Ucrania: La guerra es el mal, la fe nos reconforta como un abrazo
Svitlana Dukhovic – Ciudad del Vaticano
"Mi diócesis es muy grande, cubre un territorio de 196.000 km², y una gran parte de ella ya está ocupada por las tropas rusas", dice monseñor Pavlo Honcharuk, obispo de la diócesis latina de Kharkiv-Zaporizhia, donde la línea del frente cruza por muchas partes. Una zona que incluye siete de las veinticinco regiones ("oblasts") de Ucrania. La curia diocesana está en Kharkiv y la concatedral en Zaporizhia, donde reside el obispo auxiliar Jan Sobilo, dos ciudades clave en el conflicto que se prolonga ya desde hace más de cien días.
"En las zonas ocupadas, nuestros sacerdotes no están – explica el prelado – mientras para los que están en las zonas no ocupadas, la misión más importante es estar con las personas, comunicarse y rezar con ellas. Este es el servicio que esperan de la Iglesia".
La situación humanitaria y las ayudas
"En las zonas donde hay combates – dice Monseñor Honcharuk – la situación humanitaria es muy trágica, porque es muy peligroso ir allí a llevar alimentos o medicamentos. Se corre el riesgo de morir, por lo que muy pocas personas consiguen llegar hasta allí".
“Hay mucha gente sin trabajo. Algunos negocios han sido completamente destruidos, los mercados, donde trabajaban muchas personas, han sido quemados o dañados”.
“Para ayudar a estas personas hay varias organizaciones humanitarias y también está presente la Iglesia. La diócesis de Kharkiv-Zaporizhia lo hace gracias a la ayuda de Polonia y de las parroquias del oeste de Ucrania. A través de la Cáritas diocesana se distribuyen alimentos, medicamentos y mucho más”.
Una guerra ya conocida
A sus 44 años, Monseñor Pavlo Honcharuk es uno de los obispos católicos más jóvenes del mundo. Fue nombrado ordinario de Kharkiv-Zaporizhia en enero del año 2020 y, dos años después de su ordenación, comenzó la guerra a gran escala en Ucrania. Entre los servicios que prestó antes de ser obispo estuvo el de capellán militar.
"Esa experiencia ciertamente me ayuda ahora – porque cuando empezaron los combates, las explosiones y todo lo demás, el shock no fue tan fuerte como para hacerme descarrilar. Podía desempeñar mis funciones con normalidad, tomar decisiones y servir a la gente, así que no necesitaba un proceso de adaptación a la nueva situación, donde hay una amenaza, hay explosiones, donde la muerte está muy cerca. Todo esto ya lo había vivido antes como capellán".
La misma experiencia también enseñó al prelado a comunicarse con los militares, que son muchos en la región de Kharkiv. "Aquí hay muchas personas que sufren estrés – continúa – y como capellán aprendí a ayudarlos: a qué prestar atención, qué decir, cuándo decir algo más fuerte y cuándo simplemente abrazarlos".
Afrontar las preguntas difíciles
Ante tanto sufrimiento y dolor, surgen muchas preguntas en la guerra, muchas de las cuales se dirigen también a Dios. "Por mi experiencia al hablar con la gente – manifiesta Monseñor Honcharuk – puedo decir que cuando una persona cree firmemente en Dios y tiene una relación con Él, no surgen las preguntas ¿por qué?, ¿de quién es la culpa?, ¿somos tan grandes pecadores? Hay otros pecadores también... ¿Dónde está Dios? ¿Hacia dónde está mirando?’”.
“Cuando hacemos el mal, permitimos que el diablo venga a quitarnos la vida. La fe en Dios proporciona una base sólida que ayuda a soportar la pesada carga de la injusticia y a sobrevivir, no sólo durante la guerra, sino en la vida en general”.
“Y lo que podemos atestiguar aquí junto con los sacerdotes es que la fe en Dios, la presencia de Dios, donde es muy, muy necesaria, da fuerza para resistir cualquier golpe. Porque no podemos explicarlo todo e incluso la explicación no disminuye el peso”.
El obispo explica que a veces la gente sigue acercándose a él con esas preguntas. En estos casos – dice – hay que escuchar y tener compasión. Alguien ha perdido quizás a un ser querido, alguien ha visto o experimentado cosas terribles. "A veces hay que abrazar a esa persona, dejarla llorar, dejar que se desahogue, porque siente mucho dolor", continúa el prelado. Entonces le digo:
“Y aquí suele ocurrir un milagro: la persona se pone a llorar y luego dice: 'Gracias, me siento mejor'. Así, en estas situaciones es difícil buscar explicaciones teológicas y demás, porque el dolor es muy grande. Pero el Señor está muy cerca de nosotros y nos abraza. Sólo hay que leer y reconocer esta presencia de Dios".
El miedo y las ganas de vivir
A la pregunta de si tiene miedo, el joven obispo de Kharkiv-Zaporizha responde: "Por supuesto que sí. Hay miedo, hay mucho peligro, pero hay plena conciencia de la misión, las responsabilidades y las tareas. Nos quedamos aquí y seguimos trabajando y sirviendo. Los militares también tienen miedo, pero tienen que defenderse". Todo el mundo quiere vivir – dice – independientemente de si es mayor o menor. Todo el mundo experimenta la misma amenaza, experimenta el mismo sufrimiento, cada uno a su manera, cada uno con un nivel diferente de resiliencia psicológica.
La oración de la Iglesia
El pasado 31 de mayo el Papa Francisco presidió la oración por la paz mundial, a la que también asistió la comunidad ucraniana en Roma. Esta oración, así como los gestos y palabras del Santo Padre, con los que expresa su cercanía al pueblo que sufre, son muy apreciados tanto por los católicos como por todo el pueblo de Ucrania.
"La oración de la Iglesia universal – dice el obispo Pavlo Honcharuk – es la oración de Jesucristo. A través de la oración nos acercamos a Dios y Dios se acerca a nosotros, es decir, estamos más inmersos en Él, y en Él está todo lo que necesitamos. Por eso, la conciencia de que toda la Iglesia reza nos invita a darnos cuenta de que estamos implicados en algo muy grande, es decir, es decir la riqueza que encierra el cuerpo místico de Jesucristo. Él está aquí, no estamos solos, Él está cerca y toda la Iglesia está rezando. Esta es la unidad. Me resulta difícil encontrar las palabras adecuadas para expresarlo, pero este apoyo aumenta la fe que, en última instancia, permite a Dios dar la gracia que da fuerza, paz y un fuerte valor interior. El significado de esta oración universal de la Iglesia es muy profundo".
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