de Grace afectaron a 800.000 personas, entre ellas 340.000 niños.
Cifras oficiales indican que muerieron más de 2.200 personas. Por otro lado, unas 115.000 viviendas, 97 instalaciones sanitarias y 1.250 escuelas quedaron destruidas o dañadas.
Inestabilidad política
A esto se le suman los efectos de la inestabilidad política que predomina en Haití, agravada con el asesinato su presidente, Jovenel Moïse, el 7 de julio de 2021 mientras estaba en su residencia.
Asimismo, la violencia y el crimen organizado siguen siendo dos problemas sociales de extrema preocupación que afecta a todo el pueblo, convirtiendo la vida de la gente en una auténtica pesadilla, especialmente si hablamos de zonas como Puerto Príncipe, la capital.
Desplazados que huyen de la violencia
Sus habitantes, cuentan con angustia a la organización Médicos Sin Fronteras, las experiencias que han sufrido allí como víctimas de enfrentamientos armados y ataques a los barrios: episodios que lamentablemente son parte de la vida cotidiana y que derivan de factores como la falta de comida, la escasez de combustible, la amenaza de los servicios esenciales y el limitado acceso a la atención médica.
Uno de estos testimonios es el de Annette Souffrant, mujer desplazada, viuda y con cinco hijos que tuvo que abandonar su barrio en Puerto Príncipe tras un incendio provocado y varios disparos, para refugiarse en Parc Celtique, un estadio deportivo que se utiliza como un asentamiento informal para personas desplazadas en Solino.
"Tras los disparos y el incendio mi casa no se quemó pero igualmente no puede quedarme en mi barrio", explica Annette subrayando que ahora se siente segura en este centro de refugiados donde recibe asistencia social y sanitaria, tanto para ella como para sus hijos. "Estamos bien", concluye.
Al igual que ella, se calcula que unas 19.000 personas en Puerto Príncipe están en la misma situación.
Asistencia médica para los más vulnerables
Por su parte, Mayard Mitial, Médico de la ONG Médicos Sin Fronteras describe el panorama con preocupación:
"Los que llegan a nuestro centro pidiendo ayuda, en la mayoría de los casos, no tienen ningún medio para sobrevivir o cuidarse por ellos mismos. La propia circunstancia del desplazamiento, muchas veces les genera un gran estrés, lo cual aumenta los sintomas de las enfermedades que ya padecían. De ahí la importancia de nuestro trabajo y del servicio de salud que realizamos cada día".
Algo que también reafirma Arismé Jean Claudy, promotor de salud en Puerto Príncipe, haciendo hincapié en que, para garantizar el bienestar de estos desplazados es fundamental el trabajo de las clínicas móviles, en las que el personal cualificado recibe rápidamente a los pacientes, manteniendo un contacto directo con ellos:
"Desde aquí podemos revisarlos. Si se trata de casos particulares, los derivamos a hospitales más grandes y específicos. Las enfermedades más comunes son fiebre, sarna y gripe".
A pesar de estos esfuerzos, Haití no consigue salir de la espiral de miseria en el que vive desde hace décadas (sin olvidar el terrible golpe del terremoto de 2010 que dejó más de 200.000 muertes). Por ello, se necesita con urgencia más ayuda humanitaria para las personas desplazadas, incluyendo alimentos, agua, medicamentos, servicios de saneamiento y refugio permanente.
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