Desertificación y sequía, ONU: Unidos por la Tierra, nuestro patrimonio y futuro
Giulia Mutti - Ciudad del Vaticano
Un llamamiento a una mayor responsabilidad colectiva en el uso sostenible del agua para prevenir la desertificación y la sequía es el objetivo del Día Mundial del Agua que se celebró este lunes 17 de junio, dedicado a la lucha contra la desertificación y la sequía, establecido en 1995 por la Asamblea General de las Naciones Unidas para sensibilizar a los gobiernos, las organizaciones y las personas sobre esta cuestión. "Unidos por la Tierra. Nuestro legado. Nuestro futuro" es el tema elegido para 2024 y pretende poner de relieve el futuro de la gestión de la tierra a través de los más jóvenes, los responsables del cambio. Para dar respuestas a la población, de hecho, es necesaria una acción común y coordinada en sinergia con todos los gobiernos del mundo.
Los jóvenes, el futuro del planeta
Tener una tierra sana no sólo proporciona casi el 95% de los alimentos que necesita el ser humano, sino que también alimenta el sistema agrícola, creando más puestos de trabajo y medios de subsistencia. Actualmente, cada segundo, subraya Ispra, el Instituto de Protección e Investigación Medioambiental, el equivalente a cuatro campos de fútbol de tierra sana sufre degradación, un total de 100 millones de hectáreas cada año. Una cifra alarmante que alimenta la necesidad de que las instituciones involucren a las generaciones presentes y futuras para intentar frenar e invertir esta tendencia. El objetivo de la comunidad internacional es cumplir los compromisos mundiales de restaurar 1.000 millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030.
Un compromiso colectivo
El tema elegido para el Día de este año pretende movilizar a todas las partes de la sociedad en apoyo de la gestión sostenible de la tierra, con vistas a la mayor conferencia de las Naciones Unidas sobre la tierra y la sequía, que se celebrará en Riad (Arabia Saudí) en diciembre de 2024. En el plano internacional, los Estados deben "luchar contra el cambio climático", explica Luca Fiorani, profesor de Ecología y Sostenibilidad en el Instituto Universitario Sophia: "En 1992 tuvimos la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a la que sucedió el Protocolo de Kioto y luego, en 2015, el Acuerdo de París. Sin embargo, a pesar de los numerosos intentos de acuerdo, "las naciones parecen tímidas y no parecen comprometerse definitivamente a combatir el fenómeno, como requeriría el Acuerdo de París y como había pedido el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Laudate Deum", concluye.
El agua, causa de guerras y migraciones
"El agua es un elemento esencial para la vida humana y también lo es para la agricultura -subraya Fiorani-, por eso la sequía y la desertificación causan grandes problemas a estas poblaciones que vierten al Mediterráneo e intentan llegar a la Unión Europea con enormes riesgos como nos cuentan las crónicas". Por el agua, la gente no sólo emigra sino que también combate. "Desgraciadamente asistimos a conflictos por los bienes naturales y debemos esperar cada vez más de estos fenómenos porque el agua es un bien muy precioso y escaso, sobre todo el agua potable", comenta.
Papa Francisco: el acceso al agua, un derecho ineludible
El agua es un bien primordial para la vida en la Tierra. Así lo recuerda también el Pontífice en la Encíclica Laudato si', donde invita a los gobiernos del mundo a actuar por el bien del Planeta. El acceso al agua potable y segura es un derecho humano esencial, fundamental y universal, advierte el Pontífice, porque determina la supervivencia de las personas y, por tanto, es una condición necesaria para el ejercicio de los derechos humanos. Como explica Fiorani, de hecho, es necesario seguir "una política en la que los recursos naturales sean compartidos entre las diversas naciones, como nos enseña la doctrina de la Iglesia" y, a partir de aquí, emprender un futuro más sostenible bajo la bandera del respeto y el cuidado de los recursos de la Tierra.
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